7 de mayo de 2025

Sede Vacante

Empezaré confesando que, a pesar de que no soy creyente, siempre he sentido un gran interés por el mundo que se oculta tras los muros de la Ciudad del Vaticano, lleno de intrigas palaciegas, de disimuladas ambiciones y de soterradas luchas por el poder, todo bajo el paraguas de una exquisita diplomacia y de una férrea capa de cautela, características que, a pesar de la turbulenta historia de la Iglesia, ha permitido su supervivencia a lo largo de los siglos. Algunos achacan esta continuidad a la divina protección del Espíritu Santo, pero en mi opinión las explicaciones están mucho más cerca de la condición humana.

Hoy voy a centrarme en uno de sus personajes, en la figura del papa Francisco, tan elogiada en los últimos días, como si su presencia en el Vaticano hubiera provocado un auténtico cambio de rumbo en la marcha de la Iglesia. Yo, debo decirlo, le he tenido siempre una cierta simpatía como persona, porque quizá haya visto en él gestos más humanos o más cercanos a sus contemporáneos que los que veía en los papas anteriores. Pero tengo el convencimiento de que las estructuras de la Santa Sede no se han movido de su milenaria posición ni un ápice, no como consecuencia de que fuerzas ocultas se hayan opuesto a las recomendaciones del papa, sino porque Jorge Bergoglio no ha hecho nada que incomodara el estatus vaticano. Sólo algunas palabras, muchas de ellas por cierto sacadas de contexto.

Como este es un tema que daría mucho de sí, hoy voy a limitarme a analizar tres aspectos concretos de su pontificado: la posición de Francisco frente a la pobreza, su consideración sobre la presencia de la mujer en la Iglesia y su actitud respecto a los homosexuales.  Como muestra un botón, dice el proverbio, pero yo traigo hoy tres. Vayamos por partes.

Respecto a la pobreza, se estima que el patrimonio del Vaticano oscila entre 10.000 y 15.000 millones de dólares, una cifra que llama la atención por su volumen. Sin embargo, yo no he visto a lo largo del último pontificado nada que se corresponda con aquella frase del papa, cuando dijo que quería una Iglesia pobre para los pobres. Es más, en los numerosos conflictos que asolan nuestro planeta, que destruyen vidas humanas y aumentan la pobreza donde ya la había, no he observado ninguna ayuda procedente de la Santa Sede para paliar la situación y, sobre todo, para dar ejemplo. Por si fuera poco, el boato que hemos podido contemplar en los funerales de Francisco se compadece muy mal con el concepto de pobreza. Una ostentación muy alejada de los mensajes evangélicos, a pesar de la simbólica sencillez del ataúd.

En cuanto a la presencia de la mujer en la jerarquía eclesiástica, el papa Francisco no ha hecho nada de nada, más allá de decir, como le oí en una entrevista televisiva, que la iglesia era femenina. Pero las mujeres siguen relegadas a papeles secundarios, en mitad de una organización machista donde las haya. La posibilidad de que ellas accedan al sacerdocio ni se contempla.

Por último, la famosa frase de quién soy yo para juzgar a los homosexuales, que, según el testimonio de algunos periodistas que la oyeron en directo saltó a la prensa completamente truncada, no casa con la recomendación a los padres de que llevaran a sus hijos a un psicólogo cuando observaran en ellos algún signo de "confusión" sexual. Blanco y en botella, porque los psicólogos tratan desórdenes mentales. Cuando escribo esto, me viene a la memoria aquella curiosa recomendación del papa Francisco, cuando dijo aquello de que no accedieran al sacerdocio homosexuales, porque ya había bastante mariconeo en los seminarios. 

Mantengo lo que dije al principio. El papa Francisco fue un personaje que me resultaba simpático por su cercanía y su campechanía, pero sin embargo opino que su paso al frente de los destinos de la Iglesia no ha supuesto ningún cambio en el lento caminar del espíritu vaticano, ni mucho menos una revolución como alguno de sus hagiógrafos trata de defender. Por eso, creo que se le está dando demasiada importancia a cómo será su sucesor. Sea quien sea, supongo que introducirá pocos cambios y ninguno sustancial.



6 comentarios:

  1. Luis, como tú dices si comaparas al último Papa (último a las 11:22 del día 8 de mayo) con los anteriores este parece hasta humano. Y pienso en el que fue para mí el paradigma del Papa en mi infancia y juventud: Pío XII.
    Angel

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    1. Insisto en que la figura humana del papa Francisco me resultaba simpática. Pero más allá de esa agradable apariencia, poco ha hecho en apoyar el progreso de la humanidad.

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  2. Seamos justos, si Francisco no ha hecho grandes cambios, habría que aplicarle la eximente de "Miedo insuperable". Recordemos el extrañamente corto papado de Juan Pablo I.
    Ahora un poco mas en serio, menos cambios han hecho el Islam o los Judíos.

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  3. En cuanto a lo primero, es posible que pueda aplicársele esa disculpa. Pero entonces tanto panegírico está de sobra.
    En cuanto a la comparación que haces con otras religiones monoteístas, yo prefiero referirme a las sociedades laicas, en las que el progreso a lo largo de veinte siglos es evidente.
    La católica en concreto no ha sabido adaptarse a la evolución de la sociedad civil. No ha sabido o no ha querido.

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    1. Evidentemente mi primer comentario, con la referencia la corto papado de Juan Pablo I, era una broma.
      Respecto al segundo, para ser precisos, el progreso de las sociedades laicas no se produce de forma notable hasta la Revolución Francesa. Antes de ella, la actividad de las sociedades laicas era muy peligrosa.

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    2. Alfredo, de acuerdo. Pero de la Revolución Francesa ya han pasado casi tres siglos, tiempo suficiente para que la Iglesia se hubiera adaptado a los nuevos tiempos.
      Por cierto, veamos que sucede con León XIV, aunque mi escepticismo me sugiere que no hay que esperar grandes avances.
      En cuanto a los comportamientos peligrosos, tampoco se libraba la Iglesia. Cruzadas, Inquisición, etc.

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