Cuando uno empieza a investigar sobre el origen de determinadas expresiones -lo que yo hago de vez en vez llevado por la curiosidad- llega a conclusiones verdaderamente sorprendentes. Por ejemplo, que la locución tercera edad, con la que solemos referirnos a lo que antes denominábamos vejez, senectud o ancianidad, no apareció hasta mediados del siglo XX, como un eufemismo que suavizara los sustantivos que sin paliativos se aplicaban para denominar a los longevos. El lenguaje es rico, pero sobre todo caritativo, porque no cabe la menor duda de que la mayoría de los viejos prefieren que se los incluya en la difusa tercera edad ante de que se les llame vejestorios. Les gusta que se utilice un eufemismo, que, como la Academia enseña, suaviza y da decoro a otras expresiones más duras y malsonantes.
Se me ocurre que dentro de muy poco tendremos que empezar a referirnos a la cuarta edad, un escalafón superior a la tercera. Tenía yo un amigo –catalán por más señas- que me dijo un día que él ya estaba por completo amortizado, porque había sobrepasado la edad que las estadísticas señalan como esperanza de vida de los hombres en España, situada en el entorno de los 80. Lo decía con su habitual sorna y con la sonrisa en la boca, pero no por eso sin rigor, no sé si matemático, pero al menos filosófico.
¿Desde cuándo debería empezar a contarse esta cuarta edad? Si tenemos en cuenta que la tercera tiene un inicio muy inconcreto –algunos la consideran como tal a partir de la fecha de jubilación-, es preciso situar el de la cuarta más adelante. Quizá debería iniciarse a partir de la esperanza de vida, cuando, como decía mi amigo, uno ya está amortizado. Esto tendría varias ventajas, en primer lugar que le quitaría hierro a la tercera –los incluidos en ésta se considerarían todavía jóvenes- y en segundo que alcanzar la cuarta significaría que, al estar uno amortizado, a partir de ese momento ya no hay de qué preocuparse. Los afectados dirían, esto que estoy viviendo es un regalo de la naturaleza.
Otro eufemismo aplicado a los viejos es el de edad avanzada. Tampoco se sabe cuándo empieza, porque precisamente este tipo de expresiones pretende eludir la triste realidad y dejar las ideas en pura abstracción. Quizá sea un poco más agresiva que la de tercera edad, porque no cabe duda de que el adjetivo avanzada contiene bastante carga intencional, sobre todo cuando califica a la edad. Pero es bonito, suena bien y dispone de gran aceptación entre los hablantes, aunque mucho me temo que no tanta entre los afectados.
La verdad es que no sé por qué se me ocurre indagar sobre estos aspectos gramaticales, cuando no me afectan. Porque yo todavía estoy en la tercera, aunque ya, todo hay que decirlo, esté viendo la cuarta muy cercana. Ahora bien, a la avanzada me niego a llegar.
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