Supongo que sus resortes mentales se dispararon como
consecuencia de la inseguridad que lo rodea. A pesar de que los batacazos del PSOE le
estaban poniendo a huevo el panorama político, en su fuero interno debía de
pesar como una losa la más que evidente dependencia de Vox, los que pretenden expulsar a ocho millones de inmigrantes, sin cuyo concurso
sabe que no podrá llegar a gobernar. Si a ello le unimos que de forma tácita
los “socios” de Sánchez estaban otorgando a éste mediante sus intervenciones en la sesión parlamentaria un claro voto de confianza,
todo hace pensar que sus esquemas se derrumbaron de repente y lo arrastraron a
la más zafia de las ignominias.
Aficionado como soy a los debates parlamentarios, jamás
había visto antes una manera tan indigna de comportamiento. Confieso que llegué
a sentir vergüenza ajena cuando Feijóo acusó a Sánchez de haber sido beneficiario
de la prostitución en su familia y que, cuando mi vista recorrió la bancada
popular y observó el griterío jubiloso de los suyos ante la infame acusación,
sentí tristeza al comprobar que en mi país se pudiera haber llegado a tamaña bajeza moral.
Yo sé que lo tiene difícil, porque su partido está solo. No
me pasa desapercibido que el futuro político de Núñez Feijóo pende de un hilo,
porque si no consigue gobernar los suyos se lo quitarán de encima como se
quitaron a Casado. Lo que no acabo de entender es que un hombre que consiguió
varias mayorías absolutas en Galicia gracias, entre otras cosas, a su fama de
político moderado, esté cayendo ahora de una manera tan espectacular en el
esperpento. Porque lo suyo del otro día no se ve con facilidad ni en las
llamadas repúblicas bananeras.
Al día siguiente, supongo que abrumado por la cantidad de
llamadas de atención que debió de recibir, no se le ocurrió mejor justificación
que alegar que su información sobre los antecedentes prostibularios del
presidente del gobierno procedía de la prensa, así en abstracto, sin dar más
datos. Lo que sucede es que cuando se cae en errores políticos de este tipo,
cuando el subconsciente lo lleva a uno a cruzar las líneas que separan la
decencia de la indecencia, es difícil rectificar y, como consecuencia, con torpes intentos de justificación agrava más la situación.
Pero, don Alberto, se ponga usted como se ponga la ha cagado. Mire por el retrovisor a Vox que cada vez se le aproxima más y saque conclusiones. Los electores, puestos a elegir entre dos opciones que cada vez se parecen más, suelen elegir la que consideran genuina y no las imitaciones.
En cualquier caso, los progresistas de este país le deben de estar agradeciendo que haya puesto usted en evidencia tanta bajeza. Si ahora dice lo que ha dicho,
qué no hará y dirá si llegara a gobernar.
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