12 de julio de 2025

La desesperación de don Alberto

 

El espectáculo parlamentario del pasado día 9 de julio en el Congreso de los Diputados fue de los que se mantendrán gravados en la memoria colectiva durante mucho tiempo. En un momento en el que el PP parecía estar en la cresta de las olas demoscópicas, la gigantesca torpeza de su líder deshizo en unas horas de debate lo que parecía un buen momento para la formación conservadora. Rompió de manera bronca y agresiva todos los puentes que pudieran unirlo a otros partidos y ensució el panorama político con alusiones personales impropias en alguien que pretende llegar a ser presidente del gobierno español. Abandonó la prudencia y cayó en la más sórdida de las desmesuras.

Supongo que sus resortes mentales se dispararon como consecuencia de la inseguridad que lo rodea. A pesar de que los batacazos del PSOE le estaban poniendo a huevo el panorama político, en su fuero interno debía de pesar como una losa la más que evidente dependencia de Vox, los que pretenden expulsar a ocho millones de inmigrantes, sin cuyo concurso sabe que no podrá llegar a gobernar. Si a ello le unimos que de forma tácita los “socios” de Sánchez estaban otorgando a éste mediante sus intervenciones en la sesión parlamentaria un claro voto de confianza, todo hace pensar que sus esquemas se derrumbaron de repente y lo arrastraron a la más zafia de las ignominias.

Aficionado como soy a los debates parlamentarios, jamás había visto antes una manera tan indigna de comportamiento. Confieso que llegué a sentir vergüenza ajena cuando Feijóo acusó a Sánchez de haber sido beneficiario de la prostitución en su familia y que, cuando mi vista recorrió la bancada popular y observó el griterío jubiloso de los suyos ante la infame acusación, sentí tristeza al comprobar que en mi país se pudiera haber llegado a tamaña bajeza moral.

Yo sé que lo tiene difícil, porque su partido está solo. No me pasa desapercibido que el futuro político de Núñez Feijóo pende de un hilo, porque si no consigue gobernar los suyos se lo quitarán de encima como se quitaron a Casado. Lo que no acabo de entender es que un hombre que consiguió varias mayorías absolutas en Galicia gracias, entre otras cosas, a su fama de político moderado, esté cayendo ahora de una manera tan espectacular en el esperpento. Porque lo suyo del otro día no se ve con facilidad ni en las llamadas repúblicas bananeras.

Al día siguiente, supongo que abrumado por la cantidad de llamadas de atención que debió de recibir, no se le ocurrió mejor justificación que alegar que su información sobre los antecedentes prostibularios del presidente del gobierno procedía de la prensa, así en abstracto, sin dar más datos. Lo que sucede es que cuando se cae en errores políticos de este tipo, cuando el subconsciente lo lleva a uno a cruzar las líneas que separan la decencia de la indecencia, es difícil rectificar y, como consecuencia, con torpes intentos de justificación agrava más la situación.

Pero, don Alberto, se ponga usted como se ponga la ha cagado. Mire por el retrovisor a Vox que cada vez se le aproxima más y saque conclusiones. Los electores, puestos a elegir entre dos opciones que cada vez se parecen más, suelen elegir la que consideran genuina y no las imitaciones. 

En cualquier caso, los progresistas de este país le deben de estar agradeciendo que haya puesto  usted en evidencia tanta bajeza. Si ahora dice lo que ha dicho, qué no hará y dirá si llegara a gobernar.

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