Dicho lo anterior, tengo la sensación de que nuestro imperio
se está hundiendo, como le sucedió al romano. En este último caso fue debido a la
debilidad de Roma, que propició la invasión de los bárbaros del norte; en el
nuestro, porque la deriva populista, antidemocrática e incoherente del inquilino
de la Casa Blanca nos está convirtiendo en el hazmerreír de Rusia y China.
Cuando Trump ganó las elecciones por segunda vez, confesé en este blog que confiaba en que la inercia democrática de las
instituciones americanas frenara las veleidades del nuevo presidente. En mi
cabeza no entraba que, por muy ajeno que estuviera de la realidad política, los jueces le permitieran comportamientos anticonstitucionales. No
es que yo fuera entonces un ingenuo, sino que mi experiencia me dictaba la
imposibilidad de que un inquilino de la Casa Blanca pudiera cometer desatinos
de la envergadura de los que estamos viendo día tras día. En realidad, creía en aquello de que perro ladrador poco
mordedor.
El espectáculo de Alaska, con alfombra roja, sonrisas de oreja a oreja y aplausos halagadores, una auténtica pantomima surrealista, se hubiera quedado
sólo en esperpento si no fuera por lo que ha venido a continuación, el fracaso
total de la diplomacia americana frente a la rusa. En poco menos de
veinticuatro horas, Trump pasó de considerarse el triunfador de aquella jornada
memorable a reconocer tácitamente que le habían tomado el pelo.
De todas las promesas sobre política exterior que hizo durante la campaña electoral no ha cumplido ninguna. Porque los sátrapas, Putin y Netanyahu, en vez de atemperar los ánimos y abandonar sus políticas expansionistas, han recrudecido los ataques asesinos a Ucrania y a Gaza respectivamente. Se han reído y se siguen riendo del emperador en su cara.
Pero, lo que es peor, al comprobar que Trump no tiene nada que ofrecerles, le
han perdido por completo el respeto, porque han comprobado la debilidad de su imperio.
Así empezó Roma antes de su caída. Las legiones romanas eran poderosas y capaces de defender las fronteras del imperio, pero la
ineptitud de sus emperadores fue poco a poco animando a los pueblos germánicos,
empujados por los hunos, a atacar, hasta que lograron acabar con el inmenso poder de aquel imperio.
Europa, que nos guste o no es parte de este imperio, debe
incrementar su autonomía frente a Washington, porque de no hacerlo corre el riesgo de
hundirse con la “metrópoli”. Algunos pasos se están dando, es cierto, pero se
me antojan insuficientes. Después, cuando Washington sea consciente de nuestra capacidad de decidir lo que más nos interese, podremos seguir en alianza, porque la unión hace la fuerza, pero no tendremos que seguir a ciegas los dictámenes del emperador de turno. Los castizos dicen, juntos pero no revueltos.
Desgraciadamente los imperios dominantes en la historia y que comentas , Roma y USA (ambos democráticos al uso de los tiempos) se desmoronan o descomponen por la presión de los pueblos bárbaros (normalmente totalitarios) y no democráticos.
ResponderEliminarAlgo falla en las democracias para que esto ocurra y es de supervivencia averiguar que es e intentar ponerle freno , si no las hordas bárbaras Rusas, Chinas , Coreanas y algunas otras similares van a dejar a la civilización occidental en la edad media.
Nota: Los barbaros solo entienden del "palo" y el que lo tenga mas grande gana.
En mi opinión, Trump y su errática política están hundiendo a su país. Si no queremos que nos arrastren en la caída, los europeos debemos avanzar en nuestra autonomía. Cuando podamos hablar de tú a tú con EE. UU., deberíamos seguir siendo sus aliados para hacer frente a los riesgos exteriores, pero con criterio propio y sin imposiciones.
Eliminar