Para que se entienda mejor el contexto, explicaré que Millás acababa de
confesar que estuvo en un seminario durante tres años de su vida, entre los
quince y los dieciocho, del que lo invitaron a salir al detectar que en
realidad no tenía ninguna vocación. A su director espiritual no le debían de gustar demasiado las ideas que plasmaba en su obligado diario de seminarista y le propuso que abandonara. De hecho, el escritor se declara en la
actualidad ateo.
El padre Baudilio había sido compañero suyo durante aquellos
años y en la actualidad continúa ejerciendo su vocación. Se recordaban y
entablaron una conversación que, como ya he dicho, me pareció interesantísima,
la de dos personas muy preparadas e inteligentes, uno creyente y el otro ateo.
Millás preguntó al religioso si seguía creyendo en Dios y la respuesta fue que
por supuesto. No contento, el escritor insistió: ¿pero en aquel Dios que nos
enseñaban? La respuesta fue tan tajante como la anterior: algo rectificado.
En un momento determinado, cuando hablaban de teología,
Millás explicó que Borges consideraba que esta disciplina pertenece al género de la
fantasía, opinión a la que el oblato no contestó. Me hubiera gustado conocer su idea, pero sólo oí el silencio. Yo nunca había oído hablar de esta frase del gran escritor, pero desde
mi modesto conocimiento de la materia en cuestión coincido completamente con él. Nunca
he sabido si se estudia teología para encontrar la verdad o para quedarse uno
más tranquilo con sus creencias. Supongo que rodearlas de enciclopedismo ayuda mucho a
mantenerse en el convencimiento de que se está en la verdad.
Después hablaron de las vocaciones, para confirmar los dos
algo que todos sabemos, que ahora la mayoría de las órdenes religiosas se
nutren de seminaristas procedentes de países del tercer mundo. Millás dijo algo
así como que parece como si ahora las religiones fueran cosa de pobres. En mi opinión también lo fueron antes, porque al fin y al cabo se trata de una profesión con una buena salida laboral.
La parte final de la entrevista la dedicaron a la literatura actual.
Hablaron de “El loco de Dios en el fin del mundo”, el último libro de Javier
Cercas, y de “Ese imbécil va a escribir una novela”, escrita por el propio
Millás. El padre Baudilio, que se declaró lector empedernido, había leído los dos y
no le faltaron elogios. Cuando acabó la entrevista me metí en Internet y se los encargué a Amazon. En su lectura estoy en estos momentos y cuando acabe quizá me atreva a dar mi subjetiva opinión.
Hay veces en los que uno se encuentra con regalos
inesperados. Éste ha sido uno de ellos.
En un libro de historia de Antonio Domínguez Ortiz leí que en el siglo XVIII había en España mas de veinte cátedras de teología y unas seis de matemáticas. Así nos ha ido.
ResponderEliminarBuena observación. Espero que desde el XVIII hayamos mejorado. De hecho, en los últimos años se ha desatado un auténtico furor por el estudio de las matemáticas, lo que a mi juicio significa que la razón se impone sobre las fantasías.
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