Como consecuencia de esta idea, suelo seguir muy de cerca
todo aquello que afecte a nuestras fuerzas armadas. Procuro estar muy al día de
su evolución, tanto en los aspectos organizativos como en el de las dotaciones
de material. Por supuesto mi conocimiento es muy generalista, pero creo que
tengo una idea bastante clara de cómo se ha ido modernizando a lo largo de los
últimos años.
Cuando el presupuesto en Defensa se situaba en el entorno
del uno por ciento, me parecía absolutamente escaso para nuestras necesidades
defensivas. En mi opinión, no había capacidad de respuesta ni siquiera si se
produjera un ataque desde nuestra frontera sur, que como es sabido siempre ha
constituido una amenaza latente sobre nuestra integridad territorial. Canarias,
desde mi punto de vista, estaba expuesta a un ataque por sorpresa.
Ese presupuesto ha ido aumentando paulatinamente y avanzando
hacia un objetivo del dos por ciento. Conozco con cierto detalle los programas de
rearme en desarrollo y en fase de planificación y me atrevería a decir, que suponen un incremento cualitativo digno de consideración. No voy a entrar en
detalles, porque no quisiera aburrir.
Pero ahora Trump se saca de la manga una nueva cifra, nada
más y nada menos que la del cinco por ciento, un guarismo que no se corresponde
con ningún plan de equipamiento concreto, sólo con su capricho. Podría haber
dicho el cuatro o el seis, pero ha redondeado a un número primo. La intención
es clara, vender armas a sus aliados, para compensar su deteriorada balanza de pagos.
La esperpéntica cumbre de la OTAN, en la que desde su
secretario general hasta el último de los mandatarios de los países miembros
han rendido pleitesía al poderoso emperador de occidente -por no decir como
diría un amigo mío que le han besado el culo- ha contado con una excepción, la
del presidente del gobierno español. Es cierto que ha firmado el comunicado
final para evitar romper un consenso necesario en una alianza defensiva, pero
ha dejado claro que mantiene su objetivo del dos por ciento.
Las izquierdas populistas de este país, que nunca reconocerán
la necesidad de contar con unas fuerzas armadas que con su poder de disuasión
nos ermita mantener el estado de bienestar, seguirán poniendo el grito en el
cielo cada vez que se toque este tema. La derecha, a su vez, en un alarde de
cinismo de diseño, guardará silencio respecto a la imposición de Trump, aunque
se les escape de vez en cuando que, si bien acatarían la imposición del
emperador, negociarían la adaptación a nuestra realidad social.
No sé como acabará este asunto, pero yo aplaudo que reforcemos nuestro sistema defensivo, al mismo tiempo que celebro que Sánchez le digo no al todopoderoso presidente de los EE, UU.
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