3 de julio de 2025

Vendo misiles a buen precio

Quien me conoce sabe que siempre he considerado que la seguridad es un bien social, por extraña que parezca la aseveración. Una sociedad amenazada por fuerzas internas o externas nunca podrá ser considerada como un estado del bienestar, por muy desarrollados que tenga los restantes pilares que lo definen como tal.

Como consecuencia de esta idea, suelo seguir muy de cerca todo aquello que afecte a nuestras fuerzas armadas. Procuro estar muy al día de su evolución, tanto en los aspectos organizativos como en el de las dotaciones de material. Por supuesto mi conocimiento es muy generalista, pero creo que tengo una idea bastante clara de cómo se ha ido modernizando a lo largo de los últimos años.

Cuando el presupuesto en Defensa se situaba en el entorno del uno por ciento, me parecía absolutamente escaso para nuestras necesidades defensivas. En mi opinión, no había capacidad de respuesta ni siquiera si se produjera un ataque desde nuestra frontera sur, que como es sabido siempre ha constituido una amenaza latente sobre nuestra integridad territorial. Canarias, desde mi punto de vista, estaba expuesta a un ataque por sorpresa.

Ese presupuesto ha ido aumentando paulatinamente y avanzando hacia un objetivo del dos por ciento. Conozco con cierto detalle los programas de rearme en desarrollo y en fase de planificación y me atrevería a decir, que suponen un incremento cualitativo digno de consideración. No voy a entrar en detalles, porque no quisiera aburrir.

Pero ahora Trump se saca de la manga una nueva cifra, nada más y nada menos que la del cinco por ciento, un guarismo que no se corresponde con ningún plan de equipamiento concreto, sólo con su capricho. Podría haber dicho el cuatro o el seis, pero ha redondeado a un número primo. La intención es clara, vender armas a sus aliados, para compensar su deteriorada balanza de pagos.

La esperpéntica cumbre de la OTAN, en la que desde su secretario general hasta el último de los mandatarios de los países miembros han rendido pleitesía al poderoso emperador de occidente -por no decir como diría un amigo mío que le han besado el culo- ha contado con una excepción, la del presidente del gobierno español. Es cierto que ha firmado el comunicado final para evitar romper un consenso necesario en una alianza defensiva, pero ha dejado claro que mantiene su objetivo del dos por ciento.

Las izquierdas populistas de este país, que nunca reconocerán la necesidad de contar con unas fuerzas armadas que con su poder de disuasión nos ermita mantener el estado de bienestar, seguirán poniendo el grito en el cielo cada vez que se toque este tema. La derecha, a su vez, en un alarde de cinismo de diseño, guardará silencio respecto a la imposición de Trump, aunque se les escape de vez en cuando que, si bien acatarían la imposición del emperador, negociarían la adaptación a nuestra realidad social.

No sé como acabará este asunto, pero yo aplaudo que reforcemos nuestro sistema defensivo, al mismo tiempo que celebro que Sánchez le digo no al todopoderoso presidente de los EE, UU. 

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