Pedro Sánchez, que en su momento reconoció el estado de
Palestina, ha sido uno de los pocos líderes occidentales que se ha atrevido a alzar
la voz contra esta barbarie, recibiendo en consecuencia criticas abiertas o
medio veladas de algunos líderes de la oposición. Incluso alguno de ellos, como Núñez Feijóo, le acusa de desviar la atención a sus problemas mediante una
maniobra de distracción. Isabel Díaz Ayuso ha ido a más, tachándolo de antisemita.
Es verdad que cuando escribo estas líneas parece que algo empieza a moverse en las conciencias europeas, pero con tanta timidez que todo me hace pensar que al final la reacción se quede sólo en palabras, porque sospecho que no hay voluntad de enfrentarse abiertamente a los desmanes cometidos por el gobierno de Netanyahu, ni siquiera en el plano diplomático.
La globalización ha originado que las relaciones comerciales
del mundo occidental con Israel sean, no sólo cuantiosas en cantidad, sino
también sensibles en calidad, sobre todo en el ámbito de la defensa. De ahí la resistencia que se observa en determinados
ambientes a la ruptura de los contratos de importación en vigor, porque no cabe
la menor duda de que puede afectar a la seguridad nacional. Si a eso le
añadimos que los servicios secretos de Israel gozan de un enorme prestigio por
su eficacia y su demostrada capacidad para intervenir en los asuntos internos de
otros países, el temor a tomar medidas drásticas se entiende perfectamente.
Pero la situación ha llegado a unos extremos que no permite guardar más silencio. Todos los días pasan ante nuestros ojos escenas de la
masacre que se está perpetrando en Gaza. A los muertos y a los heridos por los
disparos, ahora empiezan a acumularse las víctimas de la hambruna, niños
famélicos sin ni siquiera fuerzas para comer y una población desnutrida, sin
techo donde guarecerse, sin medicinas y sin hospitales. Una tragedia
humana de proporciones dantescas.
La inestabilidad y las guerras en el Próximo Oriente se
vienen sucediendo desde la creación del Estado de Israel, pero las
características del actual conflicto en nada se parecen a las de los anteriores,
porque ahora no hay un frente y unos ejércitos que combatan entre ellos, sino
una población civil de cerca de dos millones de personas, sometida a los
ataques sistemáticos de los tanques y los cañones israelíes.
La barbarie es tal, que estoy completamente seguro de que
habrá un antes y un después. La situación actual, caracterizada
fundamentalmente por la presencia al frente de los destinos de Israel de un
gobierno de ultraderecha y por un apoyo incondicional de la actual
administración americana, cambiará algún día. Pero la indignación que esta situación está produciendo en las conciencias palestinas y
en las de la población de los países musulmanes simpatizante de su causa, hace temer que lo que está consiguiendo Netanyahu no es defender su
país del terrorismo de Hamás, sino crear un clima irreversible, condenar a su país a una suerte de inseguridad que
perdurará durante decenios.
Me reafirmo en la única hipótesis que yo considero posible, en la necesidad de crear dos estados que convivan en la mejor de las armonías posibles bajo los auspicios de la ONU.
Como persona humana no puedo por menos que apoyar tu artículo y sentir vergüenza ante el genocidio que está perpetrando el presidente israelí y el temor cobarde de la UE. Es imposible no conmoverse.
ResponderEliminarGracias.
Pilar.
Pilar, gracias por tu comentario. Todos los días entre cincuenta y cien muertos, y Europa sin saber qué hacer. Una vergüenza como tú dices.
EliminarEs horrible, de pesadilla, y encima tener que escuchar a los que justifican el genocidio por el derecho de Israel a defenderse.
ResponderEliminarFernando, es indignante que la oposición en España siga remoloneando y no se atreva a apoyar al gobierno en sus intentos de que la UE reaccione. Una vergüenza.
ResponderEliminar