22 de mayo de 2025

Parcos en palabras, pródigos en emoticonos

No sé si he escogido bien el título. En realidad, de lo que quiero hoy hablar es de cómo las nuevas modas están destrozando la escritura. Creo que la idea me ha venido como consecuencia de esa nueva costumbre de comunicar un comentario mediante un “Fulanito reaccionó con un…” y la correspondiente inserción de un emoticono en una conversación de WhatsApp. A mí me da la sensación de que quien elige el monigote juega a aquello de “pinto, pinto, gorgorito”, pasea el dedo índice sobre el cuadro que los contiene y pincha el primero que encuentra.

Confieso que esta costumbre me despista mucho, porque nunca sé si se trata de una crítica o de una alabanza. Por ejemplo, el otro día, después de escribir un artículo en este blog de estilo e intención irónicos y de haber comunicado en un WA a mis amigos que lo acababa de publicar, alguien “reaccionó” con uno de esos monigotes, con los ojos desorbitados y expresión de sorpresa. Todavía, después de haberle dado muchas vueltas a la intención de mi comunicante, no sé qué quería decir, que le sorprendía la ironía o la malévola intención que se ocultaba tras mis palabras o que no había entendido nada.

Seguramente esta persona estará convencida de que con una minúscula caricatura adosada a uno de mis mensajes ha sido capaz de trasmitirme toda una crítica literaria. Pero lo cierto es que me ha dejado en la mayor de las incertidumbres, de la que jamás saldré, porque es evidente que nunca me atreveré a preguntarle qué demonios quería decirme con el emoticón de marras.

Otras veces me llega un besito o un corazoncito e incluso alguna flor. Me quedo pasmado, porque descubrir la intención del remitente me resulta difícil, por no decir imposible. Pero cuando veo lágrimas, la cosa se pone peor, porque me queda la duda de si habré entristecido su ánimo o me estará trasmitiendo que lo que he escrito es digno de conmiseración por su falta de claridad.

Me pregunto por qué algunos abandonan las palabras de nuestro rico idioma y se refugian en los emoticonos. Puede que sea por brevedad, por no perder ni un segundo en teclear. Aunque sospecho que muchos lo hagan por mimetismo, por una especie de intento de parecer jóvenes, ya que se lo han visto hacer a sus hijos o a sus nietos. Deben de pensar que si se suben al carro de la modernidad nadie dudará de que están en la cresta de la ola de los nuevos tiempos.

De eso de ahorrar palabras sustituyéndolas por abreviaturas o por signos aritméticos, prefiero no hablar, porque estoy seguro de que mi opinión heriría más de una sensibilidad. No acabo de entender que en vez de porque se ponga pq o, lo que todavía es peor, xq. Sí, ya sé que es más corto, ¿pero qué necesidad hay de recurrir a la taquigrafía?

Llegado a este punto, y soltados mis demonios, que cada uno escriba como le dé la gana. A mí cualquier comentario que me llegue siempre me gustará, incluso cuando consista en Fulanito reaccionó con un monigote. Aunque no entienda la intención, preferiré pensar que se trata de un halago y no de una crítica.

5 comentarios:

  1. Lo que quiere decir que no siempre una imagen vale más que mil palabras.
    Fernando

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    1. Fernando, te cuento una historieta que me ocurrió a mí y que quizás Luis ya conozca.
      En una reunión en los Servicios Sociales donde yo vivía un urbanista presentaba un proyecto de eliminación de barreras arquitectónicas y en un momento dado presentó un serie de diapositivas con la fase de “como una imagen vale más que mil palabras…”, a la que el representante de la ONCE que estaba a mi lado susurró: “no siempre, no siempre”.
      Angel

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Fernando, lo que quiero decir es que abandonar el lenguaje escrito y refugiarse en monigotes me parece un retroceso cultural. Pero también añado que cada uno haga lo que le de la gana, porque la cultura implica tolerancia.

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