Sólo se trata de la opinión de un antiguo presidente del
gobierno español, pero a pesar de la subjetividad propia de cualquier político a mí me
ha hecho pensar. Los comportamientos parlamentarios de los actuales líderes de Podemos
no son los que se esperarían de una minoría de izquierdas cuando está
gobernando una coalición progresista. Parecen los de un grupo resentido por lo
mal que les han ido las cosas y que, como consecuencia, practican aquello de si
hay que hundirse nos hundimos juntos, porque en la oposición somos todos
iguales. Deben de pensar que pueden conservar sus cuatro o cinco escasos escaños y continuar compitiendo para hacerse con el control de la izquierda, aunque los destinos
del país hayan pasado mientras tanto a manos de la derecha y la ultraderecha.
Una vez que Podemos removió los cimientos de
un PSOE que se había dormido en los laureles, después de anunciarnos que quería
asaltar los cielos y tras un periodo de idilio con el partido socialista,
parece como si sus dirigentes hubieran decidido volver a sus orígenes, a aquellos
principios en los que lograron encandilar a un importante porcentaje de
votantes progresistas. Pero el tiempo ha transcurrido y ha dejado claro que
aquello no fue más que una ilusión que, además de desunir a la izquierda como
nunca lo había estado antes, no ha hecho sino sembrar cizaña en el bloque
progresista.
La maniobra de Yolanda Díaz que culminó con la creación de Sumar, aunque se basaba en un intento de unir a una izquierda que estaba muy dividida por la existencia de tanto personalismo, no ha supuesto ningún cambio sustancial. Se mantienen en la coalición que en este momento gobierna, pero tras cada paso que da el ejecutivo sacan a relucir inoportunas discrepancias, en un intento de demostrar que ellos no son lo mismo. Un auténtico esperpento, una falta absoluta de realismo político.
Si la izquierda no se une, si los líderes de estos pequeños partidos no dejan de jugar unas cartas que lo único que consiguen es quebrantar la unidad progresista, apaga y vámonos. Como sospecha Felipe González, pasarán a la oposición y se sentirán muy a gusto gesticulando desde sus escaños, mientras que estas derechas que ahora están en la oposición se frotarán las manos y manejarán a su antojo los destinos de nuestro país. Más torpeza política no cabe.
En Castellote, el pueblo aragonés de mis raíces, cuando alguien percibe lo inevitable, utiliza una expresión que a mí me encanta por su sonora elocuencia: “¡Ah... y qué has de hacer!”.
La única solución es que el PSOE haga ofertas muy, muy generosas a los partidos a su izquierda. Sería injusto para algunos posibles candidatos del PSOE, pues algún escaño sería un regalo, pero la izquierda estaría entonces unida y tendría amplias posibilidades de gobernar.
ResponderEliminarNo sé a qué tipo de ofertas generosas te refieres. No olvidemos que el PSOE es un partido socialdemócrata que cuenta con un gran respaldo dentro del electorado progresista. En mi opinión, si esas concesiones vulneraran los principios de moderación que caracterizan al primero, es posible que ganara apoyos por un lado pero perdiera votos por el otro. Es la izquierda a la izquierda del PSOE la que tiene que aceptar la realidad del mapa electoral. En caso contrario, le estará facilitando el camino a las derechas.
EliminarMi vaticinio: para las próximas elecciones generales Podemos 0 diputados, Sumar 2.
ResponderEliminarFernando, si esos descalabros que vaticinas redundaran en más votos para el PSOE, es posible que el partido socialista volviera a ganar las elecciones. Si además en Cataluña y el País Vasco siguiera aumentando el voto al PSOE, con más motivo. Pero mucho me temo que eso sea pedirle peras al olmo.
ResponderEliminarPienso que el Psoe subirá y la izquierda de la izquierda se resquebrajará, como pasa siempre.
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