Sostiene el catedrático de paleontología y director del yacimiento prehistórico de Atapuerca que las culturas primitivas ofrecían sacrificios a sus dioses con la exclusiva intención de alagarlos, porque el
imaginario colectivo no consideraba que tuvieran ninguna influencia en el
devenir de sus vidas. Eran sociedades desordenadas y caóticas, en las que los
convencionalismos todavía no habían hecho acto de presencia. No había normas de
conducta y primaba la ley del más fuerte. De manera que a aquellos hombres ni se les pasaba por la imaginación que sus dioses les pudiera exigir responsabilidades.
Pero a medida que las sociedades fueron evolucionando y como
consecuencia desarrollando normas de convivencia, aquellos dioses, en principio tan sólo
venerados, se fueron convirtiendo en dioses meticones, porque empezaron a ser considerados árbitros de los comportamientos humanos, garantes del orden y
concierto social y referentes de la bondad frente a la maldad. En definitiva,
las sociedades primitivas, a medida que fueron alcanzando mayores niveles de
desarrollo, modificaron la concepción de sus divinidades, convirtiendo sus figuras
en modelos de su ideal de comportamiento. Dicho de otro modo, los
hombres fueron creando a Dios a medida de sus necesidades colectivas, como
garantía de convivencia.
Arsuaga cita las sociedades precolombinas.
Tenían dioses, todavía no meticones, y las religiones y sus representantes,
los sacerdotes, se limitaban a ofrecer sacrificios para que las divinidades estuvieran contentas y no los molestaran. La llegada de los españoles con su Dios
cristiano modificó el estatus, porque los nativos aceptaron éste y abandonaron
los anteriores. En este caso, no se trató de una evolución sino de una imposición.
Es curioso pensar en que la paleontología, es decir, la ciencia
que estudia la evolución de los seres vivos a través de sus restos fósiles, ayude
a formular teorías que lindan con la filosofía o, como en este caso, con la teología. Pero es que basta con indagar en nuestros orígenes para que una
enorme cantidad de preguntas aparezcan y, aunque nunca lleguemos a conocer sus
respuestas, al menos ayudan a entender mejor el enigmático universo en el que
vivimos.
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