21 de septiembre de 2025

No es torpeza, es ineptitud

 

Siempre me ha llamado la atención la falta de rigor político que  observo en el estilo de hacer oposición de Feijóo. Al principio, cuando después de llegar a Madrid rodeado de una aureola de moderación y centralidad empezó a soltar las primeras andanadas de brocha gorda, creí que se trataba de un error de principiante que iría corrigiendo a medida que entrara en el detalle de los grandes temas de interés nacional.

Es cierto que me extrañó tanta torpeza, pero en mi fuero interno le di un voto de confianza. Me resultaba difícil aceptar que estuviéramos ante otra Ayuso o ante otro Abascal. Pero a medida que fue pasando el tiempo y fui comprobando que era incapaz de hacer oposición política en el exacto sentido de la expresión, quiero decir de plantear alternativas a las propuestas del gobierno, empecé a pensar que se trataba limpia y llanamente de impericia, quizá motivada por el hecho de que no es lo mismo administrar una comunidad autónoma que un país de tanto peso y complejidad como es España.

Luego pasé por una fase de análisis detallado de sus mensajes y descubrí que los insultos y las descalificaciones hacia Sánchez, no sólo crecían en maledicencia, sino además en frecuencia. Del dimita usted pasó primero al apelativo de ocupa de La Moncloa, después a las acusaciones de corrupción de su entorno, más tarde a señalarlo como capo de una banda de mafiosos, para acabar inculpándolo de vivir de la prostitución. Quién sabe cuál será el próximo capítulo, porque visto lo visto quizá lo acuse de haber convertido los jardines que rodean su residencia en una plantación de marihuana. 

En mis últimas reflexiones he llegado a la conclusión de que no se trata de torpeza sino de absoluta y total incompetencia. Cuando a uno le toca hablar y no sabe de qué, el truco recurrente es cambiar de tema y desviar la conversación hacia otros derroteros más sencillos. Al señor Feijóo no le he oído jamás un juicio sobre asuntos económicos, sobre empleo, sobre crecimiento, sobre productividad o sobre diversificación de la actividad económica. La razón debe de ser que no tiene ni idea de estos asuntos y, claro, entrar en debates parlamentarios cuando se está en mantillas es muy peligroso. Resulta más fácil decir que la corrupción se ha instalado en casa del presidente del gobierno que entrar en materia política.

Pero es que tampoco tiene criterio sobre las difíciles relaciones internacionales. Se limita a leer cuatro consignas que le dictan sus colaboradores y a utilizarlas como señuelos distractivos. ¿Sabemos qué opina de la guerra de Ucrania? Del exterminio del pueblo palestino de Gaza sí dice algo de vez en cuando, evasivas para eludir que estamos asistiendo a uno de los mayores genocidios que han conocido las generaciones actuales.

Mucho me temo, por tanto, que lo suyo no sea torpeza sino ineptitud. A veces me pregunto si contará con un equipo de asesores que le marquen una cierta línea política, que le vayan enseñando poco a poco el arte de gobernar. Pero la respuesta que me doy es que, si ese gabinete existe, su exclusivo cometido debe de ser asesorarle sobre por dónde puede aumentar aún más el calibre de sus groseros insultos. Porque de los temas que de verdad interesan a los españoles tampoco deben de entender gran cosa.

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