Lo he dicho en varias ocasiones, este blog es la válvula de escape de mis inquietudes. No me explico cómo me deshacía de ellas antes de empezar a escribir aquí, porque ahora, lo confieso, cada vez que termino un artículo y pulso el intro siento un gran alivio, como si me hubiera quitado un peso de encima. Por supuesto que en el momento de publicar me pregunto si gustará o no; pero teniendo en cuenta que se trata de opiniones y no de dogmas, tampoco me preocupa demasiado. No todos tenemos las mismas ideas ni nadie está obligado a leer las mías ni mucho menos a compartirlas.
Voy a explicar un poco, porque alguno me lo ha
preguntado, la génesis de cada ocurrencia o reflexión. Suele empezar cuando oigo o leo o veo algo que llame mi atención por algún motivo. Acto seguido elijo un
título y lo apunto en el que yo llamo mi cuaderno de bitácora. Como es fácil suponer, esta primera acción puede suceder a cualquier hora del día, porque
para recibir impresiones del exterior no hay horarios.
En lo que sí mantengo una cierta disciplina es en la tarea diaria de ponerme frente
al ordenador y empezar a teclear. Suele ocuparme un par de horas al día, entre las
seis y media y las ocho y media de la tarde. En esto soy bastante cumplidor,
aunque naturalmente al no ser una obligación inexcusable cualquier otra
actividad puede obligarme a desertar de mi autoimpuesta obligación.
En la primera sesión escribo de un tirón un artículo
entero, aunque evidentemente a falta de corregir la forma y el fondo, sobre todo la
primera. Digo esto, porque cuando me siento frente al ordenador ya he madurado el mensaje que quiero dar y rara vez me aparto de la
idea original. La redacción es otra cosa, porque uno de mis muchos defectos es un inútil perfeccionismo y, como consecuencia, nunca estoy totalmente satisfecho con las
palabras elegidas.
En la segunda sesión remato la idea. Pero por lo general no publico el
artículo recién acabado hasta unos días después, porque durante los siguiente
lo vuelvo a leer y releer hasta que mi criterio me dice que adelante. Mientras
tanto el artículo con su foto permanece como borrador en el blog. Por cierto,
la elección de la foto requeriría alguna explicación, pero me limitaré a decir que Internet me ayuda mucho a escoger lo que pretendo. Hay imágenes para todo, incluso para las ideas abstractas.
Confesado lo anterior, hoy sólo voy añadir que mi
intención es continuar escribiendo aquí. Dada las circunstancias, no me planteo
un nuevo objetivo numérico -el millar de artículos- porque las neuronas se van
perdiendo día a día y puede que llegue un momento en el que ni siquiera me
acuerde de como acceder a la nube para encontrar en ella “El huerto abandonado”.
Eso sí, la contraseña la tengo apuntada en un cuaderno. Otra cosa será que se me olvide en cuál.
Suma y sigue.

Seguro que tus neuronas se renuevan cada día, Luis.
ResponderEliminarEs una terapia mental excelente escribir un poquito cada día, no importa de qué.
Y leer y compartir los pensamientos es fenomenal para el espíritu.
Gracias, Fernando, por darme ánimos.
ResponderEliminarMi más sincera admiración, no tanto por el número cuanto por la calidad de los artículos.
ResponderEliminarGracias, Pedro. Respecto al número, ya sabes lo que dicen por ahí (con la boca chica), que el tamaño no importa.
EliminarLuis, gracias por escribir y por contarnos la géneis de tu escritura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Angel
Ángel, muchas gracias a ti. Supongo que no te he descubierto nada con lo de la génesis, porque lo hemos hablado en más de una ocasión.
Eliminar