Bromas aparte, resulta curioso observar cómo determinado tipo de
personas relacionan los idiomas con el patriotismo. En España, concretamente,
se da el fenómeno de que algunos consideran que la utilización de las lenguas
vernáculas fomenta la desunión entre los españoles y va en contra del amor patrio. En vez de aceptar la
realidad del plurilingüismo de nuestro país como un hecho cultural de origen histórico indiscutible, arremeten contra su uso.
La Constitución puso orden en este asunto, porque los padres de la carta magna fueron conscientes de que de no hacerlo se podrían crear problemas en el futuro y, como consecuencia, dejaron claro que el catalán, el vasco y el gallego son idiomas cooficiales junto al castellano. Después, a medida que fue pasando el tiempo, se establecieron regulaciones de su utilización en las reuniones oficiales, como por ejemplo en el Congreso y en el Senado. Por eso, en la última conferencia de presidentes de comunidades autónomas, a pesar de los desplantes malhumorados de Isabel Díaz Ayuso, algunos de ellos se expresaron en su idioma materno.
Es cierto que si todos hubieran hablado en castellano la
comunicación habría sido más fácil, aunque yo no veo ninguna dificultad
en utilizar los pinganillos. Pero lo que no podemos olvidar es que detrás de
toda esta polémica hay una actitud de legitima utilización de unos idiomas que
forman parte del patrimonio cultural español y que, por consiguiente, todos estamos obligados a
defender porque es de todos. Oponerse a ello es tratar de deslegitimar la cultura española y crear agravios innecesarios.
Cuando me encuentro ante estas actitudes, una mezcla de chulería y de
desprecio a una parte de la población española, me doy cuenta de que
la intolerancia constituye una de las lacras que más perjudican el entendimiento entre las distintas regiones de España. Producen rechazo en los afectados por la desconsideración, pero también en los que creemos que la mejor política para evitar los
movimientos nacionalistas es la aceptación de las diferencias lingüísticas, lo que no
significa concesión de privilegios, sino simplemente reconocimiento de un legado cultural que ha persistido a través de los siglos y ha llegado hasta nosotros.
Pero parece que doña Isabel ignora estas consideraciones y “tira pa´lante”,
lo que entusiasma a algunos de sus incondicionales, aunque disguste a millones de españoles que están orgullosos de su lengua materna. Siempre ha habido separatistas y separadores, como dijo don Miguel de Unamuno.
Los idiomas son cultura, eso es evidente.
ResponderEliminarEl problema es cuando ese idioma regional o autonómico pretende ser el predominante y el oficial de la región y pretende desplazar al castellano, que guste o no guste, es la lengua oficial de España.
Y claro que la Constitución las ampara pero lo primero que dice sobre el asunto es que "El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla"
Ese sencillo texto no todas las regiones autonómicas españolas lo tienen así de claro.
En una Nación , la lengua oficial es fundamental para su funcionamiento como tal y para la" igualdad de oportunidades" de todos los españoles y esto tampoco lo tienen tan claro algunas Comunidades Autónomas.
A veces parece que se persigue al que defiende el castellano como la lengua oficial.
Valga como curiosidad el pasaje bíblico de la Torre de Babel donde Dios como castigo contra la soberbia del hombre y para crear confusión les envió multitud de lenguas. De acuerdo con la Biblia, Dios dijo: “Confundamos allí [en Babel] su lenguaje para que no entienda el uno el lenguaje del otro” (Génesis 11:7, nota). En consecuencia, los obreros “dejaron de edificar la ciudad” de Babel y se esparcieron por “toda la superficie de la tierra”
Repito que valga como curiosidad este pasaje y que cada uno saque la moraleja que quiera.
Muchas gracias por tu extenso comentario. Sólo alguna puntualización por mi parte, porque de su lectura me queda la sensación de que has malinterpretado el sentido de mi artículo, quizá porque no me haya expresado correctamente. Hablas de comunidades autónomas en genérico, cuando en cada una de ellas hay distintas actitudes respecto al uso del castellano y de su lengua materna. Por supuesto que el primero es el idioma de todos los españoles, pero aceptado este principio constitucional, entrar en guerras idiomáticas es propio de separadores y de separatistas. Ni lo uno ni lo otro. Ese es mi mensaje.
EliminarEn cuanto al pasaje bíblico que mencionas, una de cuyas imágenes simbólicas ilustra mi exposición, siempre he pensado que el antiguo testamento contiene unas historias muy entretenidas.
¿Imposiciones? Las mínimas. Ni denostar el uso de las otras lenguas españolas, ni imponer su uso.
ResponderEliminarDe acuerdo, Alfredo. Ni denostar ni imponer. Aunque no es lo mismo imponer que defender.
EliminarMi experiencia al respecto es la siguiente:
EliminarLlevo viviendo en Galicia desde hace más de siete años. Aquí en la aldea casi todo el mundo habla gallego, lengua a la que no me queda otra que acostumbrarme y, aún así, tengo dificultad muchas veces para entender. Con las personas que hablo, al darse cuenta del esfuerzo que hago por entenderlas, tratan de hablarme en castellano, pero noto que también les cuesta mucho trabajo hablar en castellano, pues están muy acostumbradas a expresarse en su lengua materna.
Imagino (por imaginar) que un día Cataluña (por poner un ejemplo) conquistara España y nos impusiera a todos hablar en catalán e incluso prohibiera hablar en castellano. Uf, la que se podría armar.
Y ahora mi anécdota:
Acababa de llegar a Galicia hacía siete años tras recorrer mil y pico de kilómetros en coche desde Cádiz. Llegaba de noche muy cansado. Encontré un sitio para aparcar en una plaza donde había muchos otros coches aparcados. Miré por si había alguna señal de tráfico que impidiera el estacionamiento, pero sólo vi una señal que ponía que estaba permitido (la P sobre fondo azul, aunque debajo de la misma había una señal que ponía "agas xoves"). Como estaba muy cansado no me preocupé por saber el significado de aquella expresión, sino que me fui tranquilamente hacia la casa de la que hoy es mi mujer.
A la mañana siguiente, estando de paseo por la zona con Elena, me fijo que donde aparqué la noche anterior había un mercadillo, y cero coches aparcados, y por supuesto tampoco estaba el mío. Se lo dije a Elena, con sobresalto:
-Mi coche no está.
-¿Lo aparcaste aquí?
-Sí.
-¡Pero aquí está prohibido los jueves! ¡Hay mercadillo!
-Ah, pues no lo sabía.
-¿No leíste el cartel?
-Sí, es un cartel de permitido aparcar.
-¡Excepto jueves! ¿No leíste?
-No, sólo leí "agas xoves".
-¡Eso significa "excepto jueves"!.
-Vaya, no lo sabía, pues voy a llamar adonde la grúa.
Llamé, efectivamente y para mi consuelo mi coche se encontraba en el depósito municipal, adonde llevan los coches que son retirados por la grúa. Tuve que pagar sesenta euros por rescatarlo y me encontré además con una multa de otros sesenta euros o más.
Los sesenta euros del rescate no me quedó más remedio que pagarlos, pero con respecto a la multa hice una reclamación por escrito en la que alegué que era de Cádiz, que había venido conduciendo desde ellí y que había llegado de noche muy cansado, que no entiendía nada de gallego y que por consiguiente no había entendido el cartel de "agás xoves".
Al cabo del mes me contestaron condonándome la multa.
Antes esta noticia estupenda nos pusimos muy contentos y lo celebramos tomándonos un albariño con pulpo a la feria (a la gallega) en una terraza en la plaza que desde entonces bauticé con el nombre de Agas Xoves. Y jamás desde entonces he olvidado lo que significa esta expresión.
Moraleja: que yo soy de los que aprenden a base de palos y de sustos.
Quizás no lo he entendido bien, pero el "único nombre criticable" por tu parte en tu exposición, es la de Diaz Ayuso (por criticar las lenguas maternas) y no aparece ningún nombre por criticar (incluso por intentar desterrar) en algunas comunidades el uso del español (castellano).
ResponderEliminarNota :No me gustaría ir con el pinganillo conectado a un traductor de internet para entenderme en algunas comunidades autónomas. Si fuera ese el caso, prefiero hablar en inglés que será el idioma oficial universal en el futuro.
Lo que comenta Fernando y la "necesidad de aprender a palos" en una comunidad autónoma de España, es el "inicio de la exclusión del castellano en España" e incluso del desprecio de alguna de esas autoridades de esas comunidades autónomas por los españoles de otras comunidades españolas o sea por España.
ResponderEliminarPequeños y aparentemente intrascendentes "hechos consumados", a la larga, después de miles de ellos, terminaran haciendo de España lo que se cuenta en la historia bíblica de Babel ..............eso es lo que creo puede ocurrir en España en el futuro
Como llevo unos días de ajetreo veraniego, he tardado en contestar a los últimos comentarios con la rapidez que me gusta. Pero ahora que gozo de un respiro, ahí van mis acuses de recibo.
ResponderEliminarFernando, simpática anécdota la que relatas. Creo, sin embargo, que te encuentras muy a gusto en Galicia rodeado de personas que, además del castellano, hablan su lengua materna.
Respecto a los dos últimos comentarios del amable comentarista anónimo, poco que añadir a lo que siempre he defendido en este blog. Si acaso, sólo dos cosas. La primera es que si menciono a la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid es por su desplante en la conferencia de presidentes. Los que hablaron en catalán o en vasco lo hicieron haciendo uso del derecho constitucional que les ampara. Lo segundo es que mi defensa de la unidad de España y consiguiente oposición democrática a los independentistas que actúan fuera de la ley está más que demostrada en lo que escribo, en lo que digo y en lo que hago. Pero procuro no confundir la defensa de la lengua vernácula de cada una de las regiones que componen nuestro país con el ataque al idioma común de los españoles. Nunca estaré al lado de los que en vez de intentar unir desunen con actitudes intolerantes. Ni de un lado del desacuerdo ni del otro. Dejar claro estos puntos era la intención de mi artículo y no otra.