Sin embargo, el otro día le oí al presidente de gobierno una
frase que me dejó satisfecho: “Ánimo, Alberto”. No es usual oír en el Congreso
frases irónicas, ni mucho menos oportunas y cargadas de intención. Porque
Sánchez, con una gran sonrisa en la boca, la pronunció cuando Feijóo, después
de espetarle que iba a pedir su comparecencia en el Senado, su grupo
parlamentario le aplaudió al estilo de una claque de aquellas que se estilaban hace años en
los teatros.
Porque lo cierto es que el jefe de la oposición no está en
su mejor momento político. Vox le está comiendo terreno a pasos agigantados, la
varonesa de Madrid campa por sus respetos y no atiende a las consignas del PP,
al ínclito Moreno Bonilla le acaba de salir un grano maligno en su política de
recortes en Sanidad, al evasivo Mazón se le estrecha el cerco de sus mentiras y
sus contradicciones, las iniciativas parlamentarias del gobierno se siguen
aprobando y, por si fuera poco, las encuestas evidencian el progresivo
descrédito de Feijóo.
Pero es que, además, en lo de Palestina no ha conseguido
salir de la ambigüedad en la que se metió desde el primer momento, al mismo tiempo que en el ejercicio de jefe de la oposición nadie le ha oído hasta ahora hacer propuestas concretas que
supongan alternativas a las iniciativas del gobierno progresista. Sólo sabe
hablar de corrupción, elevando los informes de la UCO a la categoría de
condenas judiciales y convirtiendo indicios en pruebas irrefutables.
Por eso necesita que Pedro Sánchez le dé ánimos y por eso a
mí me ha parecido la frase del presidente ingeniosa y oportuna. La actitud del presidente del PP es patética, es decir, triste que induce a la risa. De
ahí que esta salida parlamentaria me halla resultado resaltable dentro de la
mediocridad a la que nos tienen acostumbrados sus señorías.
Pero no me congratulo. La ausencia de una oposición bien
estructurada, que utilice argumentos sólidos en sus intervenciones
parlamentarias y que constituya un contrapeso democrático a los posibles
errores del gobierno me preocupa y mucho. Significa, entre otras cosas, un deterioro en la todavía joven democracia española. Por eso, me uno a Sánchez
en el deseo de darle ánimos a Núñez Feijó, porque los necesita.

Bueno, el otro día le oímos por primera vez (que yo sepa) hablar de medidas económicas respecto a las tasas de los autónomoa, cuestión que caló en el Gobierno.
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