14 de octubre de 2025

¡Váyase a abortar a otro lado!

Hay algunos que relacionan la dialéctica de Isabel Díaz Ayuso con el casticismo madrileño. Pero nada tiene que ver el estilo gracioso, cortante e incisivo del deje de los habitantes de algunos barrios de la capital de España, con los gritos histriónicos que se le escapan a la baronesa del PP cuando pretende ser contundente y nota que se queda sin argumentos. Hay chulerías simpáticas y chulerías ramplonas.

El otro día, sin ir más lejos, en una intervención en la Asamblea de Madrid, cuando se debatía sobre la creación de la lista de médicos objetores de conciencia para intervenir en los abortos legales que marca la ley, quiso cortar las acusaciones de oponerse a los derechos de las mujeres y sólo se le ocurrió espetar la frase de “váyase a abortar a otro lado”, con el gesto desencajado y la voz alterada por la ira.

Si alguien cree que eso es chulería castiza madrileña se equivoca. No es más que una inoportuna y vulgar grosería, que la perseguirá durante mucho tiempo, no sólo por la forma, sino sobre todo por el fondo. Porque lo que subyace bajo la frase es el anuncio de su rebeldía, de su predisposición a la desobediencia civil y, en este caso, en un tema tan delicado y tan sensible como es el del aborto.

El Partido Popular, por boca de sus portavoces, no tardó en pronunciarse a favor de la obligación de cumplir las leyes, faltaría más. Pero ni una palabra que sonara a desacuerdo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, no vaya a ser que la baronesa se cabree. Tienen un auténtico problema con su rebeldía, pero no saben como atajarla. Se trata de una de esas situaciones que ni favorece a ella ni favorece al partido, pero, como dicen en mi pueblo, ¡ah..., y qué has de hacer!

Un castizo madrileño de verdad diría de ella algo así como, "se le escapan las palabras por todos los orificios que tiene el cuerpo, incluida la boca entre entre ellos", al mismo tiempo que una chulapa de verdad añadiría, "anda y que te ondulen con la permanén...". Pero a doña Isabel sólo se le ocurre mandar a abortar a otro lado, no se sabe bien si a Londres o a otra comunidad.

Todo esto podría tener incluso gracia, si no fuera porque detrás del exabrupto se oculta toda una manera de entender la política, que me atrevería a calificar de casposa y de rancia. Isabel Díaz Ayuso, aconsejada por su inseparable Miguel Ángel Rodríguez, ha decidido que lo importante es que se hable de ella, aunque sea bien. No le importa confundir euskaldún con pin, pan, pun, acusar a los que bloquearon la vuelta ciclista de etarras, informar de que ese día se perseguía a judíos por las calles de Madrid y, ahora, anunciar que se ha convertido en adalid del antiabortismo. Una joya.

Lo malo de todo esto es que hay muchos que le ríen las gracias, que celebran sus patochadas y que están dispuestos a que siga al frente de los destinos de la comunidad en la que viven. Como diría aquel, el populismo es lo que tiene.

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