24 de octubre de 2025

¿Esto no es malversación?

No voy a entrar en el fundamento de las acusaciones de malversación de fondos que el juez Peinado hace a Begoña Gómez, entre otras cosas porque es un asunto que en estos momentos está sub judice. Los tribunales decidirán. Pero sí se me ocurren varias reflexiones al respecto. La primera es que, si utilizar una ayudante oficial para enviar e-mails o WhatsApp personales se considera delito, ordenar a tu jefe de gabinete que intervenga en el lavado de las irregularidades fiscales de tu novio también debería serlo.  Me refiero, claro está, a la intermediación de Miguel Ángel Rodríguez, mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, en los tratos económicos de su novio, González Amador, con la Agencia Tributaria. La segunda, de carácter más general, es que el funcionario público que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Sucede, además, que la ley distingue entre malversación impropia, cuando no hay lucro personal, y malversación propia, cuando ésta existe. Que se sepa, la mujer del presidente no se ha lucrado como consecuencia de los mensajes enviados por su colaboradora oficial, mientras que en el caso de la pareja de la presidenta de Madrid hay evidencia de evasión de impuestos, lo que significa que, de manera indirecta, ha intentado apropiarse de un dinero que pertenece al Estado. Como no soy abogado, ahí lo dejo, Que el lector saque sus propias conclusiones.

Pero sigamos. Se entiende por investigación prospectiva la que, a partir de un supuesto delito sin pruebas suficientes, se buscan por los resquicios de la vida personal del investigado pruebas que ayuden a sostener la acusación inicial. Esta prospección se puede hacer por varios caminos, uno de ellos utilizando la UCO. No creo que haya ni un solo ciudadano al que, si se le somete a una investigación exhaustiva, le pinchan el teléfono, le revisan los mensajes y le someten a una vigilancia continuada no acabe siendo declarado culpable de algún desliz. Si a mí me lo hicieran, acabarían encontrándome algún pecadillo. A mí y a todos.

No sé qué ocurrirá con el caso de la mujer del presidente. Es absolutamente imprevisible, porque las acusaciones se van acumulando, a pesar de las reiteradas llamadas de atención al juez instructor por parte de instancias superiores. De lo que sí estoy seguro es de que detrás de todo esto hay una clara intención de atacar a Sánchez, aprovechando que, como decía arriba, nadie está libre de pecado. No voy a hablar de guerra jurídica, porque se me antojan palabras mayores y no soy de los que se dejan llevar por la indignación. Pero de lo que sí estoy seguro y me atrevo a decirlo sin paliativos es que la instrucción, me refiero al procedimiento, huele a chamusquina. Presentarse en el palacio de La Moncloa para preguntarle a Pedro Sánchez si Begoña Gómez es su mujer resulta escandaloso. Trocear el procedimiento para intentar que alguna de las causas sea susceptible de un juicio con jurado llama la atención hasta a los que somos legos en la materia.

Si la condenan, podré decir aquello de yo también soy Begoña Gómez

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