24 de octubre de 2025

¿Esto no es malversación?

No voy a entrar en el fundamento de las acusaciones de malversación de fondos que el juez Peinado hace a Begoña Gómez, entre otras cosas porque es un asunto que en estos momentos está sub judice. Los tribunales decidirán. Pero sí se me ocurren varias reflexiones al respecto. La primera es que, si utilizar una ayudante oficial para enviar e-mails o WhatsApp personales se considera delito, ordenar a tu jefe de gabinete que intervenga en el lavado de las irregularidades fiscales de tu novio también debería serlo.  Me refiero, claro está, a la intermediación de Miguel Ángel Rodríguez, mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, en los tratos económicos de su novio, González Amador, con la Agencia Tributaria. La segunda, de carácter más general, es que el funcionario público que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Sucede, además, que la ley distingue entre malversación impropia, cuando no hay lucro personal, y malversación propia, cuando ésta existe. Que se sepa, la mujer del presidente no se ha lucrado como consecuencia de los mensajes enviados por su colaboradora oficial, mientras que en el caso de la pareja de la presidenta de Madrid hay evidencia de evasión de impuestos, lo que significa que, de manera indirecta, ha intentado apropiarse de un dinero que pertenece al Estado. Como no soy abogado, ahí lo dejo, Que el lector saque sus propias conclusiones.

Pero sigamos. Se entiende por investigación prospectiva la que, a partir de un supuesto delito sin pruebas suficientes, se buscan por los resquicios de la vida personal del investigado pruebas que ayuden a sostener la acusación inicial. Esta prospección se puede hacer por varios caminos, uno de ellos utilizando la UCO. No creo que haya ni un solo ciudadano al que, si se le somete a una investigación exhaustiva, le pinchan el teléfono, le revisan los mensajes y le someten a una vigilancia continuada no acabe siendo declarado culpable de algún desliz. Si a mí me lo hicieran, acabarían encontrándome algún pecadillo. A mí y a todos.

No sé qué ocurrirá con el caso de la mujer del presidente. Es absolutamente imprevisible, porque las acusaciones se van acumulando, a pesar de las reiteradas llamadas de atención al juez instructor por parte de instancias superiores. De lo que sí estoy seguro es de que detrás de todo esto hay una clara intención de atacar a Sánchez, aprovechando que, como decía arriba, nadie está libre de pecado. No voy a hablar de guerra jurídica, porque se me antojan palabras mayores y no soy de los que se dejan llevar por la indignación. Pero de lo que sí estoy seguro y me atrevo a decirlo sin paliativos es que la instrucción, me refiero al procedimiento, huele a chamusquina. Presentarse en el palacio de La Moncloa para preguntarle a Pedro Sánchez si Begoña Gómez es su mujer resulta escandaloso. Trocear el procedimiento para intentar que alguna de las causas sea susceptible de un juicio con jurado llama la atención hasta a los que somos legos en la materia.

Si la condenan, podré decir aquello de yo también soy Begoña Gómez

19 de octubre de 2025

La derecha no es monárquica

Vamos a ver si soy capaz de explicarme, porque el título que he escogido puede resultar engañoso. Lo que quiero decir es que en el ideario de las formaciones conservadoras y ultraconservadoras no figura la monarquía como el sistema preferido por sus seguidores. A Alfono XIII lo exilió la falta de apoyo de las derechas de la época y durante el régimen franquista se denigró hasta la saciedad a su heredero, el conde de Barcelona, padre de Juan Carlos I. La reinstauración de este último tras la muerte de Franco vino como consecuencia de la decisión del dictador y gracias a la prudencia que los demócratas españoles demostraron para salir del régimen totalitario con las menores heridas posibles.

Lo que sí hay son partidarios de no remover demasiado el pacto constitucional. Pero es que en esto no sólo están los conservadores, sino también muchos progresistas que, aunque se definan republicanos, practican aquello de más vale “no meneallo”. Sin embargo, ni en un lado ni en el otro del espectro político hay auténticos defensores de la monarquía, es decir, convencidos de que la sucesión dinástica sea la mejor de las soluciones en un país moderno y democrático.

Otra cosa son las “poses”. Porque, como consecuencia de que los partidos de izquierdas reconocen su preferencia por un sistema que elija al jefe del estado democráticamente, es decir, por un régimen republicano, las derechas actuales “posturean” lo contrario. Pero, como digo, no son más que fidelidades de trapo, porque convencimiento de que la monarquía sea la mejor solución no hay ninguno.

Me preguntaba alguien el otro día cuál era mi opinión sobre las preferencias de los dos últimos monarcas españoles, Juan Carlos I y Felipe VI, respecto a los presidentes de gobierno; yo le contesté que tenía la sensación de que siempre se habían sentido más cómodos con presidentes socialista que con presidentes populares. Felipe González, durante sus cuatro legislaturas, siempre demostró un cierto grado de cercanía con Juan Carlos I, supongo que motivado por el peso de la responsabilidad constitucional. Desde mi punto de vista, el rey siempre correspondió a esa fidelidad.

Aznar, sin embargo, se limitó a cumplir con las obligaciones protocolarias, pero nunca le vi comportamientos que demostraran auténtica simpatía por el sistema que representaba el rey. Incluso percibí en algún momento un cierto ninguneo al monarca. Eso sí, en la boda de su hija, aquel derroche ostentoso a costa de las arcas del Estado, Juan Carlos I no podía faltar.

Zapatero cumplió perfectamente con sus deberes protocolarios y con la obligada protección de la imagen del rey, no nos olvidemos de la tensa reunión con Chávez; pero a Rajoy nunca le vi gestos que demostraran una gran simpatía por la institución. El primero siempre se ha declarado republicano y al segundo se le supone monárquico por eso de representar en su momento a la derecha del país.

En definitiva, en España hace tiempo que no hay monárquicos, entendiendo como tales a los defensores de la sucesión dinástica. Ni en la derecha, aunque ellos presuman de serlo, ni en la izquierda. Lo que hay en uno y otro lado es aceptación de una realidad impuesta.

14 de octubre de 2025

¡Váyase a abortar a otro lado!

Hay algunos que relacionan la dialéctica de Isabel Díaz Ayuso con el casticismo madrileño. Pero nada tiene que ver el estilo gracioso, cortante e incisivo del deje de los habitantes de algunos barrios de la capital de España, con los gritos histriónicos que se le escapan a la baronesa del PP cuando pretende ser contundente y nota que se queda sin argumentos. Hay chulerías simpáticas y chulerías ramplonas.

El otro día, sin ir más lejos, en una intervención en la Asamblea de Madrid, cuando se debatía sobre la creación de la lista de médicos objetores de conciencia para intervenir en los abortos legales que marca la ley, quiso cortar las acusaciones de oponerse a los derechos de las mujeres y sólo se le ocurrió espetar la frase de “váyase a abortar a otro lado”, con el gesto desencajado y la voz alterada por la ira.

Si alguien cree que eso es chulería castiza madrileña se equivoca. No es más que una inoportuna y vulgar grosería, que la perseguirá durante mucho tiempo, no sólo por la forma, sino sobre todo por el fondo. Porque lo que subyace bajo la frase es el anuncio de su rebeldía, de su predisposición a la desobediencia civil y, en este caso, en un tema tan delicado y tan sensible como es el del aborto.

El Partido Popular, por boca de sus portavoces, no tardó en pronunciarse a favor de la obligación de cumplir las leyes, faltaría más. Pero ni una palabra que sonara a desacuerdo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, no vaya a ser que la baronesa se cabree. Tienen un auténtico problema con su rebeldía, pero no saben como atajarla. Se trata de una de esas situaciones que ni favorece a ella ni favorece al partido, pero, como dicen en mi pueblo, ¡ah..., y qué has de hacer!

Un castizo madrileño de verdad diría de ella algo así como, "se le escapan las palabras por todos los orificios que tiene el cuerpo, incluida la boca entre entre ellos", al mismo tiempo que una chulapa de verdad añadiría, "anda y que te ondulen con la permanén...". Pero a doña Isabel sólo se le ocurre mandar a abortar a otro lado, no se sabe bien si a Londres o a otra comunidad.

Todo esto podría tener incluso gracia, si no fuera porque detrás del exabrupto se oculta toda una manera de entender la política, que me atrevería a calificar de casposa y de rancia. Isabel Díaz Ayuso, aconsejada por su inseparable Miguel Ángel Rodríguez, ha decidido que lo importante es que se hable de ella, aunque sea bien. No le importa confundir euskaldún con pin, pan, pun, acusar a los que bloquearon la vuelta ciclista de etarras, informar de que ese día se perseguía a judíos por las calles de Madrid y, ahora, anunciar que se ha convertido en adalid del antiabortismo. Una joya.

Lo malo de todo esto es que hay muchos que le ríen las gracias, que celebran sus patochadas y que están dispuestos a que siga al frente de los destinos de la comunidad en la que viven. Como diría aquel, el populismo es lo que tiene.

10 de octubre de 2025

¡Ánimo, Alberto!

No creo que a nadie le sorprenda que diga que los debates parlamentarios en España se han convertido en unos espectáculos esperpénticos. Yo a veces los sigo, siempre con la esperanza de oír frases ingeniosas, razonamientos inteligentes y, por qué no decirlo, la debida cortesía. Pero lamentablemente sólo oigo vulgaridades dialécticas, argumentos extemporáneos e insultos de patio de colegio. Podría poner ejemplos que ilustren lo que digo, pero creo que no hace falta. Todo el mundo sabe a qué me refiero.

Sin embargo, el otro día le oí al presidente de gobierno una frase que me dejó satisfecho: “Ánimo, Alberto”. No es usual oír en el Congreso frases irónicas, ni mucho menos oportunas y cargadas de intención. Porque Sánchez, con una gran sonrisa en la boca, la pronunció cuando Feijóo, después de espetarle que iba a pedir su comparecencia en el Senado, su grupo parlamentario le aplaudió al estilo de una claque de aquellas que se estilaban hace años en los teatros.

Porque lo cierto es que el jefe de la oposición no está en su mejor momento político. Vox le está comiendo terreno a pasos agigantados, la varonesa de Madrid campa por sus respetos y no atiende a las consignas del PP, al ínclito Moreno Bonilla le acaba de salir un grano maligno en su política de recortes en Sanidad, al evasivo Mazón se le estrecha el cerco de sus mentiras y sus contradicciones, las iniciativas parlamentarias del gobierno se siguen aprobando y, por si fuera poco, las encuestas evidencian el progresivo descrédito de Feijóo.

Pero es que, además, en lo de Palestina no ha conseguido salir de la ambigüedad en la que se metió desde el primer momento, al mismo tiempo que en el ejercicio de jefe de la oposición nadie le ha oído hasta ahora hacer propuestas concretas que supongan alternativas a las iniciativas del gobierno progresista. Sólo sabe hablar de corrupción, elevando los informes de la UCO a la categoría de condenas judiciales y convirtiendo indicios en pruebas irrefutables.

Por eso necesita que Pedro Sánchez le dé ánimos y por eso a mí me ha parecido la frase del presidente ingeniosa y oportuna. La actitud del presidente del PP es patética, es decir, triste que induce a la risa. De ahí que esta salida parlamentaria me halla resultado resaltable dentro de la mediocridad a la que nos tienen acostumbrados sus señorías.

Pero no me congratulo. La ausencia de una oposición bien estructurada, que utilice argumentos sólidos en sus intervenciones parlamentarias y que constituya un contrapeso democrático a los posibles errores del gobierno me preocupa y mucho. Significa, entre otras cosas, un deterioro en la todavía joven democracia española. Por eso, me uno a Sánchez en el deseo de darle ánimos a Núñez Feijó, porque los necesita.

6 de octubre de 2025

He publicado un nuevo libro : "Pinceladas"

 

Acabo de publicar un nuevo libro, una especie de colección de anécdotas personales que me han ido sucediendo a lo largo de mi vida. No se trata de una biografía, ni mucho menos, tan sólo de breves apuntes sobre viejos recuerdos de infancia y  juventud. Algunos de ellos ya los había publicado en este blog, bajo el título de “Recuerdos olvidados”, un oxímoron (si son recuerdos no pueden estar olvidados). Ahora recurro a la metáfora, “Pinceladas”, para indicar que no son más que eso, breves pasajes de mi existencia.

Dado que este libro está enfocado a mi entorno más próximo -familia y amigos-, he añadido al final algunas semblanzas sobre aquellas personas que en mayor o menor medida han influido en mi desarrollo personal, quiero decir en mi manera de ver el mundo. Naturalmente, entre ellas están mis padres, mi mujer, mis hermanos y algunos más.

El libro está dividido en cincuenta capítulos -cuarenta anécdotas y diez semblanzas-, todos de poca extensión, de dos o tres páginas. Mi propósito era dar rienda suelta a la nostalgia almacenada a lo largo de ya muchos años y para ello no hacen falta demasiadas palabras. He dado por hecho que con pequeñas descripciones, con breves apuntes, se puede construir la visión de alguien que como yo está pasando por esta vida sin demasiada pena y bastante alegría.

Se trata de un libro regalo, sin propósito comercial alguno. He encargado una pequeña edición en papel que he presentado y entregado a mi familia en la última Guijarrada, nuestra reunión familiar en Castellote, que por cierto acabamos de celebrar a principios de octubre, y he regalado algunos ejemplares a mis amigos más cercanos. Pero es que, por eso escribo este artículo, en unos días estará colgada en el blog una versión digital, para que los lectores del “Huerto abandonado” que quieran puedan descargarlo en sus dispositivos.

Para mí este libro es un hijo literario más, que se suma a los que hasta ahora he publicado. Pero a diferencia de los anteriores, en este no hay ficción, todo es realidad. No se trata de una novela sino de una sincera confesión de alguna de mis andaduras por este mundo, a las que he añadido, casi a título de homenaje, algunas semblanzas personales sobre los que han contribuido a convertirme en la persona que soy.

Si lo leéis, disfrutad; si no, quedaos tranquilos,

1 de octubre de 2025

No nos liemos con las palabras

Es curioso observar cómo todavía algunos negacionistas de los crímenes de guerra que se están cometiendo en Gaza todos los días se esconden tras las palabras para disimular su apoyo a la barbarie. Mientras puedan discutir si es genocidio o no, evitan entrar en la verdadera cuestión, que lo que está cometiendo el Israel de Netanyahu contra la población palestina de la franja es uno de los mayores asesinatos colectivos que han sucedido en los últimos años en el mundo. Así, sin paliativos.

Yo he decidido no perder ni un minuto más en disquisiciones semánticas. Las palabras muchas veces se convierten en trampas. Lo importante no son éstas, sino la realidad que subyace tras las mismas. El rey en su discurso en la ONU no ha utilizado la palabra genocidio, supongo que para no entrar en polémicas absurdas. Pero su codena a la masacre que se está cometiendo ha sonado con toda claridad. Parece ser que a Trump no le han gustado nada sus palabras, lo que a nadie puede sorprender. La Casa Blanca ha tardado varios días en publicar la foto oficial de la bienvenida a Felipe VI, pero al final ha prevalecido el buen juicio diplomático, a pesar de los refunfuños del presidente de los EE. UU.

Como consecuencia, la ilustre presidenta de la comunidad de Madrid nos recuerda que el rey reina pero no gobierna, recordatorio muy de su estilo porque debe de pensar que los madrileños somos idiotas. El rey no gobierna, pero está en su perfecto derecho a llamar al pan pan y al vino vino. Ella también es muy explícita en sus apreciaciones, porque puestos a mentir acusa a los que están en contra de la barbarie de perseguir judíos por las calles y, por cierto, a Sánchez de ser amigo de los terroristas de Hamás.

Masacre, crímenes de lesa humanidad, exterminio, aniquilación, página oscura de la historia de la humanidad y hasta holocausto son expresiones que podrían servir para describir el horror que las bombas israelíes están causando en una población indefensa, que hasta hace dos años vivía con cierta normalidad. Es cierto, y a mí no se me ocurrirá negarlo, que el ataque de Hamás fue una acción terrorista contra ciudadanos israelíes indefensos. Pero aniquilar a una población civil para castigar a los terroristas es de una bestialidad manifiesta, porque no son ellos los culpables del ataque del 7 de octubre de 2023.

El propósito de esta venganza no es eliminar a Hamás, sino anexionarse la franja de Gaza y, ya de paso, Cisjordania entera y dejar así a los palestinos sin territorio para construir sobre él un Estado que pueda vivir en paz con el de Israel. Netanyahu y los suyos creen que es la única vía para su supervivencia, pero la Historia demuestra que las soluciones de máximos son incapaces de modificar las realidades geopolíticas. Palestina, les guste o no, existe, y cada día que pasa cuenta con más simpatías en el mundo entero.

Del patético plan de Trump para restablecer la paz y de paso conseguir que algunos de los suyos se enriquezcan, ya hablaremos otro día.

29 de septiembre de 2025

Lo público se achica, la desigualdad se agranda

 

Hace unos días vi una película, “Brian y Maggie”, cuyo argumento giraba en torno a las entrevistas televisivas que un conocido periodista británico hizo en su día a la primera ministra conservadora, Margaret Thatcher, durante su estancia en el número 10 de Downing Street. A mí me entretuvo, porque me gusta el cine político, pero sobre todo me dio una visión muy clara de la realidad que subyace tras la etiqueta del neoliberalismo. La protagonista, a pesar de los ataques que sufría constantemente desde la izquierda y desde su propio partido por su constante desmantelamiento del “estado del bienestar”, defiende con ahínco su política de achicamiento de lo público frente a lo privado.

Cuando el periodista le pregunta si no cree que con sus medidas de reducción de las prestaciones sociales esté contribuyendo a aumentar la brecha entre ricos y pobres, no sólo no lo niega, sino que además razona que es el precio que hay que pagar para que la sociedad en su conjunto se enriquezca, al mismo tiempo que aprovecha para acusar a las políticas socialistas del partido de la oposición, el laborista, de empobrecedoras del país. Neoliberal de pura raza.

Aquí es donde está el meollo de la cuestión, la diferencia real entre ser conservador o progresista. La derecha siempre defenderá la reducción del estado del bienestar, aduciendo que lo que se consigue con las protecciones es adormecer a la sociedad, quitarle fuerza a la iniciativa privada para crear riqueza. La izquierda, por el contrario, partirá de la base de que la distribución de riqueza es injusta y que por tanto hay que favorecer a los más necesitados, porque es preciso mitigar en la medida de lo posible la falta de igualdad de oportunidades entre ricos y pobres. Las políticas fiscales de unos y otros estarán en consonancia con los principios anteriores, los conservadores prometerán reducciones de impuestos a las empresas y a los más ricos, y los progresistas defenderán que el que más tiene pague más. 

Todo lo demás, tanto los “adornos” progresistas (feminismo, derecho al aborto, defensa de la diversidad sexual), como las "consignas" conservadoras (orden, bandera, patria) no son características que de verdad diferencie a unos de otros. Feministas hay en los dos lados, el respeto a los símbolos no es patrimonio de unos sino de todos, el desorden no le gusta a nadie y en todas partes hay mayor o menor tolerancia hacia el colectivo LGTB. Sin embargo, son muchos los ciudadanos que se decantan por una u otra opción teniendo en cuenta estos aspectos secundarios, ignorando que lo que de verdad está en juego es el predominio de las políticas de achicamiento de lo público o el incremento de las medidas de protección social.

Alguno estará pensando que simplifico mucho y no se equivoca. Porque es verdad que hay que tener en cuenta que tanto en un lado como en otro existe toda una gama de posicionamientos, desde el comunismo puro y duro hasta la socialdemocracia moderada por un lado, y desde la radicalidad neoliberal "thatcheriana" hasta los moderados programas sociales de ciertas derechas europeas. Pero lo que es innegable es que en líneas generales hay dos modelos de sociedad y que ésta es la única realidad que deberíamos tener en cuenta los electores a la hora de decidir el voto. Todo lo demás es secundario, pura farfolla distractiva.

25 de septiembre de 2025

Mis novecientas ocurrencias o reflexiones

 

Quienes leen estas ocurrencias o reflexiones mías -las dos palabras me sirven porque de todo hay- saben que me gusta celebrar las centenas. Este artículo hace el número novecientos –no me atrevo a escribir el ordinal, noningentésimo- de los que hasta ahora he publicado en el blog. Cuando digo celebrar, en realidad a lo que me refiero es a que estos hitos me sirven para meditar en voz alta sobre lo que aquí hago o pretendo hacer. Alcanzar metas numéricas sólo tiene la importancia de la constancia, porque cuando escribí el primero, hace ya unos cuantos años, estaba convencido de que tiraría la toalla muy pronto. Pero no ha sido así y me alegro.

Lo he dicho en varias ocasiones, este blog es la válvula de escape de mis inquietudes. No me explico cómo me deshacía de ellas antes de empezar a escribir aquí, porque ahora, lo confieso, cada vez que termino un artículo y pulso el intro siento un gran alivio, como si me hubiera quitado un peso de encima. Por supuesto que en el momento de publicar me pregunto si gustará o no; pero teniendo en cuenta que se trata de opiniones y no de dogmas, tampoco me preocupa demasiado. No todos tenemos las mismas ideas ni nadie está obligado a leer las mías ni mucho menos a compartirlas.

Voy a explicar un poco, porque alguno me lo ha preguntado, la génesis de cada ocurrencia o reflexión. Suele empezar cuando oigo o leo o veo algo que llame mi atención por algún motivo. Acto seguido elijo un título y lo apunto en el que yo llamo mi cuaderno de bitácora. Como es fácil suponer, esta primera acción puede suceder a cualquier hora del día, porque para recibir impresiones del exterior no hay horarios.

En lo que sí mantengo una cierta disciplina es en  la tarea diaria de ponerme frente al ordenador y empezar a teclear. Suele ocuparme un par de horas al día, entre las seis y media y las ocho y media de la tarde. En esto soy bastante cumplidor, aunque naturalmente al no ser una obligación inexcusable cualquier otra actividad puede obligarme a desertar de mi autoimpuesta obligación.

En la primera sesión escribo de un tirón un artículo entero, aunque evidentemente a falta de corregir la forma y el fondo, sobre todo la primera. Digo esto, porque cuando me siento frente al ordenador ya he madurado el mensaje que quiero dar y rara vez me aparto de la idea original. La redacción es otra cosa, porque uno de mis muchos defectos es un inútil perfeccionismo y, como consecuencia, nunca estoy totalmente satisfecho con las palabras elegidas.

En la segunda sesión remato la idea. Pero por lo general no publico el artículo recién acabado hasta unos días después, porque durante los siguiente lo vuelvo a leer y releer hasta que mi criterio me dice que adelante. Mientras tanto el artículo con su foto permanece como borrador en el blog. Por cierto, la elección de la foto requeriría alguna explicación, pero me limitaré a decir que Internet me ayuda mucho a escoger lo que pretendo. Hay imágenes para todo, incluso para las ideas abstractas.

Confesado lo anterior, hoy sólo voy añadir que mi intención es continuar escribiendo aquí. Dada las circunstancias, no me planteo un nuevo objetivo numérico -el millar de artículos- porque las neuronas se van perdiendo día a día y puede que llegue un momento en el que ni siquiera me acuerde de como acceder a la nube para encontrar en ella “El huerto abandonado”. Eso sí, la contraseña la tengo apuntada en un cuaderno. Otra cosa será que se me olvide en cuál.

Suma y sigue.

21 de septiembre de 2025

No es torpeza, es ineptitud

 

Siempre me ha llamado la atención la falta de rigor político que  observo en el estilo de hacer oposición de Feijóo. Al principio, cuando después de llegar a Madrid rodeado de una aureola de moderación y centralidad empezó a soltar las primeras andanadas de brocha gorda, creí que se trataba de un error de principiante que iría corrigiendo a medida que entrara en el detalle de los grandes temas de interés nacional.

Es cierto que me extrañó tanta torpeza, pero en mi fuero interno le di un voto de confianza. Me resultaba difícil aceptar que estuviéramos ante otra Ayuso o ante otro Abascal. Pero a medida que fue pasando el tiempo y fui comprobando que era incapaz de hacer oposición política en el exacto sentido de la expresión, quiero decir de plantear alternativas a las propuestas del gobierno, empecé a pensar que se trataba limpia y llanamente de impericia, quizá motivada por el hecho de que no es lo mismo administrar una comunidad autónoma que un país de tanto peso y complejidad como es España.

Luego pasé por una fase de análisis detallado de sus mensajes y descubrí que los insultos y las descalificaciones hacia Sánchez, no sólo crecían en maledicencia, sino además en frecuencia. Del dimita usted pasó primero al apelativo de ocupa de La Moncloa, después a las acusaciones de corrupción de su entorno, más tarde a señalarlo como capo de una banda de mafiosos, para acabar inculpándolo de vivir de la prostitución. Quién sabe cuál será el próximo capítulo, porque visto lo visto quizá lo acuse de haber convertido los jardines que rodean su residencia en una plantación de marihuana. 

En mis últimas reflexiones he llegado a la conclusión de que no se trata de torpeza sino de absoluta y total incompetencia. Cuando a uno le toca hablar y no sabe de qué, el truco recurrente es cambiar de tema y desviar la conversación hacia otros derroteros más sencillos. Al señor Feijóo no le he oído jamás un juicio sobre asuntos económicos, sobre empleo, sobre crecimiento, sobre productividad o sobre diversificación de la actividad económica. La razón debe de ser que no tiene ni idea de estos asuntos y, claro, entrar en debates parlamentarios cuando se está en mantillas es muy peligroso. Resulta más fácil decir que la corrupción se ha instalado en casa del presidente del gobierno que entrar en materia política.

Pero es que tampoco tiene criterio sobre las difíciles relaciones internacionales. Se limita a leer cuatro consignas que le dictan sus colaboradores y a utilizarlas como señuelos distractivos. ¿Sabemos qué opina de la guerra de Ucrania? Del exterminio del pueblo palestino de Gaza sí dice algo de vez en cuando, evasivas para eludir que estamos asistiendo a uno de los mayores genocidios que han conocido las generaciones actuales.

Mucho me temo, por tanto, que lo suyo no sea torpeza sino ineptitud. A veces me pregunto si contará con un equipo de asesores que le marquen una cierta línea política, que le vayan enseñando poco a poco el arte de gobernar. Pero la respuesta que me doy es que, si ese gabinete existe, su exclusivo cometido debe de ser asesorarle sobre por dónde puede aumentar aún más el calibre de sus groseros insultos. Porque de los temas que de verdad interesan a los españoles tampoco deben de entender gran cosa.

17 de septiembre de 2025

Sí: es genocidio

 

Cada día que pasa resulta más evidente que a los líderes del Partido Popular -de los de Vox qué voy a decir- se les hace muy cuesta arriba aceptar que la masacre continuada de palestinos en la franja de Gaza constituye un genocidio. Algunos de sus líderes, como el alcalde de Madrid, argumentan que no lo es porque genocidio fue el holocausto provocado por los nazis contra los judíos durante la segunda guerra mundial. En su lógica no cabe que lo de Palestina también lo sea, como si se tratara de una contradicción. Feijóo no razona con las mismas premisas que Almeida, se limita a utilizar eufemismos, como el último que se le ha oído, que lo que está sucediendo es una tragedia humanitaria. Díaz Ayuso ni se molesta en disquisiciones semánticas, con acusar a Sánchez de perseguir en Madrid a los judíos se queda más ancha que larga.

No tengo claro qué hay detrás de esta encubierta defensa por parte del PP de los que están masacrando a la población gazatí, aunque sospecho que, además de no querer ganarse las antipatías de Trump, esté el temor a que Sánchez logre movilizar a favor de la causa palestina a una gran parte de la población española, además de contribuir con su política de denuncias a despertar muchas conciencias europeas que por distintas causas parecen estar adormecidas. Sería un éxito político que le daría un gran prestigio, lo que a la oposición no debe de hacerle mucha gracia.

La expresión “estar al lado de la Historia”, en boca de muchos estos días y que parece sacada de un manual de proverbios o de consignas políticas, no es baladí. La magnitud de las atrocidades cometidas por los colectivos humanos no suele verse en su totalidad cuando se observan a corto plazo. Por lo general es preciso que pasen años y a veces hasta lustros para que se pueda medir su alcance, porque se necesita que el tiempo elimine los vapores de subjetividad que empañan la realidad.

Le he oído decir a Josep Borrell, ex alto representante de política exterior de la Unión Europea durante varios años, al que por tanto no se le puede negar un gran conocimiento de los conflictos internacionales, que el genocidio de Gaza constituye una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. Hace unos días, durante el primer ataque para ocupar la ciudad de Gaza por parte del ejército de Israel, en poco más de seis horas de bombardeos continuos se contabilizaron hasta sesenta y cinco muertos. Sin embargo, como la noticia es recurrente, un día sí y otro también, parece como si la tragedia no acabara de calar en la conciencia de los ciudadanos europeos, como si la barbarie cometida por Netanyahu no fuera con ellos. Incluso algunos han llegado a interiorizar que se trata del derecho de Israel a defenderse.

A pesar de los altercados callejeros, de los porrazos de los antidisturbios y de los cortes de tráfico, yo aplaudo a los que con decisión y sobre todo con tenacidad han conseguido que la Vuelta Ciclista a España no acabara donde estaba previsto. Es una forma muy expresiva de poner de manifiesto el apoyo a un pueblo, el palestino, sometido a un proceso lento y cruel de aniquilamiento. Ojalá cunda el ejemplo y veamos en Europa otras interrupciones y otras muestras de solidaridad con las víctimas del genocidio.

El primer paso ya se ha dado y me siento muy orgulloso de haya sucedido aquí, en mi país.

13 de septiembre de 2025

Inmigrantes

 

Estoy convencido de que el complejo asunto de la inmigración se está tratando en Europa y en España en particular con una gran falta de realismo. Por los dos lados, por el de los que hacen del “buenismo” bandera de la defensa de los inmigrantes irregulares y por el de los que desde la xenofobia y el racismo cargan sus iras y sus odios contra cualquier extranjero que viva en nuestros países. Este tema es lo suficientemente complicado como para no tomárselo con la ligereza con la que se lo toman muchos ciudadanos. Se trata de una cuestión que afecta a los derechos humanos, pero también al futuro desarrollo económico de nuestro entorno geopolítico.

Que quede claro que yo, en cualquier caso, siempre antepondré la consideración de seres humanos que me merecen los inmigrantes a cualquier otra. Pero esta premisa no me impide reconocer que las avalanchas de inmigrantes que llegan a nuestro país y la obligada concentración de menores en centros inadecuados y mal dotados de recursos para atenderlos originen problemas de convivencia. La mayoría de los ciudadanos no sufrimos las consecuencias en primera persona, pero sabemos que hay vecindarios que viven en constante alarma por la presencia de “centros de MENAS” en su proximidad. No se me ocurre decir que se trate de delincuentes, pero qué duda cabe que cualquier grupo de adolescentes desatendidos y con niveles de formación bajos pueden potencialmente crear conflictos.

Por eso, si a la obligada defensa de los derechos humanos unimos que España para mantener su desarrollo económico necesita inmigrantes, está claro que hay que activar protocolos de asimilación y de atención adecuados. Por supuesto que estos planes cuestan dinero, pero, visto desde una perspectiva económica, el retorno de la inversión está garantizado. Los partidos políticos, en vez de enzarzarse en discusiones sectarias sobre el trato que hay que dar a los inmigrantes, deberían ponerse de acuerdo en promover políticas, no sólo de asilo, sino sobre todo de asimilación. Porque se trata de una necesidad nacional.

Lo que sucede es que ahora todo está enmascarado por la suicida confrontación entre progresistas y conservadores, los primeros defendiendo la inmigración contra viento y marea y los segundos pidiendo que se les impida la llegada a tiros si fuera necesario. No hay realismo por ninguna de las partes, porque la izquierda no debería dar la espalda a los conflictos sociales que una inmigración descontrolada puede originar ni la derecha olvidar que, además de que España necesita a los inmigrantes, son personas a las que hay que tratar como se merecen.

Pero como vivimos tiempos de turbulencias políticas, de anteposición de intereses partidistas a los que de verdad habría que atender sin miopías ideológicas y sin mezquindades sectarias, lo cierto es que no parece que ni los unos ni los otros estén dispuestos a aceptar el reto de arbitrar políticas inteligentes de asimilación para los que llegan a nuestro país con el único y legítimo propósito de mejorar su nivel de vida.

Los bosques se incendian por falta de medidas preventivas y los inmigrantes se hacinan porque nadie es capaz de entender que se trata de un fenómeno imparable al que hay que dar el tratamiento adecuado. Mientras tanto, todos a la gresca y la casa sin barrer.

8 de septiembre de 2025

El universo no tiene límites

 

En mis elucubraciones, me pregunto con frecuencia cuándo y cómo se originó el universo. La conocida teoría del Big Bang (la gran explosión) a mí no me convence, no porque niegue su existencia, ocurrida según los científicos hace casi 14.000 millones de años, sino porque mi razón me dicta que si hubo una explosión es porque algo había antes. No puede explotar lo que no existe.

Algunos resuelven la incógnita del origen del universo acudiendo a la figura del creador. Pero la pregunta que viene a continuación es quién creó al creador. Como no soy creyente, quiero decir que no acudo a interpretaciones que no admita mi capacidad de razonar, me he dado a mí mismo una respuesta, la de que el universo siempre ha existido, nadie lo creó. No sólo eso, sino que además nunca desaparecerá. El universo no tuvo principio ni tendrá final. 

Pero es que, además, creo que sus dimensiones también son infinitas. No entra en mi lógica que tenga límites, que exista una frontera a partir de la cual ya no hay universo, sólo hay nada o, mejor dicho, la nada. El universo no puede ser como esas bolas de nieve que en su día estuvieron tan de moda. Sus límites, por tanto, son inaccesibles.

Lo que sucede es que nuestra mente está poco evolucionada y no es capaz de asimilar el concepto de infinitud, porque está moldeada por experiencias basadas en la finitud. Todo tiene un principio y todo tiene un final. Sin embargo, el infinito sí está presente en las matemáticas y en la filosofía, porque sin ese concepto cualquiera de estas dos ramas del conocimiento se quedaría coja.

Decía al principio que se trata de una elucubración, y decía bien, puesto que no es más que una teoría sin bases sólidas. Pero a mí me vale para darme una contestación a la pregunta de dónde venimos o, por los menos, para que la inquietud sobre el origen del universo no me distraiga de otros menesteres más al alcance de mis entendederas. Los creyentes de cualquiera de las incontables religiones que existen y han existido en el mundo han elaborado el concepto del dios creador del universo. ¿Por qué no puedo yo elaborar mi propia teoría y aceptarla como principio?  Si hubiera que darle un  nombre podría valer el de teoría de la no creación o, más académico, de la infinitud del universo.

Es cierto que a partir de aquí surgen muchas preguntas, casi todas contestadas ya por la ciencia. Una de ellas es el origen del hombre. Darwin, con su extraordinaria teoría de la evolución dejó muy claras las cosas, aunque, como reacción a las interpretaciones que contradigan la existencia del creador, haya resurgido las teorías creacionistas, sin más justificación que la fe. Una vez más, ciencia contra fantasía.

Pero, volviendo al tema que hoy me ocupa, el universo, según mi hipótesis, ni es finito en extensión ni lo es en tiempo. No tiene límites, ha existido siempre y nunca desaparecerá. 

Ahora bien, que nadie me pida que lo demuestre.

4 de septiembre de 2025

El imperio se hunde

 

Con la palabra imperio me refiero hoy aquí al conjunto formado por los EE. UU. de América y sus aliados occidentales. Por analogía con otras etapas de la Historia, a mí siempre me ha parecido que designar con este apelativo al grupo de naciones en el que los europeos nos consideramos inscritos no se aleja demasiado de nuestra realidad geopolítica. Existe una potencia dominadora -antes Roma, ahora USA- y un emperador -antes los césares romanos, ahora los presidentes americanos-. Ni pretendo utilizar el término en sentido peyorativo ni mucho menos sentar cátedra con mi atrevimiento. Sólo que nos entendamos.

Dicho lo anterior, tengo la sensación de que nuestro imperio se está hundiendo, como le sucedió al romano. En este último caso fue debido a la debilidad de Roma, que propició la invasión de los bárbaros del norte; en el nuestro, porque la deriva populista, antidemocrática e incoherente del inquilino de la Casa Blanca nos está convirtiendo en el hazmerreír de Rusia y China.

Cuando Trump ganó las elecciones por segunda vez, confesé en este blog que confiaba en que la inercia democrática de las instituciones americanas frenara las veleidades del nuevo presidente. En mi cabeza no entraba que, por muy ajeno que estuviera de la realidad política, los jueces le permitieran comportamientos anticonstitucionales. No es que yo fuera entonces un ingenuo, sino que mi experiencia me dictaba la imposibilidad de que un inquilino de la Casa Blanca pudiera cometer desatinos de la envergadura de los que estamos viendo día tras día. En realidad, creía en aquello de que perro ladrador poco mordedor.

El espectáculo de Alaska, con alfombra roja, sonrisas de oreja a oreja y aplausos halagadores, una auténtica pantomima surrealista, se hubiera quedado sólo en esperpento si no fuera por lo que ha venido a continuación, el fracaso total de la diplomacia americana frente a la rusa. En poco menos de veinticuatro horas, Trump pasó de considerarse el triunfador de aquella jornada memorable a reconocer tácitamente que le habían tomado el pelo.

De todas las promesas sobre política exterior que hizo durante la campaña electoral no ha cumplido ninguna. Porque los sátrapas, Putin y Netanyahu, en vez de atemperar los ánimos y abandonar sus políticas expansionistas, han recrudecido los ataques asesinos a Ucrania y a Gaza respectivamente. Se han reído y se siguen riendo del emperador en su cara. Pero, lo que es peor, al comprobar que Trump no tiene nada que ofrecerles, le han perdido por completo el respeto, porque han comprobado la debilidad de su imperio.

Así empezó Roma antes de su caída. Las legiones romanas eran  poderosas y capaces de defender las fronteras del imperio, pero la ineptitud de sus emperadores fue poco a poco animando a los pueblos germánicos, empujados por los hunos, a atacar, hasta que lograron acabar con el inmenso poder de aquel imperio.

Europa, que nos guste o no es parte de este imperio, debe incrementar su autonomía frente a Washington, porque de no hacerlo corre el riesgo de hundirse con la “metrópoli”. Algunos pasos se están dando, es cierto, pero se me antojan insuficientes. Después, cuando Washington sea consciente de nuestra capacidad de decidir lo que más nos interese, podremos seguir en alianza, porque la unión hace la fuerza, pero no tendremos que seguir a ciegas los dictámenes del emperador de turno. Los castizos dicen, juntos pero no revueltos.

31 de agosto de 2025

Ciudadanos tranquilos, políticos desaforados

 

Cuando miro a mi alrededor tengo la sensación de vivir en un país desarrollado, con niveles de vida semejantes al de los países europeos que conozco, rodeado por un ambiente de libertades democráticas, entre ciudadanos pacíficos en los que la agresividad brilla por su ausencia. Sin embargo, cuando oigo a ciertos políticos pregoneros de desgracias, con el insulto permanente en la boca, llamando a la desunión y a la confrontación entre compatriotas, me parece haber salido de la realidad y haber entrado en un mundo paralelo. El contraste es tal, que me cuesta un gran trabajo entender qué está pasando.

Siempre he procurado mantener mi confianza en la actividad política -lo que no significa en los políticos-, razonando que se trata de la necesaria confrontación de opiniones para que las sociedades funciones. Sin dirigentes es imposible coordinar esfuerzos, corregir defectos y establecer prioridades. Si a lo anterior le añadimos que no todos creemos en las mismas soluciones, la necesidad de defender por encima de todo un sistema democrático está servida.

Pero cuando entro en ese mundo paralelo que señalaba arriba, cada vez que oigo descalificación tras descalificación, llamadas a la rebeldía tras llamadas a la rebeldía, mentira tras mentira, mis convicciones se tambalean. Estamos viviendo una época de actitudes canallas, de impaciencias bochornosas, de políticos macarras, de falta de sentido de Estado, de desinformación. Todo vale con tal de conseguir el poder. Parece como si el objetivo de la política no fuera el bien común, sino desplazar al que detenta el poder para hacerse con él a costa de lo que sea.

Cuando en una pelea callejera uno de los contrincantes saca la navaja, el otro puede intentar convencerlo de que se puede llegar a un acuerdo sin necesidad de transgredir las normas. Pero si el navajero no desiste de sus intenciones malsanas, a su rival no le queda más remedio que defenderse de la agresión. Lo que sucede es que posiblemente los que contemplen la escena llegarán a la conclusión de que la culpa es de los dos, cuando en realidad ha habido un agresor y un agredido que se defiende.

Salvando las distancias, lo que está sucediendo ahora en España se parece mucho a una pelea callejera. Cuando el otro día un portavoz de la Junta de Castilla-León confesó que era cierto que recursos enviados por el gobierno central para apoyar la lucha contra los incendios no habían sido utilizados por decisión de las autoridades autonómicas, después de que su presidente denunciara la falta de apoyo del Estado, estaba poniendo de manifiesto el juego sucio en que algunos apoyan su estrategia de confrontación. Por si fuera poca la desfachatez, Fernández Mañueco, en vez de dar algún tipo de explicaciones sobre la manifiesta incoherencia, decidió respaldar explícitamente las decisiones de sus colaboradores.

Otro portavoz popular, con el rostro bronceado tras sus vacaciones, cuando todavía no le había dado tiempo para tomar contacto con la realidad, acusa sin miramientos a la directora de Protección Civil nada más y nada menos que de pirómana, cuando los españoles la hemos estado viendo día tras día a través de los medios de comunicación coordinando las operaciones para extinguir los incendios forestales.

Pero insisto en lo que decía al principio: a pesar de las navajas de algunos políticos, vivimos en una sociedad civilizada y pacífica que no se merece lo que está viendo y oyendo.

28 de agosto de 2025

El hombre creó a Dios

Voy a tratar de explicar una curiosa teoría que acabo de leer en un ensayo, escrito por Juan José Millás en colaboración con Juan Luis Arsuaga -escritor y paleontólogo respectivamente-, en realidad un conjunto de reflexiones sobre los orígenes del ser humano. Por cierto, un libro especulativo, en el que la visión científica del segundo está continuamente presente, aderezada con la correspondiente dosis de buena literatura a la que nos tiene acostumbrados el primero. Ni que decir tiene que a mí me está encantando por su amenidad, pero sobre todo por la originalidad del formato.

Sostiene el catedrático de paleontología y director del yacimiento prehistórico de Atapuerca que las culturas primitivas ofrecían sacrificios a sus dioses con la exclusiva intención de alagarlos, porque el imaginario colectivo no consideraba que tuvieran ninguna influencia en el devenir de sus vidas. Eran sociedades desordenadas y caóticas, en las que los convencionalismos todavía no habían hecho acto de presencia. No había normas de conducta y primaba la ley del más fuerte. De manera que a aquellos hombres ni se les pasaba por la imaginación que sus dioses les pudiera exigir responsabilidades.

Pero a medida que las sociedades fueron evolucionando y como consecuencia desarrollando normas de convivencia, aquellos dioses, en principio tan sólo venerados, se fueron convirtiendo en dioses meticones, porque empezaron a ser considerados árbitros de los comportamientos humanos, garantes del orden y concierto social y referentes de la bondad frente a la maldad. En definitiva, las sociedades primitivas, a medida que fueron alcanzando mayores niveles de desarrollo, modificaron la concepción de sus divinidades, convirtiendo sus figuras en modelos de su ideal de comportamiento. Dicho de otro modo, los hombres fueron creando a Dios a medida de sus necesidades colectivas, como garantía de convivencia.

Arsuaga cita las sociedades precolombinas. Tenían dioses, todavía no meticones, y las religiones y sus representantes, los sacerdotes, se limitaban a ofrecer sacrificios para que las divinidades estuvieran contentas y no los molestaran. La llegada de los españoles con su Dios cristiano modificó el estatus, porque los nativos aceptaron éste y abandonaron los anteriores. En este caso, no se trató de una evolución sino de una imposición.

Es curioso pensar en que la paleontología, es decir, la ciencia que estudia la evolución de los seres vivos a través de sus restos fósiles, ayude a formular teorías que lindan con la filosofía o, como en este caso, con la teología. Pero es que basta con indagar en nuestros orígenes para que una enorme cantidad de preguntas aparezcan y, aunque nunca lleguemos a conocer sus respuestas, al menos ayudan a entender mejor el enigmático universo en el que vivimos.

Lo cierto es que la lectura de este libro me ha abierto un gran interés por la paleontología que, como tantas otras inquietudes, quizá tuviera adormecida. Lo he confesado en varias ocasiones, me considero un aprendiz de todo y un maestro de nada, porque me suelo quedar en las primeras lecciones, lo que sólo me permite considerarme un principiante frustrado. ¡Qué le vamos a hacer!

24 de agosto de 2025

El Vaticano y los vaticanistas

 

Siempre he sentido curiosidad por todo aquello que rodea a la organización de la Iglesia Católica, me refiero a los aspectos  terrenales y no a los religiosos. Como mi lógica no admite que la supervivencia de esta organización a lo largo de veinte siglos de existencia se deba a la intervención divina, hace muchos años que me  intereso por conocer los mecanismos que han permitido su continuidad a lo largo del tiempo. Por supuesto, tan vasto periodo implica haber atravesado múltiples escenarios históricos, pero no entra en mis propósitos de hoy hacer un análisis de la complicada historia de la Iglesia, ni mucho menos. Simplemente me voy a limitar a exponer algunos razonamientos sobre el periodo contemporáneo y más concretamente sobre los últimos decenios.

En primer lugar, creo que se trata de una organización muy descentralizada, a la que, con independencia de los postulados doctrinales básicos, sólo une el convencimiento de que, sin la aceptación de una autoridad indiscutible, cada una de las partes corre el riesgo de desaparecer. Esto explica la veneración y el boato místico que rodea a la figura del papa. Cismas en la Iglesia a lo largo del tiempo ha habido muchos, pero, salvo alguno, como el de oriente (siglo XI) que dio lugar a la separación entre ortodoxos orientales y católicos romanos, la mayoría de ellos han sido encapsulados y aislados por el Vaticano. Ahora sigue surgiendo alguno, pero son disidencias minoritarias con muy poca repercusión.

Como consecuencia de lo anterior, la Santa Sede, o autoridad nuclear de la Iglesia Católica, que constituye el centro neurálgico de una organización que se extiende por el mundo entero, se ha convertido en uno de los poderes terrenales más influyentes del mundo católico y no católico, porque desde ella se mueven unos poderosos hilos capaces de movilizar las opiniones públicas de muchos países.

Este poder de influencia en el comportamiento de tantos ciudadanos obliga a la Iglesia a actuar con enorme cautela, uno de sus signos de identidad, fenómeno que a su vez explica la lentitud que se observa en sus movimientos, ritmo muy difícil de entender en un mundo tan cambiante como el que nos está tocando vivir. Quizá sea éste uno de sus puntos débiles, preocupación que sin lugar a dudas guio las políticas del papa Francisco, muchas de las cuales se han quedado sólo en intenciones, porque en la curia ha prevalecido ese principio de cautela heredado de tantos siglos de andadura.

Naturalmente, detrás de todo esto se esconde una refinada diplomacia, la llamada vaticana, y una sólida situación económica, en cuyos detalles no voy a entrar porque no es ésta mi intención de hoy. Con la primera maneja las relaciones a todos los niveles a lo ancho y a lo largo del orbe; con la segunda, afianza su poder donde encuentra obstáculos insalvables. Con buenas y prudentes palabras se evitan los conflictos y con dinero se allanan las dificultades.

Ante la continua deserción de los católicos del mundo occidental desarrollado, formado por sociedades cada vez más laicas y por tanto menos proclives a las “seducciones” vaticanas, la pregunta que me hago es si la continuidad de la institución como la hemos conocido hasta ahora será posible en el futuro. Tengo la sensación de que la evangelización en el tercer mundo continua y tiene un porvenir a corto plazo asegurado; pero al mismo tiempo sospecho  que en Europa y en Norteamérica, es decir, en los países desarrollados de tradición cristiana, la influencia del Vaticano y de los vaticanistas va disminuyendo  y con el tiempo dejará de ser tan decisiva como lo es ahora. 

¿Significa esto que la Iglesia corre el peligro de convertirse en un referente espiritual en exclusiva del mundo subdesarrollado?  Si la curia no cambia el paradigma, a mí no me extrañaría.


20 de agosto de 2025

Viajeros y turistas

 

(Dedicado a mi amigo Ángel)
Tengo la opinión de que hay una gran diferencia entre hacer turismo y viajar. Es verdad que en ocasiones la frontera entre una y otra categoría no está clara, porque hay viajeros que se apoyan en el turismo y turistas que intentan convertir sus excursiones en verdaderos viajes. Yo, por ejemplo, confieso ser turista, pero me queda la íntima satisfacción de intentar siempre que me es posible convertir mis desplazamientos en viajes. Suelo estudiar antes el escenario que voy a visitar, tomo notas de lo que veo, oigo y hablo y, a la vuelta, procuro consolidar lo aprendido, en ocasiones escribiendo algunos apuntes. Pero, a pesar de todo, no puedo evitar considerarme un “simple” turista.

El viajero es otra cosa. Quizá la primera diferencia sea el amor al riesgo, a la improvisación, sin que le preocupen demasiado los inconvenientes que puedan surgir, porque las dificultades forman parte del atractivo. Esa pizca de aventura, de amor a las improvisaciones, es propia de viajeros. Los turistas, yo entre ellos, pretenden que todo esté previsto, no quieren llevarse sorpresas y huyen de los inconvenientes. Todo tiene que salir como estaba previsto, porque si no vaya chasco.

Tengo un amigo, viajero y no turista, que disfruta incluso con las trabas que en ocasiones encuentra para obtener un visado en la oficina diplomática de turno. Excuso decir que si el hotel no es el que esperaba, ¡qué le vamos a hacer!  Si le cancelan un traslado en autobús cuyo trayecto a través de la India estaba calculado en seis horas y le ofrecen otro alternativo que le obliga a estar sentado sin moverse de su asiento durante diez horas, mejor, porque así tiene la ocasión de ver más cosas y con más detenimiento. En cuanto a las visitas a los templos o a los monumentos, nada de ir en grupo tras la sombrilla de una guía, porque por tu cuenta, sin colas y sin premuras se disfruta más.

Países visita todos los que puede, pero si le das a escoger entre la civilizada Suecia y la enigmática Birmania, siempre se inclinará por ésta. La primera ofrece pocas dificultades y en la segunda te puedes encontrar de repente, en mitad de un bulevar urbano, una manada de monos en actitud poco tranquilizadora. Los viajes de una semana que suelen ofrecer los turoperadores le parecen excursiones a la Casa de Campo.  Procura no bajar de treinta días y, si puede, los alarga. Pero es que, además, repite los destinos, porque siempre le quedan cosas por ver. Un día le pregunté si le gustaba la literatura de viajes y me miró de arriba abajo con una mirada irónica que no dejaba lugar a dudas sobre su opinión. No insistí, claro. Le he oído decir, qué pena porque, como la vida es tan corta, no me va dar tiempo de ver todo aquello que quisiera. Mi amigo, ya lo he dicho, no es un turista, es un viajero.

Lo malo de viajar o de ser turista es que llega un momento que no se puede con la maleta a cuestas. A mí me está llegando, lo noto día a día. Intentaré alargarlo todo lo que pueda, pero en mi coche y con trayectos cortos. Eso sí, siempre me quedará el consuelo de decir que me quiten lo “bailao”.

16 de agosto de 2025

Puto ultraneoliberalismo

 

Pido perdón por el título que hoy he elegido, porque la palabra ultraneoliberalismo contiene demasiados prefijos, recurso literario que en mi opinión es muy poco elegante. Pero hay ocasiones en las que no me gusta andarme con circunloquios.

Lo que está sucediendo este verano con los incendios forestales tiene una causa evidente, la falta de recursos económicos dedicados a atender los servicios público. Se conocía la disminución que paulatinamente estaban sufriendo los presupuestos dedicados por algunas comunidades a sanidad y a educación, con el consiguiente deterioro de estas prestaciones sociales, pero hasta ahora poco se había hablado de lo que en estos momentos está aflorando, que los bomberos forestales trabajan en condiciones precarias y que una parte de los recursos dedicados a combatir los incendios que destruyen nuestros bosques y ponen en peligro vidas humanas y propiedades han sido privatizados en los últimos años.

Una vez más estamos asistiendo al bochornoso espectáculo de una oposición defendiendo su falta de capacidad de gestión y la merma de los presupuestos inherentes al gasto social  mediante ataques al gobierno, recurso recurrente en quienes lo único que pretenden es aprovechar cualquier catástrofe para atacar a las instituciones del Estado. Cuando se sabe que la responsabilidad constitucional de combatir los incendios forestales recae en los gobiernos autonómicos, Feijóo arremete contra Sánchez y sus ministros, a quienes acusa de no poner los recursos necesarios para combatir el fuego, como si los efectivos de la UME o de la Guardia Civil o los aviones y helicópteros de las Fuerzas Armadas no formaran parte de las instituciones del Estado. No sólo miente, sino que además pone en evidencia su ignorancia en temas institucionales. Su última ocurrencia ha sido solicitar la intervención de los ingenieros del ejército, como si éstos estuvieran preparados para realizar labores de extinción de incendios Parece como si quien aspira a ser algún día presidente del gobierno de la nación no supiera dónde empieza y dónde acaban las responsabilidades de cada una de las partes que componen el Estado.

Algún presidente de comunidad ni ha estado ni se le ha esperado en el escenario de los incendios, porque deben sobrevalorar las vacaciones y no han querido interrumpirlas. El caso de la presidenta de Madrid resulta llamativo, porque a pesar de los incendios no se ha movido de Miami hasta cuando tenía previsto, es decir, hasta cuando debía asistir a las fiestas de la Virgen de la Paloma. Pero eso sí, lanza desde Florida un mensaje de los suyos, en el que entre otras lindezas suelta que España es un país “apagado” por la incompetencia de Sánchez y, nada más llegar, se presenta en Tres Cantos para contemplar los rescoldos del incendio.

Lo de la DANA de Mazón no ha servido de advertencia a ciertos presidentes de comunidad. Al primero se le perdonó su todavía no justificada ausencia cuando se estaban ahogando más de doscientos de sus conciudadanos, concediéndole la oportunidad de redimir su ineptitud con su gestión al frente de las labores de recuperación de la normalidad tras la catástrofe. A Mañueco y a Díaz Ayuso quizá se les disculpe la sobrevaloración de sus vacaciones, porque los bosques tarde o temprano acaban rebrotando.

No, no es posible tanta hipocresía, tanto populismo y tanta incompetencia. España no se merece esto.

14 de agosto de 2025

Volantazo a la ultraderecha

 

Si algo tuvo de utilidad el último congreso de los populares de Feijóo, es que dejó las cosas mucho más claras de lo que estaban. Se sabía, porque no lo disimulaban, que representaban una opción conservadora con ideas muy próximas a las de la ultraderecha que lidera Abascal. Pero ahora, tras el discurso de clausura del presidente del PP, ya no queda la menor duda. No sólo se niega a establecer cordones sanitarios alrededor de Vox como hacen muchos de sus socios conservadores europeos, sino que además dedica a este partido palabras elogiosas, con la mente puesta en la más que probable necesidad que tendrá en su momento de contar con los apoyos de este partido xenófobo y racista.

En las declaraciones posteriores anunció a los suyos que pretende gobernar en solitario, intentando con esta afirmación quitar hierro a la más que evidente necesidad de formar un gobierno de coalición o de llegar a un acuerdo de investidura entre PP y Vox. Las encuestas, por muy favorables que le puedan ser en estos momentos de intranquilidad socialista, dejan a su formación muy lejos de una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Por tanto, blanco y en botella. Por muchas vueltas que le dé Feijóo a la situación, su destino político está inexorablemente unido a la ultraderecha.

Por si hubiera alguna duda sobre el volantazo del partido popular a la derecha pura y dura, recomiendo oír el “memorable” (Feijóo dixit) discurso de Isabel Díaz Ayuso, una extraordinaria parodia de sí misma, donde no faltaron chistes como el de "me gusta la fruta" ni insultos de calado contra el presidente del gobierno. Pero si aún así alguien no tiene claro por dónde van a ir los tiros, que recuerde el nombramiento de Miguel Tellado como número dos del PP, un político que no encaja demasiado en el concepto de centralidad que tanto le gusta repetir a Feijóo.

El PSOE reunió a su Comité Federal, en el que ha pasado página y ha pasado a Page. De lo primero queda mucho que hablar y de lo segundo nada. Se sabe perfectamente cuales son los motivos que llevan al presidente de Castilla-La Mancha a una actitud de difícil encaje en el seno de un partido que atraviesa momentos de dificultad, ganarse el apoyo de un electorado que vota izquierdas siempre que ésta no signifique demasiados avances, dicho sea con absoluto respeto a los que le eligen. Pero lo dejo aquí, porque don Emiliano y sus discrepancias merecerían un artículo monográfico completo.

En cuanto a pasar página, ojo. Una cosa es que el PSOE no se haga el harakiri como les gustaría a sus vehementes opositores y otra que camine arrastrando los pies. A mi me han parecido buenas las intenciones que manifestó Sánchez en su discurso, pero en mi opinión la cosa no puede quedar ahí. Si es cierto que está con la misma determinación que siempre estuvo, que se ponga en marcha inmediatamente. Si la hoja de servicios de su gobierno es excepcional, como dijo y repitió, que no se duerma en los laureles y que continúe adelante con las reformas emprendidas, porque queda mucho por hacer. Si, además, no se trata de resistir sino de avanzar, adelante con decisión y sin complejos. 

Señores socialistas, dejen los vítores y las aclamaciones cesaristas para los que todavía no pueden cantar victoria y pónganse a trabajar, porque los progresistas de este país no sólo les piden que agoten la legislatura, sino además les exigen que recuperen la iniciativa y vuelvan a ganar la confianza de la mayoría de los ciudadanos en las próximas elecciones.

Lo ha dicho Feijóo: "o Sánchez o yo". Y ese yo tiene dos nombres, el suyo y el de Abascal.

10 de agosto de 2025

Títulos y mentiras

 

Hay polémicas que me sugieren varios tipos de reflexiones, como es ésta, recién surgida en plena canícula, sobre los embustes de algunos políticos a la hora de presentar y registrar sus currículos universitarios, una vieja añagaza, a caballo entre la presunción inmerecida y el molesto complejo de inferioridad.

Vayamos por partes. Nunca he creído que para ejercer determinadas responsabilidades de gestión en el ámbito de las administraciones sea necesario poseer un título universitario. Se puede no ser médico y ostentar el cargo de ministro de Sanidad o, por qué no, ser ministro de Defensa y no haber pasado por una academia militar. Lo que se exige en estos casos es tener capacidad para gestionar unas complejas organizaciones, responsabilidad muy alejada de la formación que otorgan esas enseñanzas.

En el ambiente militar se utiliza la expresión “el valor se supone”, una forma de dejar constancia de que mientras no se demuestre lo contrario se está en condiciones de enfrentarse a los riesgos inherentes a la profesión. Yo siempre he pensado que la posesión de un título universitario arrastra una consecuencia parecida a la anterior, la de que en igualdad de condiciones el paso por la universidad aporta una cierta presunción de capacidad organizativa, con independencia de los conocimientos específicos que otorgue la carrera en concreto. Pero aún así, no creo que por no haber logrado el título no se esté en condiciones de ejercer determinadas responsabilidades de gestión.

Es curioso observar como en EE. UU. se valora el número de años de permanencia en la universidad, con independencia de que se hayan concluido o no los estudios. Por supuesto que la obtención del título es muy importante, pero si no lo han obtenido expresan en sus CV el tiempo y los cursos aprobados. Como es lógico, puntúan distinto un caso u otro, pero el mero paso por un centro universitario se tiene en cuenta. Si eso ocurriera aquí, muchos de estos mentirosos habrían contado la verdad, porque sus mentiras suelen estar construidas sobre carreras no terminadas.

Puede ser que, por eso, por lo de “el valor se supone” algunos aspirantes a políticos profesionales edulcoren sus historiales académicos con títulos inexistentes, con másteres imaginados o con cualquier tipo de titulación académica que aumente ante los demás su potencial capacidad para desempeñar cargos públicos. Piensan que, cuantos más diplomas confiesen, más posibilidades tienen de entrar en los escalafones de los partidos. Por eso, si no los tienen se los inventan.

La otra reflexión que me merece esta polémica es que la mentira es uno de los mayores lastres que pueden acompañar a un político, porque pone en entredicho su capacidad en cualquier ámbito de responsabilidad. Mentir, sea en lo que sea, implica siempre una falta de fiabilidad, mucho más en unas personas que piden que depositemos en ellos nuestra confianza. Sólo por eso merecen el rechazo social.



5 de agosto de 2025

Los idiomas son cultura

Voy a contar una anécdota familiar a modo de introducción. Mis padres se casaron en agosto de 1941, dos años después de que acabara la guerra civil, tiempos en los que las muestras de "exaltación  patriótica" estaban a la orden del día. La utilización del castellano era obligada y no se aceptaban extranjerismos ni tan siquiera el empleo de las restantes lenguas españolas. 

Cuando estaban redactando las invitaciones de boda para encargárselas a la imprenta, empezaron a barajar distintas palabras que les sonaban bien, como cocktail o lunch, muy de moda en la preguerra, pero absolutamente fuera de lugar en aquellos momentos de ardor guerrero. Mi abuelo materno, muy aragonés él y con un gran sentido del humor, zanjo las dudas sugiriendo que utilizaran la palabra “fritadica”.

Bromas aparte, resulta curioso observar cómo determinado tipo de personas relacionan los idiomas con el patriotismo. En España, concretamente, se da el fenómeno de que algunos consideran que la utilización de las lenguas vernáculas fomenta la desunión entre los españoles y va en contra del amor patrio. En vez de aceptar la realidad del plurilingüismo de nuestro país como un hecho cultural de origen histórico indiscutible, arremeten contra su uso.

La Constitución puso orden en este asunto, porque los padres de la carta magna fueron conscientes de que de no hacerlo se podrían crear problemas en el futuro y, como consecuencia, dejaron claro que el catalán, el vasco y el gallego son idiomas cooficiales junto al castellano. Después, a medida que fue pasando el tiempo, se establecieron regulaciones de su utilización en las reuniones oficiales, como por ejemplo en el Congreso y en el Senado. Por eso, en la última conferencia de presidentes de comunidades autónomas, a pesar de los desplantes malhumorados de Isabel Díaz Ayuso, algunos de ellos se expresaron en su idioma materno.

Es cierto que si todos hubieran hablado en castellano la comunicación habría sido más fácil, aunque yo no veo ninguna dificultad en utilizar los pinganillos. Pero lo que no podemos olvidar es que detrás de toda esta polémica hay una actitud de legitima utilización de unos idiomas que forman parte del patrimonio cultural español y que, por consiguiente, todos estamos obligados a defender porque es de todos. Oponerse a ello es tratar de deslegitimar la cultura española y crear agravios innecesarios. 

Cuando me encuentro ante estas actitudes, una mezcla de chulería y de desprecio a una parte de la población española, me doy cuenta de que la intolerancia constituye una de las lacras que más perjudican el entendimiento entre las distintas regiones de España. Producen rechazo en los afectados por la desconsideración, pero también en los que creemos que la mejor política para evitar los movimientos nacionalistas es la aceptación de las diferencias lingüísticas, lo que no significa concesión de privilegios, sino simplemente reconocimiento de un legado cultural que ha persistido a través de los siglos y ha llegado hasta nosotros.

Pero parece que doña Isabel ignora estas consideraciones y “tira pa´lante”, lo que entusiasma a algunos de sus incondicionales, aunque disguste a millones de españoles que están orgullosos de su lengua materna. Siempre ha habido separatistas y separadores, como dijo don Miguel de Unamuno.

1 de agosto de 2025

Las ciudades gruyer

Cuando era alcalde de Madrid don Enrique Tierno Galván -hay personajes a los que siempre antepondré un don a su nombre- cayó en mis manos un libro que se titulaba "Consolidar Madrid", en realidad una publicación municipal de carácter divulgativo. Se trataba de una detallada descripción de los planes urbanísticos en la capital de España, por entonces en marcha o al menos en proyecto, de cuyo desarrollo posterior he ido siendo testigo a lo largo de más del medio siglo transcurrido desde entonces. En el preámbulo, el autor o los autores anónimos describían la capital de España como un queso de gruyer, con innumerables solares vacíos tras el derribo de lo que allí hubiera habido antes o a la espera de alguna maniobra especulativa.

Un viejo chiste dice que Madrid, cuando lo acaben, quedará muy bien. Pero las obras se han sucedido y se seguirán sucediendo siempre, porque las ciudades vivas para no morir necesitan una constante renovación de sus viales y de su caserío. Como soy un entusiasta urbanita, aficionado además al urbanismo, a mí las obras y las mejoras me produce la satisfacción de comprobar día a día la transformación del entorno en el que vivo, aunque en ocasiones los retrasos de lo ya anunciado me exasperen y las calles levantadas me causen algún  que otro incordio.

Mi barrio, situado en el madrileño distrito de Retiro, cuando hace cincuenta y tantos años llegué a él era una mezcla de zona residencial en expansión, tachonada con algunos restos de antiguas instalaciones de carácter industrial. Éstas hacía años que habían empezado a desaparecer por traslado a zonas periféricas de la ciudad y han ido siendo sustituidas poco a poco por modernos edificios de viviendas u oficinas. He gozado por tanto del privilegio de ver desde las ventanas de mi casa la transformación de un barrio que ahora en nada se parece al que fue, pero cuyo desarrollo futuro ya se conocía entonces o al menos se intuía. 

Mi vivienda esta situada en la que quizá sea la manzana más grande de Madrid, entendiendo como tal un gran patio central rodeado por edificios que se asoman a cuatro calles, en este caso las avenidas del Mediterráneo, de doctor Esquerdo y de Cavanilles y la calle de Sánchez Barcáiztegui. Su superficie total debe de estar comprendida entre los doce mil y lo quince mil metros cuadrados.

Pues bien, como restos de otros tiempos, el gran patio de manzana ha estado y sigue estando de momento ocupado, por no decir invadido, por un gran almacén de poca altura y con cubierta de uralita, sostenida por cerchas, con ese perfil en dientes de sierra tan característico de los edificios industriales. Pero a esta vieja reliquia de un pasado industrial ya lejano también le ha llegado el momento, porque el ayuntamiento está procediendo a su demolición, para ser sustituido por un polideportivo cerrado de cuyo proyecto no tengo apenas datos, sólo algunos avances, como que no sobrepasará la altura del actual tinglado y que dispondrá de una cubierta ecológica ajardinada. 

Para mí esta actuación municipal, que mejora sustancialmente la estética del entorno que me rodea, culmina aquel proceso que ya se había iniciado en los años setenta y que nunca creí que algún día vería terminado. 

Mi barrio, al menos, ya no parece un queso de gruyer.


28 de julio de 2025

Genocidio exterminador

 

Hay asuntos que ya he traído aquí en varias ocasiones y que es muy posible que siga trayendo de vez en cuando. Al principio, cuando, tras los atentados de Hamás en octubre de 2023 Israel inicio los ataques contra Gaza, casi nadie se atrevía a tachar las operaciones militares de genocidio. Pero, a medida que ha ido pasando el tiempo, ya son pocos los que todavía justifican la barbarie desatada contra los palestinos que viven en aquella zona. Sin embargo, la extrema derecha internacional, encabezada por Trump, sigue justificando la masacre y las derechas de algunos países eluden entrar en descalificaciones abiertas, escurriendo el bulto de las responsabilidades como suelen hacer en tantas ocasiones.

A la situación actual se le queda pequeña la calificación de genocidio, porque a lo que estamos asistiendo es a una auténtica operación de exterminio de todo un pueblo. Al fuego destructor de los tanques y los cañones israelíes se han unido en los últimos meses las muertes por inanición de una población que ni siquiera puede acercarse a la escasa ayuda humanitaria que le llega, porque el ejército de Israel, siguiendo las consignas de Netanyahu, apoyado desde el despacho oval por Trump, no contento con el genocidio perpetrado endurece los ataques en una clarísima operación para conseguir que los palestinos de Gaza desaparezcan de la faz de la tierra.

Al instinto exterminador de los actores activos de la tragedia se une el silencio cobarde y vergonzoso de los países de occidente, temerosos de herir los intereses de EE. UU., representados éstos en aquella conflictiva zona por Israel. La tímida actitud de unos, la abierta complicidad de otros y la incapacidad de la mayoría permite que el genocidio exterminador continúe y que los exterminadores campen por sus respetos. Ni siquiera el papa es capaz de pronunciar una palabra condenatoria, más allá de genéricas y alambicadas peticiones de paz y alguna solicitud de explicaciones cuando una iglesia católica fue alcanzada por los ataques israelíes.

Yo, como la inmensa mayoría de los ciudadanos, asisto cada día a través de la televisión a la masacre, a la imagen de niños depauperados, de ciudadanos blandiendo cacerolas para hacerse con algo de comida, de cuerpos destrozados extraído de los escombros. Me revuelvo en mi asiento y me pregunto si no me estaré convirtiendo con mi silencio en un aliado más de los genocidas. Un sentimiento de impotencia me invade y, lo que hasta ahora nunca me había sucedido, me doy cuenta de lo inútil de las protestas, de la imposibilidad de frenar esta ola desatada de violencia mientras Trump esté donde está y Netanyahu continúe al frente de su país.

Es tremendo, pero la sinrazón ha llegado a unos extremos de ignominia que me recuerdan otros tiempos ya pasado. Y entonces me pregunto, ¿no será que Atila y Al Capone han vuelto formando un frente destructor para saciar sus intereses.

Sólo me queda el consuelo inútil de denunciar desde aquí el genocidio exterminador.