21 de junio de 2025

Mi confianza pende de un hilo

 

No he querido alargar el título del artículo, pero tenía que haber añadido que el hilo no es otro que un rechazo absoluto a la ultraderecha. Mi conciencia nunca se quedaría tranquila si con mi voto o con mi abstención contribuyera a que en mi país gobernara el PP en coalición con Vox. Ahora ya no son sólo sospechas de hasta dónde puede llegar un gobierno en el que participen estos últimos, porque los desatinos que se cometen en algunas autonomías han puesto de manifiesto su intolerancia y su intransigencia.  Por eso, por muchos bandazos y titubeos que vea en estos momentos en el PSOE, prefiero pensar que puede ser capaz de acabar con la lamentable situación que está pasando y volver a ser el partido socialdemócrata en el que siempre he confiado y de momento sigo confiando.

De lo que no me cabe la menor duda es que así no pueden continuar. La frase que Sánchez espetó a Rufián el otro día en el Congreso, “no confunda la anécdota con la categoría”, ha sido torticeramente utilizada contra el primero, porque su significado no es considerar que la corrupción de Cerdán y compañía no sea digna de atención, sino advertir que de las excepciones no se pueden sacar conclusiones generales. Ese ha sido siempre el significado de la expresión y estoy convencido de que con tal propósito la pronunció el presidente. Pero la incultura, mezclada con el odio que inunda las bancadas conservadoras, ocasiona  barbaridades.

Decir que la izquierda es corrupta es una generalización tan simplista que no admite perder ni un minuto en rebatirla. Lo que sucede es que a perro flaco todo son pulgas y esta oposición, que no hace más que sembrar discordia, ha decidido que no tiene mejor estrategia que continuar con las malas formas y el insulto, de la misma manera que ha elegido no pronunciar ni una sola palabra de repulsa a las acciones vandálicas que se están cometiendo ante las sedes del partido socialista en toda España. Por sus silencios los conoceréis.

Mi confianza pende de un hilo, pero la mantengo. Yo creo que esta oposición -PP y Vox- de momento tiene bastante difícil conseguir una mayoría suficiente para gobernar en España. No digo que sea imposible, porque todavía queda mucha legislatura por delante. Seguirán con sus campañas de deslegitimación, pero si el gobierno reacciona con prontitud, endereza el rumbo, consigue promover políticas de consenso entre los llamados socios de la investidura y actúa con contundencia contra los corruptos, debería ser capaz de salvar la situación. La carta que Sánchez ha enviado a la OTAN, advirtiendo de que España no está dispuesta a subir el gasto en defensa hasta el cinco por ciento como exige Trump, es un ejemplo. Mantener y mejorar el estado del bienestar, objetivo primordial de este gobierno, no lo permite. Se lo van a criticar por todas partes, pero salir de este atolladero al que lo ha conducido la ignominia de alguno de sus colaboradores le obliga a ser valiente.

Como progresista estoy consternado ante la situación creada por unos presuntos delincuentes, pero también esperanzado en que el partido socialista pueda recuperar la credibilidad. El pesimismo no conduce a nada positivo, sólo a agravar las malas situaciones. Por eso, confío en que el hilo que sujeta mi confianza resista.

18 de junio de 2025

Corruptos y corruptores

Llama mucho la atención que, en una democracia moderna, con una administración profesionalizada y gran experiencia en la lucha contra la corrupción, se puedan cometer delitos de tanta envergadura como los que se dan en nuestro país. Que las mesas de contratación en primera instancia y las intervenciones en última no detecten irregularidades tan grotescas como las adjudicaciones fraudulentas a las que estamos asistiendo en los últimos años, con este gobierno y con el anterior, llama la atención de cualquier ciudadano bien intencionado.

Puede haber corruptos entre los políticos, pero que los órganos de control fallen resulta incomprensible. Salvo que haya complicidad y no estemos ante casos aislados protagonizados por delincuentes, sino frente a un sistema administrativo viciado, lo que sería mucho más preocupante. A los ladrones se les puede juzgar y meter en la cárcel si se descubren sus robos, pero mientras no se depuren responsabilidades entre los encargados de filtrar las ofertas la corrupción seguirá campando por sus respetos. Parece como si aquel viejo dicho de pon mis papeles encima de los de los demás no fuera una gracia sino un modus operandis.

Hay algo que además llama la atención. En un caso de corrupción hay siempre un corruptor y un corrupto. No sólo hay que perseguir a los segundos, también a los primeros, porque mientras los empresarios sigan haciendo de su capa un sayo, siempre encontrarán a alguien que acepte mordidas. En el último escándalo que ha saltado al escenario público, el caso Cerdán, se habla mucho y con razón de los presuntos delincuentes, pero da la sensación de que los empresarios afectados pasan desapercibidos. Supongo que no será así y que en su momento se les exigirá responsabilidades, aunque de momento se oigan tan pocas críticas. 

Este es un asunto muy serio, ya que si, como sospecho, los engranajes de control están dañados, jamás se acabará con la corrupción, porque siempre habrá algún delincuente a disposición de los que pagan comisiones. El gobierno  debería iniciar inmediatamente una rigurosa revisión de los procedimientos y de los órganos de contratación responsable de las adjudicaciones. Seguramente se dirá que su funcionamiento está perfectamente regulado y que los casos que van surgiendo no son más que excepciones, pero la sensación que nos queda a los ciudadanos es que no es así.

Lo más lamentable de todo es que, cuando los corruptos son políticos, los legítimos mecanismos de la democracia se ponen en marcha para depurar responsabilidades. Pero cuando se trata de fallos organizativos de la administración no se oye un ruido, como si no hubiera nadie a quien le preocupara esta parte de la corrupción.

Además, sospecho que si a las empresas pagadoras de comisiones ni se las nombra en este último caso, debe de ser o porque la oposición no saca provecho de ello o porque teme enfrentarse a la patronal.

14 de junio de 2025

Malas compañías. Ladrones de guante negro

Entre mis muchos defectos está el de que en ocasiones me dejo llevar por la vehemencia, aunque sea consciente de que es muy mala consejera. Lo digo porque hoy no he podido resistir la tentación de sentarme ante el ordenador y soltar los demonios almacenados por la indignidad de Cerdán y sus compañeros de armas, cuando apenas han empezado a conocerse algunos detalles de sus siniestras maniobras. Si no lo hago reviento.

Le oí decir el otro día a Joan Baldoví de Compromís algo así como “le estamos regalando el gobierno a la derecha”. No le faltaba razón, porque la envergadura de los escándalos protagonizados por la banda de presuntos delincuentes que han rodeado a Pedro Sánchez en los últimos años pone en peligro la continuidad del gobierno progresista que éste preside. No se dispone todavía de toda la información, pero por lo que hasta ahora se sabe la situación es muy preocupante.

Me indigna pensar que unos auténticos chorizos de tan despreciable calaña hayan conseguido ganarse la confianza política del presidente Sánchez, primero mediante su “desinteresada” colaboración durante las campañas electorales y más tarde gracias a sus gestiones al frente de las respectivas responsabilidades que les había encomendado, por cierto de gran complejidad. Yo comprendo que cuando se está en determinadas posiciones políticas es muy difícil, por no decir imposible, descender al nivel de los controles personales.  Se confía en alguien, se examina su gestión y si ésta es buena se baja la guardia. Así sucede en el ámbito de la política y en muchos otros órdenes de la vida.

Dicho esto, que no exculpa a Sánchez de su responsabilidad in vigilando, toca hablar de la continuidad del proyecto progresista, que por encima de todo es lo que a millones de ciudadanos les preocupa. Todo va a depender de la actitud de sus socios. Hasta ahora, las manifestaciones que van llegando, aunque cautelosas y llenas de matizaciones, hacen pensar que hay voluntad de continuar prestando apoyo, unos por mantener políticas de izquierdas y otros para evitar que gobierne en España una alianza de conservadores y ultraderechistas. Esto es política, de manera que ya se sabe que los criterios que la mueven en ocasiones son inescrutables.

Es muy pronto para sacar conclusiones. Habrá que esperar a que se vaya sabiendo qué más hay detrás de estas desvergüenzas y vilezas y hasta donde llegan las responsabilidades. El daño ya está hecho, pero puede que no sea tanto como el que parece. Los delincuentes a los tribunales y los políticos a sus quehaceres. Todo menos regalar el gobierno a los que no se lo han ganado en las urnas.

Cuando se me haya pasado la indignación y sobre todo cuando se disponga de más información, volveré a dar mi opinión sobre este asunto, que para eso escribo aquí. Porque no es Sánchez ni es el PSOE lo que me preocupa, sino el progreso social y económico de España, que puede estar en juego por culpa de unos delincuentes.

11 de junio de 2025

Discrepancias o deslealtades

Deslealtad significa rompimiento o violación de un presunto contrato de colaboración y confianza entre personas u organizaciones. Discrepancia, a su vez, es la diferencia o desigualdad que resulta de comparar cosas entre sí. Se trata de dos conceptos completamente diferentes, de dos palabras con significados muy distintos. Sin embargo, son muchos los que los confunden y los mezclan en un totum revolutum, sobre todo cuando se utilizan en el terreno de la política.

En los partidos, la discrepancias no sólo son aceptables sino además recomendables. Pero ciertas deslealtades, como la de airear las discrepancias fuera de los cauces organizativos, son una traición a los lazos de confianza establecidos y, por tanto, absolutamente reprochables.

Me estoy refiriendo a los voceros socialistas que últimamente salen a la palestra con cierta frecuencia, para censurar públicamente determinadas decisiones de su partido. En vez de encauzar las discrepancias dentro de los procedimientos establecidos por la organización a la que pertenecen, utilizan sus tribunas personales para convertir aquellas en manifiestas deslealtades, estrategia que normalmente persigue objetivos electoralistas personales, sin importarles el daño que hacen al conjunto de su partido. No doy nombres, porque de todos son conocidos.

Este fenómeno se da también en las numerosas tertulias radiofónicas y televisivas a las que tenemos acceso los ciudadanos de a pie. Militantes socialistas con un buen prestigio ganado a lo largo de los años, que de repente utilizan los micrófonos para lanzar desaforadas discrepancias, sabiendo como saben perfectamente que están convirtiéndolas en deslealtades. Creen que con esa actitud se ganan la consideración de independientes, pero en realidad lo que están haciendo es minar los cimientos del partido al que pertenecen.

No censuro las discrepancias, porque las considero legítimas, pero sí su espuria utilización. En el primer caso, el de políticos en activo, porque al perseguir objetivos locales, perjudican en su conjunto al partido al que pertenecen. En el segundo, porque si han elegido una actividad supuestamente independiente como es la de analista político, deberían abandonar el partido que los acoge. No se puede nadar y guardar la ropa.

El ahora muy nombrado por la oposición Alfonso Guerra, dijo en una ocasión que el que se moviera no salía en la foto, expresión que venía a decir que o estabas en el compromiso político con todas sus consecuencias o abandonabas el partido. Cuando ahora le oigo hablar en contra de Sánchez, me pregunto si se habrá dado de baja como militante. Es posible que se haya olvidado de su famosa frase y que no se dé cuenta de que está convirtiendo la legítima discrepancia en deslealtad imperdonable.

No, no es lo mismo discrepancia que deslealtad.

7 de junio de 2025

¡Ah... y qué has de hacer!

Le oí decir el otro día a Felipe González en una entrevista en televisión, que tiene la sensación de que los líderes de Podemos prefieren estar en la oposición en vez de asumir responsabilidades de gobierno. Es más, llegó a decir que algunos de ellos estarían dispuestos a dejar caer el gobierno del PSOE, porque nada les va en este asunto. Como saben que nunca llegarán a gobernar, les resulta más cómodo criticar las labores del ejecutivo que colaborar con el conjunto de la izquierda.

Sólo se trata de la opinión de un antiguo presidente del gobierno español, pero a pesar de la subjetividad propia de cualquier político a mí me ha hecho pensar. Los comportamientos parlamentarios de los actuales líderes de Podemos no son los que se esperarían de una minoría de izquierdas cuando está gobernando una coalición progresista. Parecen los de un grupo resentido por lo mal que les han ido las cosas y que, como consecuencia, practican aquello de si hay que hundirse nos hundimos juntos, porque en la oposición somos todos iguales. Deben de pensar que pueden conservar sus cuatro o cinco escasos escaños y continuar compitiendo para hacerse con el control de la izquierda, aunque los destinos del país hayan pasado mientras tanto a manos de la derecha y la ultraderecha.

Una vez que Podemos removió los cimientos de un PSOE que se había dormido en los laureles, después de anunciarnos que quería asaltar los cielos y tras un periodo de idilio con el partido socialista, parece como si sus dirigentes hubieran decidido volver a sus orígenes, a aquellos principios en los que lograron encandilar a un importante porcentaje de votantes progresistas. Pero el tiempo ha transcurrido y ha dejado claro que aquello no fue más que una ilusión que, además de desunir a la izquierda como nunca lo había estado antes, no ha hecho sino sembrar cizaña en el bloque progresista.

La maniobra de Yolanda Díaz que culminó con la creación de Sumar, aunque se basaba en un intento de unir a una izquierda que estaba muy dividida por la existencia de tanto personalismo, no ha supuesto ningún cambio sustancial. Se mantienen en la coalición que en este momento gobierna, pero tras cada paso que da el ejecutivo sacan a relucir inoportunas discrepancias, en un intento de demostrar que ellos no son lo mismo. Un auténtico esperpento, una falta absoluta de realismo político.

Si la izquierda no se une, si los líderes de estos pequeños partidos no dejan de jugar unas cartas que lo único que consiguen es quebrantar la unidad progresista, apaga y vámonos. Como sospecha Felipe González, pasarán a la oposición y se sentirán muy a gusto gesticulando desde sus escaños, mientras que estas derechas que ahora están en la oposición se frotarán las manos y manejarán a su antojo los destinos de nuestro país. Más torpeza política no cabe. 

En Castellote, el pueblo aragonés de mis raíces, cuando alguien percibe lo inevitable, utiliza una expresión que a mí me encanta por su sonora elocuencia: “¡Ah... y qué has de hacer!”.

3 de junio de 2025

Leire que Leire

El apagón, el robo de cables, los WhatsApp del presidente y ahora la señora Leire Díez. No paran. Lo peor de todo es que se van envalentonando al oír sus propios gritos enardecidos, endurecen el tono de los insultos, arremeten contra todos y contra todo y, por si fuera poco, se suben al carro de las acusaciones sin pruebas de ninguna clase, sólo para hacer todo el daño que puedan con la intención de derribar al gobierno. A la oposición no le importa ni la imagen de España ni la peligrosa polarización que están creando ni el riesgo de crear un ambiente enrarecido por el odio. Han perdido la vergüenza y el decoro y, como consecuencia, se han olvidado de sus propios asuntos sucios, de sus encarcelados, de sus procesados y de sus corruptos. Creen que les va bien con esta estrategia ultra y no están dispuestos a renunciar a ella, no vaya a ser que Vox los adelante.

No se acaba de entender por qué el gobierno no reacciona contra tanta iniquidad. Cuando hablo de reaccionar, no me refiero a más de lo mismo, sino a usar la información como arma defensiva. Las maniobras de distracción no suelen dar buenos resultados, porque siempre se interpretan como intentos de escurrir el bulto. La única manera de defenderse ante los ataques infundados es ir con la verdad por delante y no andarse con subterfugios. Si hubo un apagón causado por alguna imprevisión, dígase y corríjase. Si evitar los robos de cobre resulta una misión casi imposible, que lo sepa la población. Si los WhatsApp no eran más que la utilización de un lenguaje coloquial, reconózcase que fue una estupidez y que no había mayores intenciones. Si Leire Díez actuó por su cuenta y no bajo la dirección del partido, demuéstrese con pruebas o actúese en consecuencia.

Lo contrario, entrar al trapo de la provocación con el consabido y tú más, no sirve absolutamente de nada. Es más, anima a la oposición a seguir con el mismo tono para provocar y obligar al gobierno a sacar los pies del plato, que al fin y al cabo es lo que busca. Es verdad que hay muchas posibilidades de que la legislatura se agote, pero dos años más sometidos a este desgaste hace pensar que en las próximas elecciones la izquierda corre el riesgo de llevarse un disgusto.

El ruido mediático va a seguir aumentando en intensidad y la única manera de ponerle freno es utilizar la información con inteligencia. Hace unos días hemos sabido que el IPC ha descendido tres décimas con respecto al registrado en abril y que la bajada del Euribor puede suponer a los que tienen una hipoteca media (150.000 euros en 30 años) un ahorro de 1.800 euros al año. Dos datos fantásticos, a los que el gobierno debería estar sacando punta. Por si fuera poco, hoy se han publicado los datos del desempleo, que demuestran que el paro está por debajo de dos millones y medio y que el número de afiliados a la seguridad social se sitúa alrededor de los veintiún millones setecientos mil trabajadores, unas cifras impensables hace unos meses. Pero todos los portavoces del PSOE dedicados a desmentir acusaciones, en vez de a difundir los buenos datos económicos que se derivan de su gestión.

A la oposición no le pediría nada, porque con los extremistas no se puede contar; al gobierno y al PSOE les recomendaría que cambiaran de estrategia, porque la de esconder la cabeza debajo del ala no es ni mucho menos la mejor de las posibles; a sus aliados que se dejen de marear la perdiz si no quieren terminar siendo los más perjudicados.