28 de agosto de 2016

Carta abierta a Mariano Rajoy

Querido señor Rajoy, no se sorprenda si el partido socialista ni le apoya ni se abstiene en las próximas sesiones de investidura. Fíjese bien: en la ocasión anterior, cuando usted y los suyos no apoyaron a Pedro Sánchez, a ningún ciudadano en su sano juicio se le ocurrió pensar que su formación hubiera cometido un acto de irresponsabilidad. Poco sentido hubiera tenido que una derecha como la que usted representa diera paso libre a la socialdemocracia, su verdadero adversario en el panorama político español. A mí me hubiera olido a esperpento y es muy posible que todavía no me hubiera repuesto de la impresión. No pida por tanto ahora a los socialistas que abandonen la coherencia política que ustedes sí tuvieron.

Ya sabemos, don Mariano, que tiene grandes dificultades para continuar en la Moncloa y muchas más tendrá para gobernar si por arte de birlibirloque consigue lo primero. Pero es que así lo han querido los españoles y por tanto no es justo que ahora culpe de la situación a los socialistas. Las grandes alianzas que se dan en otros países no sirven aquí, porque el PP y el PSOE persiguen dos modelos de sociedad tan distintos que resulta inimaginable una colaboración política entre ellos. Sonaría a contubernio entre miembros de la casta. ¿Le suena esta expresión, señor Rajoy?

Lamentablemente para ustedes, aunque el PP haya sido el partido más votado, no han ganado las elecciones como les gusta alardear. Es cierto que esa otra derecha que representa Ciudadanos puede echarles una mano y no descarto que otros partidos conservadores, nacionalistas o separatistas, les ayuden también: no sería la primera vez. Pero no mire hacia donde no debe, porque no creo que el PSOE esté dispuesto a sacarle las castañas del fuego. Si lo hiciera, y usted lo sabe perfectamente, es muy posible que fuera la puntilla que acabara de una vez con sus adversarios tradicionales, los únicos que de verdad han frenado y pueden seguir frenando los desmanes sociales que su gobierno y los conservadores que le precedieron han cometido en los últimos años.

El PSOE, como usted repite constantemente en los últimos días -por supuesto con intenciones aviesas-, es un partido constitucional, defensor de la unidad de España y con sentido de Estado, un partido que ha gobernado durante seis legislaturas desde que se recuperaron las libertades y que conoce muy bien la ubicación de nuestro país en el panorama político internacional, unas siglas que garantizan estabilidad y que no asustan ni a nuestros socios ni a la inversión extranjera. Por eso, qué más quisieran ustedes que les sacara de apuros. Pero no, no creo que Pedro Sánchez y la Ejecutiva Federal estén por la labor, como no lo están la mayoría de los militantes y votantes del partido socialista, excepción hecha de pintorescos personajes que o no han entendido bien lo que significa ser socialdemócrata o se han dejado arrastrar por un posibilismo mal entendido.

Señor Rajoy, busque usted aliados entre sus afines y deje a los socialdemócratas que ejerzan de oposición o que, en su caso, gobiernen. Pero no le pida peras al olmo, como aconseja el proverbio.

Atentamente

15 de agosto de 2016

¿Qué parte de la palabra NO no han entendido?

El periodo veraniego se caracteriza, entre otras muchas cosas, por el predominio de la información directa, aquella que recibimos de los que nos rodean a diario, sobre la mediática, la que nos bombardea desde la prensa, la televisión, las tertulias y las “fuentes generalmente bien informadas”, que por cierto suelen ser las más desinformadoras que existen. Yo, al menos, practico mucho más durante estos meses la conversación personal o colectiva que la lectura de medios informativos, una actitud que, aunque no intencionada, me produce buenos beneficios de carácter intelectual.

Digo esto porque este verano de incertidumbres políticas y de desconcierto generalizado sobre lo que pueda suceder en las próximas semanas con la investidura de Mariano Rajoy como presidente de un nuevo gobierno neoliberal, he tenido ocasión de hablar largo y tendido con algún militante socialista y con bastantes votantes del PSOE, y he percibido en todos, me atrevería a decir que sin excepción, la preferencia por el NO frente a la abstención. No es que me haya sorprendido, pero la unanimidad me ha obligado a reflexionar.

El votante de izquierda moderada, el que lleva años combatiendo desde las urnas a las viejas derechas de este país, no puede permanecer impávido ante los desatinos cometidos por el gobierno conservador de Mariano Rajoy durante los último cuatro años, que además de desmantelar los servicios sociales hasta límites insospechados, ha cultivado con desvergüenza y sin pudor alguno la corrupción, no sólo a niveles individuales, también institucionales, dando cobijo en sus filas a auténticos asaltadores de las arcas públicas.

Decía hace unos días en este blog (07.08.16) que en el PSOE las decisiones las toman sus órganos internos colegiados, en este caso el Comité Federal; pero quizá me faltó añadir algo que por obvio no deja de ser importante, que en el fondo de cualquier iniciativa siempre figurará la voluntad de los votantes, aquellos que en realidad permiten que el partido, a pesar de las dificultades que atraviesa en los últimos años, siga adelante y se perciba a diestro y a siniestro como la única alternativa viable al PP.

Si es así, si la cúpula del PSOE tiene en cuenta lo que sus electores esperan del partido, nada tendría de particular que el voto del PSOE en la investidura sea un NO rotundo, como parece que tiene decidido Pedro Sánchez. Darle cancha política al PP mediante la abstención sería traicionar la voluntad del electorado socialista y no creo que los responsables de tomar la decisión estén por la labor. Que Mariano Rajoy trabaje, que se busque aliados en otra parte y que no pida ayuda a sus antagonistas políticos por excelencia.
 
Hay que ver lo que dan de sí las conversaciones veraniegas en torno a una cerveza fresquita y, si acaso, a un tinto de verano.

7 de agosto de 2016

¿Quién manda en el PSOE?

En esto de la toma de decisiones, los partidos políticos españoles ofrecen todo un repertorio de modalidades, un auténtico muestrario de posibilidades entre las que elegir. En el PP, presidencialista y autoritario, las decisiones se toman por una sola persona, en estos momentos Mariano Rajoy, y que no se le ocurra a nadie discutirlas. Si lo hace, es muy posible que esa sea su postrera controversia, la última vez que se permita decir esta boca es mía. En Podemos, por otro lado, una formación que tiene a gala el asambleísmo como sistema de decisión, las directrices las marca el conjunto de sus cofradías, parroquias, diócesis y archidiócesis (pido perdón por el símil eclesiástico), y de forma milagrosa (no encuentro otra manera de explicarlo si no recurro a la intervención divina) ascienden por la estructura arbórea hasta llegar a la cúspide de la organización y convertirse en mandato institucional. O al menos eso dicen los de arriba, los de la curia.

Pero, ¿quién toma las decisiones en el PSOE?, se preguntan ahora los tertulianos, los periodistas, los politólogos y toda esa nube de especímenes informativos que aparece siempre alrededor de cualquier hecho que no se entiende o no se quiere entender. No es presidencialista ni asambleario, repiten a los cuatro vientos. Entonces, ¿quién manda allí?

En el PSOE funcionan sus instituciones internas de acuerdo con los estatutos del partido y, por tanto, el órgano de decisión competente en cada caso dependerá del tipo de decisión que haya que tomar. Vayamos por partes, porque ya sé que a estas alturas algunos de mis amigos lectores estarán pensando que lo que acabo de decir no es más que una ocurrencia de las mías.

Los congresos del Partido Socialista marcan las líneas programáticas. Sólo los congresistas, cuando se reúnen cada cierto tiempo, tienen la facultad de marcar las directrices ideológicas, adaptarlas a las circunstancias del momento y revisarlas o actualizarlas cuando consideren que la marcha de los tiempos ha dejado atrás viejos principios o preceptos.

El Comité Federal, en el que suelen estar inscritos los que algunos llaman -no siempre con buenas intenciones- barones del partido, es el máximo órgano de dirección entre congresos. Por tanto, le corresponde a esta institución velar por las esencias ideológicas y tomar cualquier decisión de tipo estratégico, pero nunca modificar los principios programáticos que emanan de los congresos.

La Comisión Ejecutiva, formada por personas de la máxima confianza del Secretario General, se encarga de tomar las decisiones tácticas que exige el día a día de un partido político, además de asesorar a aquel en todo lo que requiera. Sus resoluciones nunca podrán contradecir o entrar en conflicto con las líneas de carácter estratégico que se hayan marcado en las reuniones del Comité Federal.

Por último, el Secretario General es la máxima autoridad ejecutiva del partido y por tanto sus decisiones definen su ruta operativa. Pero, de acuerdo con lo anterior, sus mandatos nunca podrán ignorar las directrices que  haya marcado el Comité Federal, órgano que a su vez vela por la integridad ideológica que dictan los congresos.

Pedro Sánchez está, desde mi punto de vista, cumpliendo con lo que establecen los estatutos del PSOE. El día a día de las conversaciones a varias bandas que tanto él como los miembros de la Ejecutiva mantienen a diestro y siniestro, la declaraciones de sus adversarios, las circunstancias del momento le obligan a tomar decisiones sobre la marcha, marcar directrices operativas, definir tiempos, seleccionar los mensajes y los silencios, en definitiva manejar el timón de la organización de acuerdo con sus criterios. Pero lo que no puede hacer, porque no es de su exclusiva competencia, es decidir las estrategias generales del partido, entre las que están, cómo no, las que afectan a los apoyos o rechazos a las pretensiones de otros partidos a formar gobierno.

Si se tiene en cuenta todo esto, quizá se entienda mejor lo que está sucediendo estos días. Pedro Sánchez dirige el partido, pero nunca podrá ignorar las líneas que marcan las instituciones del PSOE, a las que, por cierto, pertenece con voz y voto.

3 de agosto de 2016

¿Nos deben interesar las elecciones en USA?

A pesar de que algunas de las cosas que suceden en Estados Unidos de América no me gusten, siempre he sentido un gran interés y cierta admiración por aquel país. No voy a decir que me considere un entusiasta de sus costumbres, de sus comportamientos sociales o de su política en general, pero lo que sí es cierto es que nunca he perdido de vista la actualidad de este país, porque lo que allí suceda tiene siempre una enorme repercusión en el resto del mundo, incluida por supuesto Europa y más concretamente España. Negarlo sería algo así como negar la evidencia.

Estados Unidos es además un país de contrastes, con lo que cualquier juicio de valor que se haga sobre él nunca debería generalizarse, ya que lo que pueda ser cierto en California, quizá no lo sea tanto en la costa este,  y lo que acontezca en Alabama, puede que no sea reconocido como propio por los ciudadanos de Minessota o por los de Ohio; de la misma manera que los latinos diferimos de los escandinavos o los centroeuropeos de los franceses. Las generalizaciones suelen adolecer de falta de rigor intelectual y más que nunca cuando se aplican a lo largo y ancho de un enorme subcontinente.

En las próximas elecciones presidenciales se enfrentarán dos fuertes personalidades, que al menos tienen la virtud de no dejar indiferente a nadie, sea o no ciudadano de aquel país. No sé lo que les sucederá a mis compatriotas, pero yo ya he hecho mi propia elección, aunque no sea más que a título de preferencia comparativa. Prefiero que triunfe Hillary Clinton en vez de hacerlo Donald Trump,  no sólo porque desde siempre haya entendido mejor a los demócratas que a los republicanos, sino además porque en este caso el perfil del segundo me produce un enorme desasosiego, por no decir espanto.

No es que Hillary Clinton me parezca el mejor candidato posible para dirigir los destinos de aquel país y en cierto modo los del mundo; lo que sucede es que la verborrea incontrolada de su rival, en cuyos discursos se unen la xenofobia, el racismo, la misoginia, el machismo, la homofobia, la defensa del club del rifle y tantas otras cosas a mi juicio deleznables, me parece verdaderamente peligrosa en boca de quien aspira a la presidencia de aquel país.

No son nuestras elecciones, no, y por tanto es lógico que no pongamos en ellas el mismo interés que en las propias. Pero no deberían dejarnos indiferentes, porque, nos guste o no, lo que suceda en ellas repercutirá en nuestras vidas, quizá no de una forma directa y evidente, pero sus efectos siempre acabarán haciéndose notar. Por eso, no es lo mismo que gane uno o que gane otra.

Yo ya he cruzado los dedos y tocado madera, y no dejaré de hacerlo hasta el próximo mes de noviembre.