7 de agosto de 2016

¿Quién manda en el PSOE?

En esto de la toma de decisiones, los partidos políticos españoles ofrecen todo un repertorio de modalidades, un auténtico muestrario de posibilidades entre las que elegir. En el PP, presidencialista y autoritario, las decisiones se toman por una sola persona, en estos momentos Mariano Rajoy, y que no se le ocurra a nadie discutirlas. Si lo hace, es muy posible que esa sea su postrera controversia, la última vez que se permita decir esta boca es mía. En Podemos, por otro lado, una formación que tiene a gala el asambleísmo como sistema de decisión, las directrices las marca el conjunto de sus cofradías, parroquias, diócesis y archidiócesis (pido perdón por el símil eclesiástico), y de forma milagrosa (no encuentro otra manera de explicarlo si no recurro a la intervención divina) ascienden por la estructura arbórea hasta llegar a la cúspide de la organización y convertirse en mandato institucional. O al menos eso dicen los de arriba, los de la curia.

Pero, ¿quién toma las decisiones en el PSOE?, se preguntan ahora los tertulianos, los periodistas, los politólogos y toda esa nube de especímenes informativos que aparece siempre alrededor de cualquier hecho que no se entiende o no se quiere entender. No es presidencialista ni asambleario, repiten a los cuatro vientos. Entonces, ¿quién manda allí?

En el PSOE funcionan sus instituciones internas de acuerdo con los estatutos del partido y, por tanto, el órgano de decisión competente en cada caso dependerá del tipo de decisión que haya que tomar. Vayamos por partes, porque ya sé que a estas alturas algunos de mis amigos lectores estarán pensando que lo que acabo de decir no es más que una ocurrencia de las mías.

Los congresos del Partido Socialista marcan las líneas programáticas. Sólo los congresistas, cuando se reúnen cada cierto tiempo, tienen la facultad de marcar las directrices ideológicas, adaptarlas a las circunstancias del momento y revisarlas o actualizarlas cuando consideren que la marcha de los tiempos ha dejado atrás viejos principios o preceptos.

El Comité Federal, en el que suelen estar inscritos los que algunos llaman -no siempre con buenas intenciones- barones del partido, es el máximo órgano de dirección entre congresos. Por tanto, le corresponde a esta institución velar por las esencias ideológicas y tomar cualquier decisión de tipo estratégico, pero nunca modificar los principios programáticos que emanan de los congresos.

La Comisión Ejecutiva, formada por personas de la máxima confianza del Secretario General, se encarga de tomar las decisiones tácticas que exige el día a día de un partido político, además de asesorar a aquel en todo lo que requiera. Sus resoluciones nunca podrán contradecir o entrar en conflicto con las líneas de carácter estratégico que se hayan marcado en las reuniones del Comité Federal.

Por último, el Secretario General es la máxima autoridad ejecutiva del partido y por tanto sus decisiones definen su ruta operativa. Pero, de acuerdo con lo anterior, sus mandatos nunca podrán ignorar las directrices que  haya marcado el Comité Federal, órgano que a su vez vela por la integridad ideológica que dictan los congresos.

Pedro Sánchez está, desde mi punto de vista, cumpliendo con lo que establecen los estatutos del PSOE. El día a día de las conversaciones a varias bandas que tanto él como los miembros de la Ejecutiva mantienen a diestro y siniestro, la declaraciones de sus adversarios, las circunstancias del momento le obligan a tomar decisiones sobre la marcha, marcar directrices operativas, definir tiempos, seleccionar los mensajes y los silencios, en definitiva manejar el timón de la organización de acuerdo con sus criterios. Pero lo que no puede hacer, porque no es de su exclusiva competencia, es decidir las estrategias generales del partido, entre las que están, cómo no, las que afectan a los apoyos o rechazos a las pretensiones de otros partidos a formar gobierno.

Si se tiene en cuenta todo esto, quizá se entienda mejor lo que está sucediendo estos días. Pedro Sánchez dirige el partido, pero nunca podrá ignorar las líneas que marcan las instituciones del PSOE, a las que, por cierto, pertenece con voz y voto.

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