31 de mayo de 2023

Aunque no me gusten los resultados, esto es democracia

Después de barajar varios títulos alternativos al que encabeza este artículo, me he decidido por el que mejor representa lo que siento en estos momentos, porque, aunque no me haya gustado el resultado de las elecciones del domingo pasado, democracia es democracia. Los electores en su conjunto no son estúpidos y, si la tendencia mayoritaria ha sido conservadora, algo habrá hecho mal el bloque progresista y algo bien la derecha. Otra interpretación sería aplicar paños calientes a una realidad palpable.

Por supuesto que tengo mi propia interpretación de los factores que han influido en estos resultados. Por un lado los riesgos que conllevan las alianzas poco fiables a las que se ha visto obligado el gobierno socialista, y, por otro, la fagotización de Ciudadanos por parte del PP. 

La constante rebeldía de Podemos dentro del gobierno, las listas de Bildu con cuarenta exetarras incluidos en ellas, el continuo raca-raca de Esquerra  con la república catalana y otras lindezas no ayudan en nada a crear una imagen de seriedad gubernamental, de sentido de estado. Todo lo contrario, son circunstancias que provocan indignación en los ciudadanos y exponen a los que gobiernan a una fácil crítica de su gestión.

Pero eso ya es agua pasada. Ahora corresponde hacer autocrítica, valorar sin apasionamiento las causas del estrepitoso fracaso y corregir los fallos. Sin embargo, aunque creo que la decisión de Sánchez de convocar elecciones sin pérdida de tiempo es la que corresponde a una situación como ésta, mucho me temo que sus socios sigan mareando la perdiz de sus personalismos, porque, una vez oídas algunas declaraciones de sus más preclaros líderes, tengo la sensación de que algunos no se han dado por aludidos.

Ione Belarra habla ahora de unidad, lo que se me antoja un auténtico sarcasmo después de haber "barrido para casa" durante toda la legislatura y, en consecuencia, haber contribuido de manera muy significativa a hundir al conjunto progresista. Están a punto de desaparecer y todavía sigue agarrada a los viejos clichés que tanto daño han hecho a las esperanzas de las clases más desfavorecidas.

Yolanda Díaz ha movido ficha inmediatamente y ha registrado su nuevo partido, invitando una vez más a Podemos a que se una al proyecto. Algunos de sus socios han salido escaldados de estas elecciones, pero ya se han dado cuenta de que unidos suman más que cada uno por su cuenta. Que Belarra, Montero, Echenique e Iglesias lo entiendan también es harina de otro costal. Hasta ahora, a pesar de sus bienintencionadas propuestas para favorecer a los más desposeídos, su manera de hacer política, entre la hosquedad y la aspereza, ha espantado a muchos votantes de la izquierda moderada y, a la vista de los resultados de estos comicios, también a bastantes de los que hasta ahora los han seguido con ilusión.

El partido socialista tiene que madurar una nueva estrategia. Siempre ha representado los ideales de la izquierda moderada, la de el vísteme despacio que tengo prisa, y se había visto obligado a meterse en un berenjenal muy complicado, en un terreno de arenas movedizas. La repetición de elecciones a las que le obligó en su momento la torpe intransigencia de Podemos bajó significativamente la fuerza parlamentaria de la izquierda en su conjunto y, como consecuencia, el partido socialista ha tenido que recurrir a pactos muy peligrosos; pero también es cierto que si continuara así terminaría hundiéndose con los demás. Y, que nadie lo olvide, el PSOE ha sido el motor de la modernización social de España desde el retorno de la democracia y sigue representando los ideales de una gran parte de los progresistas que prefieren, como decía Unamuno, la gota que horada a la convulsión volcánica.

 

27 de mayo de 2023

Viaje a la Mariña 4. La presencia de los indianos

El cuarto día de nuestro viaje amaneció nublado, pero no llovía. Desde nuestro mirador veíamos la brumosa orilla contraria de la ría, un cielo oscuro y amenazador que a pesar de su aspecto parecía que no se atreviera a soltar su carga de agua. En cualquier caso, no estábamos allí para arredrarnos.

Por eso, nada más desayunar emprendimos la excursión del día, esta vez a Mondoñedo. Este nombre siempre ha sonado en mis pensamientos como un lugar misterioso, de oscuras historias inquisitoriales, de curias influyentes, de creencias arraigadas. Pero, además, por la fama de su catedral, la llamada arrodillada debido a su escasa altura y a sus perfectas proporciones.

Aparcamos junto al impresionante edificio del seminario. Observamos que a su lado había otra construcción no menos interesante, en cuya puerta se observaba un gran movimiento de personas. Entramos creyendo que se trataría de un museo, pero la cancerbera nos cerró el paso aduciendo que aquello era una “pensión de sacerdotes”. De manera que nosotros allí no pintábamos nada. Esto último no lo dijo ella, pero yo sí lo pensé

Hicimos la visita de la basílica y del museo en algo más de una hora, ayudados por nuestras correspondientes audioguías. La sugerente voz del locutor animaba a tomar asiento de vez en vez, contemplar arquitectura y ornamentos, frescos y pinturas. Aunque con modificaciones posteriores, se trata de un templo románico de estrictas proporciones. La girola, amplia y muy bien iluminada, llamaba la atención. Parecía más el pasillo de un palacio que el corredor trasero del altar.

En el museo, me llamó la atención una colección de zapatos arzobispales de vivos colores y recargados ornamentos. Me parecieron propios de una coquetería poco acorde con tan reverendas personas. El claustro, uno más de tantos que hemos visto a lo largo de nuestra vida, era austero, pero no exento de belleza arquitectónica.

Cuando salimos al exterior notamos enseguida que la temperatura había descendido bastante. Un grupo de colegiales de unos diez u once años atendía las explicaciones de su maestro sobre la catedral. Siempre me ha gustado contemplar la enseñanza al aire libre, frente al objeto del temario. A cierta distancia, para no parecer un entremetido, estuve escuchando un rato las palabras del profesor, en un lenguaje sencillo, no exento de cierto academicismo. No es fácil combinar la sencillez con la precisión cultural. Esa es una de las virtudes de la buena pedagogía.

Nos sentamos en una terraza, bajo unos soportales frente a la catedral, y nos tomamos el merecido aperitivo mientras decidíamos dónde comeríamos. En contra de lo que habíamos supuesto, Mondoñedo es un pueblo pequeño, con poca vida ciudadana. Exploramos en un par de restaurantes, pero ninguno de ellos nos gustó, por lo que decidimos volver a Ribadeo, a sólo media hora de distancia. Reservé por teléfono mesa en el “El Lar de Manolo”, un lugar que parecía por las fotos de su web bonito y anunciaba una interesante carta. Además, estaba muy cerca del parador, lo que nos permitiría dejar el coche en su aparcamiento y acercarnos andando.

La verdad es que fue un acierto, porque el ambiente era agradable, el servicio muy profesional y, todo hay que decirlo, comimos muy bien. Después volvimos al parador, bajo un cielo que continuaba amenazando lluvia, aunque sin decidirse.

A las siete de la tarde, con una temperatura bastante baja y por tanto bien abrigados, salimos a recorrer Ribadeo, del que hasta ahora sólo conocíamos los alrededores del parador y la zona portuaria. Fue un paseo largo, a través de un trazado urbano amplio y poco congestionado, con grandes plazas ajardinadas y frondosos parques, y un caserío moderno, nuevo o restaurado. Dedicamos especial atención al barrio de san Roque, en el que se concentra una gran cantidad de palacetes indianos, muchos de ellos divididos en apartamentos. Por lo general, los herederos de aquellos ricos emigrantes que volvieron a su patria después de “hacer las Indias” no han podido mantener los suntuosos patrimonios inmobiliarios de sus abuelos. Los tiempos cambian todo y deshacen fortunas.

Esa noche, la última de nuestra estancia en Ribadeo, cenamos en el parador, recreándonos en el recuerdo de las cosas que habíamos conocido y proyectando nuevas escapadas. Porque mientras la mente no se oscurezca y el cuerpo no se derrumbe, estos viajes revitalizan y llenan de ilusiones. ¡Qué más se puede pedir!

Al día siguiente, el de nuestro regreso, durante el viaje nos cayó a raudales la lluvia que nos había respetado durante nuestra estancia, como si después de haberse contenido tanto tiempo dijera, ¡ya no puedo más!

26 de mayo de 2023

Viaje a la Mariña 3. Asturias, patria querida

El tercer día de nuestro viaje, miércoles 10 de mayo, decidimos cruzar la ría y explorar la zona costera más cercana a Galicia. Nos habían recomendado que visitáramos un cementerio musulmán, que allí llaman de los moros, muy próximo a Luarca, al parecer curioso e interesante. Pero, aunque el GPS nos llevó hasta la puerta, no encontramos la entrada ni un lugar donde aparcar. Desistimos y nos dirigimos directamente al puerto de esta localidad, a la que desde donde estábamos se accedía por una carretera de montaña, que desciende sinuosa y pronunciada directamente hasta las instalaciones portuarias y desde la que se puede contemplar una fantástica perspectiva de esta empinada villa asturiana.

Como no encontrábamos plazas libres en los aparcamientos, nos metimos en los muelles, hasta dar con un hueco. Estaba reservado para residentes, pero, tras una breve negociación con el vigilante, nos permitió, dadas las circunstancias, dejarlo allí durante un rato, con la promesa de cambiarlo antes de comer. Dimos un paseo, localizamos algunos restaurantes, tomamos un aperitivo en la terraza de uno de ellos mientras contemplábamos las maniobras de atraque de un pesquero y el desembarco de la captura del día, y reservamos mesa.

Después cambiamos el coche de lugar. En una zona cercana, al pie de unos enormes acantilados, se extendía a lo largo de una playa un aparcamiento en superficie, con una gran capacidad, pero a pesar de ello casi lleno. Cuando observo estas aglomeraciones me pregunto qué sucederá en época de vacaciones. Paseamos durante un buen rato por las calles más céntricas de Luarca, en las que -¡cómo no!- había mercadillo.

Comimos muy bien, atendidos por una simpática camarera, que además de atenta resultó una buena cicerone. Se llamaba Andrea, era luarquesa y nos amenizó la sobremesa con una detallada exposición de los encantos de su pueblo. Lamentablemente no teníamos tiempo, pero anoté sus recomendaciones para la próxima vez.

A la vuelta, decidimos recorrer la otra orilla de la ría del Eo, es decir la que está enfrente de Ribadeo. Llegamos primero a Castropol, cuya silueta, como ya he dicho, veíamos desde la terraza-mirador de nuestra habitación. Recorrimos su pequeño y bien cuidado puerto deportivo, contemplando la fachada del parador que aparecía frente a nosotros a una distancia de unos cuatrocientos o quinientos metros, la anchura del estuario..

Continuamos hacia el fondo de la ría, atravesamos un pueblo que se llama Vegadeo, muy animado a esas horas de la tarde. Continuamos dando la vuelta al brazo marino, cruzamos el río Eo a la altura de su desembocadura, volvimos a entrar en Galicia y nos dirigimos hacia Ribadeo. Todavía no conocíamos la zona portuaria, que como ya he dicho constituye un barrio algo separado del centro. Aparcamos, esta vez sin problemas, y nos dirigimos a los pantalanes del club náutico. Lo recorrimos, contemplando las cubiertas y los aparejos de docenas de pequeñas y medianas embarcaciones de recreo. Los puertos deportivos, aunque yo no sea aficionado a este deporte, siempre han despertado mi interés, puede ser, no lo niego, porque se me antoje una afición de aventureros.

Nos sentamos en una terraza estratégicamente situada sobre las embarcaciones. Hacía algo de frío, pero íbamos abrigados. Durante algo más de una hora, mientras tomábamos unas apetecibles y tonificantes bebidas, estuvimos contemplando las ajetreadas tareas de mantenimiento de algunos deportistas sobre la cubierta de sus embarcaciones. Tengo un buen amigo chiclanero, amante de la navegación a vela, que se pasa horas y horas a bordo de su velero atracado en el puerto, de la misma manera que yo lo hago a la sombra de una higuera en nuestro huerto de Castellote. La soledad reconfortante, cada uno la busca alrededor de sus aficiones.

Ese día cenamos en el parador.

25 de mayo de 2023

Viaje a la Mariña 2. La Mariña lucense

El segundo día de nuestro viaje, después de considerar varias alternativas entre las excursiones estudiadas de antemano, decidimos recorrer la costa cantábrica hacia el oeste, hasta llegar a O Barqueiro, la pequeña localidad pesquera donde hace años habíamos pasado unos días en otra de nuestras escapadas. Recordábamos aquel lugar con ilusión, porque, además de habernos alojado en uno de esos hoteles que ahora llaman con encanto, habíamos tenido la oportunidad de comer en un restaurante del puerto una merluza exquisita, fresca, recién pescada, de esas que no es fácil encontrar en los mercados de Madrid.

Hicimos una primera parada en Foz, otro puerto pesquero, un lugar que nos había recomendado una simpática recepcionista del parador. Llegamos allí sobre las once y media de la mañana y aparcamos en el puerto. Como a esas horas la marea estaba muy baja, se veía a los barcos atracados en los pantalanes flotantes muy por debajo del nivel de la superficie de los muelles, una curiosa visión que nos llamó la atención porque no estamos acostumbrados a variaciones tan acusadas.

Nos encontramos con un mercadillo, el primero de otros que iríamos descubriendo a lo largo de aquellos días. He leído hace unos días que esta modalidad de mercadeo ambulante ha recobrado pujanza, después de que en algunos lugares estuviera a punto de extinguirse. Lo cuento porque la noticia me llamó la atención.

Desde Foz nos dirigimos a la basílica de San Martiño, otra de las recomendaciones que nos habían hecho en el parador. Situada en el interior y a cierta altura sobre el nivel del mar, llegamos hasta allí a través de una estrecha y tortuosa carretera que discurre entre frondosos bosques, en cuya vegetación no faltaba el eucalipto. Aprovecho para decir que éste es un árbol que detesto, no sólo porque me parezca feo y desangelado, sino porque roba el agua a sus vecinos. Desgraciadamente por aquellas tierras abundan, consecuencia de continuas repoblaciones forestales con ánimos de lucro, debido a la rapidez de su crecimiento y a que de su madera se extraiga la celulosa. Un amigo mío se refería a estos árboles como la especie invasora.

En una bifurcación sin indicaciones, tuvimos que preguntar a una simpática y guapetona guardabosques por la dirección correcta.  Nos indicó que fuéramos a la derecha, pero nos señaló la izquierda. Aclarada la incoherencia entre palabra y gesto, llegamos al lugar.

Se trata de una iglesia de origen prerrománico, con modificaciones posteriores. Como su descripción está en las bibliotecas no voy a entrar en detalles. Pero sí señalar que, cuando entramos, un coro mixto, formado por cuatro mujeres y dos hombres, ensayaba unas curiosas canciones medievales, lo que nos indujo a sentarnos y permanecer allí durante un buen rato. Un espectáculo maravilloso, además de inesperado.

Recorrimos La Mariña lucense por completo, porque O Barqueiro ya está en la provincia de La Coruña. Cruzamos Viveiro, a esa hora del día con un tráfico endiablado. Se trata de una población de cierta entidad, con una viva actividad económica, algo que se observa en el movimiento ciudadano y en los edificios, muchos de ellos de construcción moderna. Pero como la carretera costera la atraviesa, tuvimos que soportar alguna retención.

A la una y media entrábamos en O Barqueiro tratando de localizar tanto nuestro hotel como el restaurante que con tanta ilusión recordábamos. Pero como el tiempo lo cambia todo, nos encontramos con que los dueños ya no eran los mismos, y, lo que es peor, que en la carta no figuraba la deseada merluza. No obstante, como nunca falta un roto para un descosido, a cambio dimos buena cuenta de un magnífico rodaballo, de esos que figurarán en mis recuerdos gastronómicos durante un buen tiempo. Aunque mi pescado favorito sea la merluza, en esta ocasión no la eché de menos.

De vuelta al parador paramos en la playa de Las Catedrales. Parece ser que en las épocas de mayor afluencia es preciso solicitar hora con antelación para visitarla, pero esos días el acceso era libre. Dejamos el coche en una explanada y bajamos por unas escaleras hasta la arena. Soplaba un viento huracanado que casi no dejaba andar. Por eso y porque la arena estaba húmeda y no llevábamos el calzado adecuado, nos limitamos a dar un paseo entre las rocas para por lo menos hacernos una idea de por qué aquel lugar tiene tanta fama. Doy fe de que no es inmerecida. El agua y el viento han modelado las rocas del litoral dándoles formas caprichosa, entre las que no faltan las conocidas ojivas catedralicias.

Regresamos a Ribadeo a la caída de la tarde. Esa noche se celebraba un partido de Champion -Real Madrid contra Manchester City- y el día anterior habíamos reservado una mesa convenientemente situada frente a una pantalla de televisión gigante. Como empezaba a las 9;00, habíamos decidido cenar allí y así matar dos pájaros de un tiro. Pero cuando llegamos la mesa estaba ocupada. Como no soy de los que aceptan con facilidad informalidades de este tipo, discutí con los camareros, con templanza, pero también con insistencia, hasta conseguir que los ocupas se levantaran y nos dejaran la mesa libre. Del partido no voy a hablar porque no toca. A una parte de los lectores de estas ocurrencias no les gusta el futbol, incluso alguno lo odia, y otros muchos no son madridistas. Así es que chitón.

Volvimos al parador dando un paseo y nos acostamos temprano. El cuerpo nos pedía descanso.

24 de mayo de 2023

Viaje a la Mariña 1. Nubarrones en el horizonte

Hace unos años, mi mujer y yo organizamos un viaje a la parte de la costa cantábrica correspondiente a las provincias de Coruña y Lugo. Nos alojamos en un hotel de Porto do Barqueiro, un pequeño pueblo marinero situado muy cerca de Estaca de Bares y del cabo Ortegal. Una de nuestras excursiones fue a Viveiro, lo que nos permitió visitar alguna de las pequeñas localidades de la Mariña Occidental. Recuerdo que ya entonces nos propusimos que más adelante, en otro viaje, recorreríamos también la Central y la Oriental, para así completar nuestras impresiones sobre aquella preciosa costa, hasta entonces desconocida por nosotros.

De ahí que hace unos meses reserváramos cuatro noches en el parador de Ribadeo, la capital de la Mariña occidental, situada a orillas del Eo, un río que marca el límite entre Asturias y Galicia. Las fechas elegidas fueron del 8 al 12 de mayo, desde un lunes hasta un viernes, cuando la primavera ya estuviera algo avanzada y pudiéramos esperar buen tiempo, lo que para nosotros significa sin lluvias, porque el frío no nos asusta. En cualquier caso, ya se sabe que en el norte los riesgos que se corren con la climatología son grandes, aunque siempre habrá paraguas, sombreros de lluvia e impermeables.

Hicimos el viaje en siete horas, con una sola parada para comer. Todo nuestro recorrido fue  por autopistas, la M-30, la del Noroeste, la Ruta de la Plata y la del Cantábrico. A lo largo de aquel recorrido coincidimos con varios convoyes de la UME, señal inequívoca de la alarma que estaba provocando las hasta entonces altas temperaturas y la prolongada sequía. Cruzamos la espectacular cordillera cantábrica, recorrimos la costa occidental de Asturias y entramos en Galicia a través de un impresionante puente que salva la ría del Eo, su ancha desembocadura.  

A las 5.30 de la tarde ya estábamos haciendo check-in en el parador. Cuando llegamos a la habitación nos encontramos con que sólo disponía de una butaca. Llamé a recepción solicitando una segunda y la respuesta fue que nos cambiarían inmediatamente a otra. En quince minutos entrábamos en el que iba a ser nuestro alojamiento durante los cinco días de nuestra estancia. Quien me conoce sabe que la exigencia de disponer de dos cómodos asientos es para mí insoslayable, porque no acepto que una habitación doble no disponga de los mismos.

Creo que salimos ganando, porque esta segunda era mayor que la anterior, con un amplio mirador asomado a la ría, desde el que se contemplaba una magnifica panorámica de la orilla de enfrente, en la que destacaba el pintoresco perfil del pueblo asturiano de Castropol, del que algo diré en el momento oportuno.

Una vez comprobado que todo funcionaba correctamente, desde el baño hasta la wifi, estudiamos los pronósticos del tiempo para confeccionar nuestro plan definitivo. Aunque estaba nublado, ni llovía ni hacía frío; pero ojo con los cambios inesperados porque, como nos diría uno de los recepcionistas del parador, en Galicia llueve por excepción.

Ese día, después de explorar las instalaciones del parador, dimos una vuelta por los alrededores para hacernos idea de dónde estábamos. El centro urbano de Ribadeo está situado en una planicie de cierta altura sobre la ría, de manera que para acceder a las zonas portuarias -comercial y deportiva- hay que descender unas cortas pero empinadas cuestas. La vida ciudadana se concentra en la parte alta, de calles anchas y bien trazadas, con edificios modernos o restaurados, entre los que destacan fantásticas construcciones indianas, vestigios de otros tiempos, de años de emigración en busca de mejor fortuna. Pero de todo esto hablaré en el momento oportuno

Como ese día ya no daba más de sí, y el ajetreo nos había cansado, volvimos al parador, cenamos, vimos un rato la televisión y nos fuimos a la cama, diciéndonos aquello de mañana será otro día.

 

20 de mayo de 2023

Las fobias y los negacionismos viajan juntos

Me he preguntado muchas veces por qué los xenófobos suelen ser al mismo tiempo racistas, homófobos, antifeministas e intolerantes en general. No me resulta fácil encontrar una respuesta a la pregunta, mucho menos cuando descubro que los amigos de las fobias son también negacionistas en cualquiera de sus formas, porque no aceptan que exista desigualdad entre la realidad de los derechos de los hombres y los de las mujeres, porque no creen que se esté produciendo un cambio climático o porque niegan la eficacia de las vacunas. Se trata por tanto de un perfil psicológico que me cuesta mucho catalogar. Suponiendo que se tratara de una paranoia, habría que considerarla multifuncional o, dicho de otra forma, una anomalía que abarcaría un amplio espectro del comportamiento humano.

¿Qué tienen en común todas estas fobias y todos los objetos de los distintos negacionismos? Me lo pregunto porque, si encontráramos algún factor de coincidencia en todas ellas, quizá estuviéramos más cerca de entender las razones de este comportamiento tan peculiar. Pero, como no veo nada que pueda homologar a homosexuales con personas de distinta raza o con extranjeros, empiezo a sospechar que las fobias no proceden del objeto sino de la percepción del sujeto que padece las fobias. Si así fuera, estaríamos ante una anomalía de la personalidad, de mayor o menor gravedad en función de la intensidad del odio. Sí, del odio; porque no perdamos de vista nunca que estar en contra de un colectivo, sin entrar en consideraciones individuales, conlleva este sentimiento de aversión y de repulsa.

Lo del negacionismo irreductible pude que venga del trasfondo de esa anomalía. Porque, puestos a desconfiar de colectivos de manera indiscriminada, no tendría nada de particular que se desconfiara también de las recomendaciones que proceden de los que de una manera u otra defienden el respeto a las minorías discriminadas. Pudiera ser que en la mente de los fóbicos se forme un totum revolutum que dé lugar a que las fobias se acompañen entre ellas y a que además vengan de la mano del negacionismo.

Llegados a este punto, quizá alguno se pregunte que adónde pretendo llegar. Pues bien, lo diré: a la intolerancia como forma de comportamiento, una característica que no es patrimonio ni de la derecha ni de la izquierda, ya que está muy repartida. Lo que sí es cierto es que cuando más cerca se está de los extremos, mayor proclividad se da. El extremismo y la intolerancia también viajan juntos.

Como no pretendo convertir la reflexión de hoy en un alegato político, lo voy a dejar aquí. Relacionar las fobias y los negacionismos con cualquiera de las siglas que circulan por el panorama social español es un ejercicio muy fácil de hacer, por lo que invito a los que lean estas parrafadas a que lo hagan de acuerdo con sus propios criterios. Los míos me han llevado a conclusiones concretas, que hoy no me toca exponer.

16 de mayo de 2023

Déjalo "pa´prao"

Hace unos días me llegó uno de esos rebotes de WhatsApp que circulan por las redes, con el supuesto mensaje de un sabio anónimo: “defiéndete con la sonrisa, ataca con el silencio y vence con la indiferencia”. Yo tenía un amigo, que ya no está entre nosotros -no tan cuerdo y juicioso como el del WA pero más listo que el hambre-, que cuando oía lo que en su opinión era una sandez que no merecía la pena discutir decía: “déjalo pa´prao”, porque mi amigo era muy aficionado a utilizar simpáticas expresiones asturianas. En la vida hay ocasiones en las que lo mejor que se puede hacer es defenderse con la sonrisa, atacar con el silencio y vencer con la indiferencia  o, simplemente, dejarlo "pa´prao".

El esperpéntico affair Bolaños es uno de ellos. Yo en su caso, suponiendo que hubiera ido al espectáculo de la Puerta del Sol, me habría callado y le hubiera ordenado a mi responsable de protocolo que lo dejara "pa´prao". Se había metido en la boca de la loba, en las fauces de la insaciable presidenta de Madrid, sin medir bien hasta dónde es capaz de llegar una dirigente antisistema, populista y separatista a su manera, porque lo que hizo doña Isabel ese día significa que antepone la autonomía que preside a la nación a la que pertenece. Una salida de tono como la de ese día yo no la había visto antes ni en las parodias.

He leído muchas definiciones de populismo. Pero yo me quedo con aquella que lo define como el conjunto de manifestaciones políticas que despiertan el aplauso del populacho, aludiendo con este despectivo nombre a los que carecen de buena formación. Por otra parte, antisistema significa estar en contra de las instituciones, y no se puede negar que cerrar el paso en un acto institucional a un ministro del gobierno entra dentro de esta categoría. Nunca lo había visto hasta ahora, al menos en nuestro entorno, quiero decir en el mundo civilizado. Supongo que en algún rincón del planeta alejado de la civilización y de la cultura se darán estos comportamientos, pero no aquí, entre nosotros.

Pero los populistas tiene adeptos, como los tienen los antisistemas, sobre todo cuando se visten con retoques goyescos y se perfuman a diario. Por eso doña Isabel se recrea en episodios como el de la Puerta del Sol, porque sus consejeros le han enseñado que son muchos los que aplauden sus salidas de tono, sus enfrentamientos con las instituciones y su indisimulada chulería. Porque saben que mientras se habla de estas nimiedades se dejan a un lado las críticas a la gestión de la sanidad, de las listas de espera, de la educación, de las residencias de mayores, de las guarderías y de todo aquello que de verdad interesa a los ciudadanos.

Bolaños se ha equivocado. En vez de dejarlo "pa´prao", ha entrado al trapo y le ha dado cuerda a la señora Díaz Ayuso. Supongo que ésta se habrá frotado las manos, porque debía de estar un poco preocupada porque lo de Doñana le estuviera dando demasiado protagonismo al señor Moreno Bonilla y quitándoselo a ella.

12 de mayo de 2023

Protecionismo social

Quizá sea este asunto, el énfasis que se ponga en proteger a las capas más necesitadas de la sociedad, la característica que señale con mayor nitidez la diferencia entre el progresismo, en sus diferentes intensidades, del conservadurismo, también en las suyas. Un progresista defenderá la puesta en marcha de políticas que protejan a los más vulnerables frente a las crisis y un conservador juzgará dichas políticas como poco adecuadas para la marcha de la economía, cuando no como nefastas.

Hago esta introducción, porque si bien hasta ahora las críticas a la protección social han sido siempre matizadas por los que las pronunciaban para no levantar sospechas de riesgo involucionista o temores ante la posible pérdida de los derechos sociales conseguidos, de un tiempo a esta parte los partidos conservadores y los medios que los aplauden se han quitado la careta para culpar de todos los males económicos al exceso, según ellos, de subvenciones. Ya no dicen aquello de que cuando cada uno se tiene que buscar las habichuelas como pueda se crece más, sino que acusan al proteccionismo social de crear una casta de vagos. No hay fontaneros, ni camareros, ni camioneros, ni albañiles porque los sueldos sean bajos y las condiciones de trabajo muy duras, sino porque la gente prefiere cobrar un subsidio en vez de trabajar.

Todos los 1 de mayo, el día internacional del trabajo, se oyen exageraciones por todas partes, desde los sindicatos, desde las organizaciones empresariales, desde la oposición y desde el gobierno. Es lógico, porque si hay un momento en el que no se puede dejar de arrimar el ascua a la sardina de cada uno es precisamente durante esa jornada, de claro perfil reivindicativo. Yo ya estoy acostumbrado a las hipérboles, a las amenazas y a las acusaciones, de manera que suelo oír los discursos de unos y de otros sin alterarme demasiado.

Pero este año si salté de mi sillón, dicho sea en el sentido figurado, cuando hoy salir de la boca del señor Abascal una frase parecida a ésta: todos "éstos" que se están manifestando hoy se van a enterar -no añadió de lo que vale un peine- cuando nosotros gobernemos, porque los vamos a poner en su sitio. Una chula amenaza, así como suena, sin tapujos.

Lo dicho, se han quitado la careta. Es muy posible que esa frase y otras del mismo estilo que acompañaron su discurso hayan pasado desapercibidas ante la opinión pública, porque son muy pocos los que prestan atención a las estentóreas proclamas del líder de la ultraderecha. Pero a mí me dejó impresionado, porque quizá por primera vez en mi vida oía una expresión de clara discriminación de la clase trabajadora, a la que por cierto pertenecemos o hemos pertenecido casi todos. Claro que él no pretendía referirse a los empleados de las clases medias, a los funcionarios, a los profesionales liberales, a los empleados de banca, sino a los metalúrgicos, a los albañiles, a los mineros, a los campesinos, etc. Lo que sucede es que el subconsciente lo traicionó y metió a todos en ese saco que denominó “éstos”.

Miedo me dan los que tienen como objetivo político meter a la clase trabajadora en cintura.

8 de mayo de 2023

Hablemos del tiempo

Empezaré diciendo que no soy un negacionista del cambio climático. Todo lo contrario, estoy convencido de que, si no se pone freno a los desatinos y a los desmanes, dentro de unos años la humanidad se encontrará con una situación ambiental muy preocupante. Lo que sucede es que, al hilo de esta amenaza, los medios de comunicación se han lanzado a propagar una serie de exageraciones, muchas de las cuales contradicen las realidades estadísticas. Una cosa es advertir de que vamos por mal camino y otra muy distinta asegurar que nunca se habían alcanzado en el mes de abril unas temperaturas como las de este año.

El periodismo cuando encuentra un filón noticiable no deja ni la ganga, dicho sea en el sentido minero de la expresión. A veces porque no tiene otra cosa de la que hablar y en ocasiones porque elucubrar es siempre más sencillo que documentar. La ingenuidad y la falta de conocimientos de muchos consumidores de noticias convierte las del tiempo en información fácil, algo muy del agrado de los periodistas. Es menos comprometido decir que los pantanos se están secando que informar sobre la guerra de Sudán. De lo primero todo el mundo entiende, pero pocos saben ni siquiera dónde está este sufrido país africano.

En tiempos de Franco –hace medio siglo- se hablaba con frecuencia de la pertinaz sequía. Las restricciones de agua eran frecuentes, incluso en ciudades como Madrid o Barcelona. Pero sin necesidad de ir tan lejos, las medidas de ahorro de agua para usos no esenciales han sido muy frecuentes a lo largo de las últimas décadas. Yo recuerdo los jardines de Madrid amarillentos, porque no se podían regar, de la misma manera que no se me olvida como se perdían cosechas enteras por culpa de falta de lluvia en el momento oportuno. ¿Se acuerda alguien ya  de que hace unos años se estuvo a punto de instalar a toda prisa una conducción procedente del Ebro para surtir de agua al área metropolitana de Barcelona?

El verano pasado fue especialmente caluroso, como parece que lo será este año. Pero para mí no es una novedad, porque he vivido muchos meses de julio y agosto con un calor insoportable. Lo que ahora sucede es que como las previsiones meteorológicas son de gran fiabilidad, las noticias sobre el tiempo se anticipan  y las alarmas se exageran y se agrandan. Antes decíamos que el tiempo estaba loco porque en abril hacía calor o porque en septiembre bajaban las temperaturas repentinamente; ahora nos alarmamos porque los periódicos repiten una y otra vez espeluznantes previsiones. Por ejemplo, que en Córdoba se van a alcanzar los 35 grados en abril, como si eso nunca antes hubiera sucedido.

No, no niego el cambio climático, ni que la sequía nos está causando grandes problemas, ni que los polos se están derritiendo. Lo que digo es que se ha creado una sensación de catástrofe medioambiental debido a que hay periodistas que sólo saben hablar del tiempo.

4 de mayo de 2023

El voto inútil

Parece evidente que algunos votantes, llevados por la buena fe de sus arraigadas convicciones, desperdician su voto sin pretenderlo, porque en vez de favorecer a los que tienen la posibilidad de gobernar, y por tanto a los que pueden llevar adelante sus ideas o las muy próximas a las suyas, lo malgastan dispersándolo entre formaciones minoritarias que poco tienen que hacer. Con lo cual, al final, terminan ganando sus adversarios. Porque la aritmética es la aritmética, se ponga uno como se ponga.

Esta idea, la del voto inútil, es válida tanto para la derecha como para la izquierda. Yo recomendaría a los votantes conservadores que centraran su voto en el PP, el único partido de esa parte del espectro político que tiene posibilidades de ocupar el Palacio de la Moncloa, en vez de apoyar a la ultraderecha,  que a pesar de su crecimiento no deja de ser un partido minoritario. De la misma manera que creo que los progresistas deberían apoyar al PSOE, la única opción de izquierdas que que ha gobernado y tiene posibilidades de seguir haciéndolo.

Hasta aquí la teoría. Lo que sucede es que el votante medio es muy amigo de los personalismos, de idolatrar a los líderes y convertirlos en opción política, aunque se sepa de antemano que poco o nada tienen que hacer. En vez de analizar las diferencias de programas entre unos y otros y comprobar que son tan pequeñas que no merece la pena dispersar el voto, muchos se mantienen en la idea de defender exactamente aquello en lo que creen, aunque salgan perjudicados. Esto último lo saben o lo sospechan, pero no se apean de la terquedad de sus convicciones. Como decía el el chiste del baturro, que se aparte el tren.

Mientras que entre los conservadores se ha producido un cierto reagrupamiento al desaparecer prácticamente Ciudadanos, entre los progresistas la división -en algunos casos atomización- continúa. El PSOE mantiene una buena intención de voto, pero, como la dispersión lo perjudica, la izquierda corre el riesgo de ceder el testigo al PP y a Vox, gracias precisamente a la miopía de algunos votantes progresistas.

Las espadas vuelven a estar en alto y la falta de pragmatismo del votante se mantiene a pesar de las evidencias. Todavía me acuerdo del espectáculo tan patético que ofrecieron las distintas fracciones que se formaron a la izquierda del PSOE en las pasadas elecciones andaluzas. Todos veían venir el fracaso y ninguno hizo nada para evitarlo. El resultado fue que salió triunfante el señor Moreno Bonilla, precisamente la opción que ninguno de ellos hubiera querido que ganara.

Después todos se echaron las culpas del desastre, los unos a los otros. Pero la realidad es que, si en esto de la política se pudiera hablar de culpables, los verdaderos responsables serían los que, a pesar de las evidencias aritméticas, a pesar del esperpento de los personalismos y a pesar de reconocer que están favoreciendo al adversario, se mantienen en sus trece por aquello de los matices programáticos. 

Como decía un viejo chiste del inolvidable Forges, van votando ustedes lo que van votando y luego les pasa lo que les pasa.