12 de mayo de 2023

Protecionismo social

Quizá sea este asunto, el énfasis que se ponga en proteger a las capas más necesitadas de la sociedad, la característica que señale con mayor nitidez la diferencia entre el progresismo, en sus diferentes intensidades, del conservadurismo, también en las suyas. Un progresista defenderá la puesta en marcha de políticas que protejan a los más vulnerables frente a las crisis y un conservador juzgará dichas políticas como poco adecuadas para la marcha de la economía, cuando no como nefastas.

Hago esta introducción, porque si bien hasta ahora las críticas a la protección social han sido siempre matizadas por los que las pronunciaban para no levantar sospechas de riesgo involucionista o temores ante la posible pérdida de los derechos sociales conseguidos, de un tiempo a esta parte los partidos conservadores y los medios que los aplauden se han quitado la careta para culpar de todos los males económicos al exceso, según ellos, de subvenciones. Ya no dicen aquello de que cuando cada uno se tiene que buscar las habichuelas como pueda se crece más, sino que acusan al proteccionismo social de crear una casta de vagos. No hay fontaneros, ni camareros, ni camioneros, ni albañiles porque los sueldos sean bajos y las condiciones de trabajo muy duras, sino porque la gente prefiere cobrar un subsidio en vez de trabajar.

Todos los 1 de mayo, el día internacional del trabajo, se oyen exageraciones por todas partes, desde los sindicatos, desde las organizaciones empresariales, desde la oposición y desde el gobierno. Es lógico, porque si hay un momento en el que no se puede dejar de arrimar el ascua a la sardina de cada uno es precisamente durante esa jornada, de claro perfil reivindicativo. Yo ya estoy acostumbrado a las hipérboles, a las amenazas y a las acusaciones, de manera que suelo oír los discursos de unos y de otros sin alterarme demasiado.

Pero este año si salté de mi sillón, dicho sea en el sentido figurado, cuando hoy salir de la boca del señor Abascal una frase parecida a ésta: todos "éstos" que se están manifestando hoy se van a enterar -no añadió de lo que vale un peine- cuando nosotros gobernemos, porque los vamos a poner en su sitio. Una chula amenaza, así como suena, sin tapujos.

Lo dicho, se han quitado la careta. Es muy posible que esa frase y otras del mismo estilo que acompañaron su discurso hayan pasado desapercibidas ante la opinión pública, porque son muy pocos los que prestan atención a las estentóreas proclamas del líder de la ultraderecha. Pero a mí me dejó impresionado, porque quizá por primera vez en mi vida oía una expresión de clara discriminación de la clase trabajadora, a la que por cierto pertenecemos o hemos pertenecido casi todos. Claro que él no pretendía referirse a los empleados de las clases medias, a los funcionarios, a los profesionales liberales, a los empleados de banca, sino a los metalúrgicos, a los albañiles, a los mineros, a los campesinos, etc. Lo que sucede es que el subconsciente lo traicionó y metió a todos en ese saco que denominó “éstos”.

Miedo me dan los que tienen como objetivo político meter a la clase trabajadora en cintura.

2 comentarios:

  1. Abascal es un tipo poco recomendable, pero no tonto. Creo que su comentario no lo dirige a todos los trabajadores, sino a los trabajadores que se manifiestan. A esos no se les pasa por la cabeza votar a Vox, así que Abascal no pierde nada con su comentario. Pero al resto de los trabajadores, a los que no se manifiestan, les parece muy bien que se amenace a los que sí lo hacen. No olvidemos que el mayor caladero de votos de Vox está en los barrios obreros.

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    1. Alfredo, manifestarse es un derecho constitucional. Los comentarios de Abascal no son de "tonto" sino de enemigo de la democracia.
      Me parece un tanto arriesgado asegurar que los trabajadores que no se manifiestan están de acuerdo con las amenazas del líder de la ultraderecha. Supongo que habrá de todo, como en botica.

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