De ahí que hace unos meses reserváramos cuatro noches en el parador de Ribadeo, la capital de la Mariña occidental, situada a orillas del Eo, un río que marca el límite entre Asturias y Galicia. Las fechas elegidas fueron del 8 al 12 de mayo, desde un lunes hasta un viernes, cuando la primavera ya estuviera algo avanzada y pudiéramos esperar buen tiempo, lo que para nosotros significa sin lluvias, porque el frío no nos asusta. En cualquier caso, ya se sabe que en el norte los riesgos que se corren con la climatología son grandes, aunque siempre habrá paraguas, sombreros de lluvia e impermeables.
Hicimos el viaje en siete horas, con una sola parada para comer. Todo nuestro recorrido fue por autopistas, la M-30, la del Noroeste, la Ruta de la Plata y la del Cantábrico. A lo largo de aquel recorrido coincidimos con varios convoyes de la UME, señal inequívoca de la alarma que estaba provocando las hasta entonces altas temperaturas y la prolongada sequía. Cruzamos la espectacular cordillera cantábrica, recorrimos la costa occidental de Asturias y entramos en Galicia a través de un impresionante puente que salva la ría del Eo, su ancha desembocadura.
A las 5.30 de la tarde ya estábamos haciendo check-in en el parador. Cuando llegamos a la habitación nos encontramos con que sólo disponía de una butaca. Llamé a recepción solicitando una segunda y la respuesta fue que nos cambiarían inmediatamente a otra. En quince minutos entrábamos en el que iba a ser nuestro alojamiento durante los cinco días de nuestra estancia. Quien me conoce sabe que la exigencia de disponer de dos cómodos asientos es para mí insoslayable, porque no acepto que una habitación doble no disponga de los mismos.
Una vez comprobado que todo funcionaba correctamente, desde el baño hasta la wifi, estudiamos los pronósticos del tiempo para confeccionar nuestro plan definitivo. Aunque estaba nublado, ni llovía ni hacía frío; pero ojo con los cambios inesperados porque, como nos diría uno de los recepcionistas del parador, en Galicia llueve por excepción.
Ese día, después de explorar las instalaciones del parador,
dimos una vuelta por los alrededores para hacernos idea de dónde estábamos.
El centro urbano de Ribadeo está situado en una planicie de cierta altura sobre la ría, de
manera que para acceder a las zonas portuarias -comercial y deportiva- hay que descender unas cortas
pero empinadas cuestas. La vida ciudadana se concentra en la parte alta, de
calles anchas y bien trazadas, con edificios modernos o restaurados, entre los
que destacan fantásticas construcciones indianas, vestigios de otros tiempos, de años de emigración en busca de mejor fortuna. Pero de todo esto hablaré en el momento oportuno
Como ese día ya no daba más de sí, y el ajetreo nos había cansado, volvimos al parador, cenamos, vimos un rato la televisión y nos fuimos a la cama, diciéndonos aquello de mañana será otro día.
Muy bonito ha tenido que ser ese viaje, Luis. Para mí mayo es el mejor mes para viajar: no coges ni frío ni calor. A mí, el frío tampoco me asusta, salvo cuando nieva, que recuerdo yo una vez que iba en pleno invierno por la provincia de Zamora por una carretera comarcal, y de repente se puso a nevar y en menos de un minuto la carretera había desaparecido, toda inundada de blanca nieve, y tuve que parar el coche. Menos mal que pasó un camión y pude seguir su estela hasta llegar a una venta, que si no...
ResponderEliminarEfectivamente la nieve es peligrosa. Yo también he tenido algún percance a lo largo de mi vida. Ahora no se me ocurriría correr riesgos. Luis
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