Hicimos una primera parada en Foz, otro puerto pesquero, un lugar que nos había recomendado una simpática recepcionista del parador. Llegamos allí sobre las once y media de la mañana y aparcamos en el puerto. Como a esas horas la marea estaba muy baja, se veía a los barcos atracados en los pantalanes flotantes muy por debajo del nivel de la superficie de los muelles, una curiosa visión que nos llamó la atención porque no estamos acostumbrados a variaciones tan acusadas.
Nos encontramos con un mercadillo, el primero de otros que iríamos descubriendo a lo largo de aquellos días. He leído hace unos días que esta modalidad de mercadeo ambulante ha recobrado pujanza, después de que en algunos lugares estuviera a punto de extinguirse. Lo cuento porque la noticia me llamó la atención.
Desde Foz nos dirigimos a la basílica de San Martiño, otra de las recomendaciones que nos habían hecho en el parador. Situada en el interior y a cierta altura sobre el nivel del mar, llegamos hasta allí a través de una estrecha y tortuosa carretera que discurre entre frondosos bosques, en cuya vegetación no faltaba el eucalipto. Aprovecho para decir que éste es un árbol que detesto, no sólo porque me parezca feo y desangelado, sino porque roba el agua a sus vecinos. Desgraciadamente por aquellas tierras abundan, consecuencia de continuas repoblaciones forestales con ánimos de lucro, debido a la rapidez de su crecimiento y a que de su madera se extraiga la celulosa. Un amigo mío se refería a estos árboles como la especie invasora.
En una bifurcación sin indicaciones, tuvimos que preguntar a una simpática y guapetona guardabosques por la dirección correcta. Nos indicó que fuéramos a la derecha, pero nos señaló la izquierda. Aclarada la incoherencia entre palabra y gesto, llegamos al lugar.
Recorrimos La Mariña lucense por completo, porque O Barqueiro ya
está en la provincia de La Coruña. Cruzamos Viveiro, a esa hora del día con un
tráfico endiablado. Se trata de una población de cierta entidad, con una
viva actividad económica, algo que se observa en el movimiento ciudadano y en
los edificios, muchos de ellos de construcción moderna. Pero como la carretera costera la atraviesa, tuvimos que soportar alguna retención.
A la una y media entrábamos en O Barqueiro tratando de localizar tanto nuestro hotel como el restaurante que con tanta ilusión recordábamos. Pero como el tiempo lo cambia todo, nos encontramos con que los dueños ya no eran los mismos, y, lo que es peor, que en la carta no figuraba la deseada merluza. No obstante, como nunca falta un roto para un descosido, a cambio dimos buena cuenta de un magnífico rodaballo, de esos que figurarán en mis recuerdos gastronómicos durante un buen tiempo. Aunque mi pescado favorito sea la merluza, en esta ocasión no la eché de menos.
De vuelta al parador paramos en la playa de Las Catedrales. Parece ser que en las épocas de mayor afluencia es preciso solicitar hora con
antelación para visitarla, pero esos días el acceso era libre. Dejamos el coche
en una explanada y bajamos por unas escaleras hasta la arena. Soplaba un viento huracanado que casi no dejaba andar. Por eso y porque la arena estaba húmeda y no
llevábamos el calzado adecuado, nos limitamos a dar un paseo entre las rocas
para por lo menos hacernos una idea de por qué aquel lugar tiene tanta fama.
Doy fe de que no es inmerecida. El agua y el viento han modelado las rocas del litoral dándoles formas caprichosa, entre las que no faltan las conocidas ojivas catedralicias.
Regresamos a Ribadeo a la caída de la tarde. Esa noche se celebraba un partido de Champion -Real Madrid contra Manchester City- y el día anterior habíamos reservado una mesa convenientemente situada frente a una pantalla de televisión gigante. Como empezaba a las 9;00, habíamos decidido cenar allí y así matar dos pájaros de un tiro. Pero cuando llegamos la mesa estaba ocupada. Como no soy de los que aceptan con facilidad informalidades de este tipo, discutí con los camareros, con templanza, pero también con insistencia, hasta conseguir que los ocupas se levantaran y nos dejaran la mesa libre. Del partido no voy a hablar porque no toca. A una parte de los lectores de estas ocurrencias no les gusta el futbol, incluso alguno lo odia, y otros muchos no son madridistas. Así es que chitón.
Volvimos al parador dando un paseo y nos acostamos temprano. El cuerpo nos pedía descanso.
¡Qué maravilla de viaje! No os ha faltado de nada: playas, bosques, templos de todas clases (artificiales y naturales), buenos restaurantes, fútbol…
ResponderEliminarComento por partes, brevemente:
Respecto a los eucaliptos: a mí tampoco me gustan y aquí en nuestra zona han invadido a las carballeiras (robledales). Lo bueno que tienen: dan buen olor, tienen buena madera para la construcción, la celulosa y para calentar las casas en invierno. Si bien sostengo que deberían plantarse en zonas acotadas y no dejar que se mezcle un tipo de bosque con otro; pero eso ve a contárselo al partido que gobierna en Galicia desde hace décadas.
Lo de decir a la izquierda y apuntar a la derecha lo he visto en más de una ocasión, ja ja.
Yo tampoco me pierdo en nuestros viajes las visitas a cualquier templo que se nos presente por el camino, y si son de los antiguos (prerrománicos y románicos), todavía mejor.
La famosa playa de las Catedrales debe de ser monumental. Aún no la conozco y ya estoy tardando.
A mí tampoco me gusta el fútbol, así que estupendo en no entrar en detalles que no tocan. Lo de tener que discutir con los camareros es un fastidio, pero si al final todo resultó bien pues supongo que mereció la pena.
Hasta la próxima etapa (mañana creo).
Gracias Fernando. Efectivamente, hoy se publicará el tercero y mañana sábado el cuarto y último.
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