12 de agosto de 2022

La sabiduría y la suerte

Hoy, que la serpiente de verano continúa haciendo estragos con las noticias, voy a referirme al viejo refrán de al saber lo llaman suerte, un proverbio que viene a decir que cuando las cosas en la vida salen bien no se debe a que supuestas causas o fuerzas ocultas hayan intervenido por arte de birlibirloque o porque lo hubiera determinado la naturaleza, sino porque se han sabido hacer. Es una frase que utilizo con cierta frecuencia, porque considero que siempre se puede encontrar la relación que existe entre la causa y el efecto. Por eso, tampoco creo en la fatalidad. Cuando las cosas salen mal, suele haber intervenido la torpeza, la desidia o la falta de interés y no algún soplo maligno.

Lo que sucede es que resulta mucho más cómodo culpar a los hados que reconocer nuestras propias culpas. Pondré un ejemplo para que se entienda mejor lo que quiero decir. Cuando se habla de la educación de los hijos, se dice aquello de que el chico ha salido mal porque nació así y no ha habido forma de enderezarlo, en vez de aceptar que, si es un mal educado, un bala perdida o un irresponsable, alguna culpa habrán tenido los progenitores, los educadores y el entorno en general en ello.

Teniendo en cuenta que muchas veces es muy difícil determinar la relación entre las acciones y sus consecuencias, es fácil caer en la tentación de que, cuando éstas no nos gustan, digamos aquello de las reclamaciones al maestro armero. Es una forma de escurrir el bulto, una manera de responsabilizar a la suerte y no a nuestros errores. Algo muy humano, pero en definitiva un error.

Creo que ya he contado aquí en varias ocasiones que soy un escéptico empedernido. Supongo que para algunos esto será un defecto, pero para mí es una ventaja, por no decir una virtud, entre otras cosas porque me obliga a buscar siempre las causas que han originado los resultados. Por eso repito una y otra vez el proverbio de arriba, porque no creo ni en las fuerzas ocultas ni en los destinos ni en lo indemostrable. Si algo ha salido bien es porque se han hecho bien las cosas y no porque se haya tenido suerte; si han salido mal, habrá que preguntarse por qué en vez de consultar las cartas del Tarot.

Cuando se tiene el convencimiento de que el Universo está regido por leyes físicas inalterables y que, por consiguiente, no existe nada que no se pueda explicar dentro de ellas, se desarrolla un instinto especial para buscar siempre el por qué de las cosas. Se abandona el esoterismo y se acude a la lógica. Si ha habido un efecto es porque alguna causa ha intervenido. Si las cosas han salido bien, será porque se han hecho bien; si han salido mal, alguna torpeza se habrá cometido. Así de simple, ni suerte en un caso ni fatalidad en el otro.

Ya sé que alguno estará pensando en que, en ocasiones, por mucho empeño que se ponga en la realización de una tarea, no se logra el objetivo que se perseguía. Pero eso es algo que no contradice lo que digo arriba, sino que, por el contrario, demuestra que a pesar de la buena voluntad algún factor no se habrá tenido en cuenta, algún involuntario error se habrá cometido. Por el contrario, otras veces nos sorprende la calidad del resultado de nuestro esfuerzo, seguramente porque no éramos conscientes de nuestra habilidad, por no decir, en términos más generales, de nuestra sabiduría.

Al saber lo llaman suerte, cuando sólo es saber. A la torpeza fatalidad, cuando no es más que torpeza. Lo que no invalida que a veces las cosas se tuerzan y no haya quien las enderece.

5 comentarios:

  1. Comparto contigo, Luis, que todo tiene una causa y que cuando decimos que algo se debe al azar, lo que queremos decir es que no somos capaces de hallar su causa … ¿o no?
    Digo el “o no” recordando las cartas que se intercambiaron hace casi un siglo Einstein y Born. Este último, uno de los padres de la Mecánica Cuántica, creía que el determinismo era apriorístico y que no había razón para considerarlo inamovible. Einstein le respondía que no creía que Dios jugase a los dados. Como ambos fueron genios (aparte de físicos, eran muy buenos matemáticos, filósofos y tenían tiempo para compartir su afición por la música, tocando el violín, Einstein y el piano, Born) no me atrevo a decir que uno de los dos se equivocaba.
    Ya se que he sacado de contexto el contenido del artículo, pero hay cierta analogía y me pareció divertido contarlo.

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    1. Interesantes conversaciones debieron de sostener estos dos genios

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    2. Alfredo, he tardado en contestar a tu interesante comentario porque he estado de viaje, con la mente ocupada en otra cosa.
      Me alegra que compartas conmigo el mensaje del artículo.
      En cuanto a las opiniones de los genios, siempre las he tenido en cuenta, cómo no, pero a veces no las comparto. En este caso, mucho me temo que Born juega con las palabras, pero no contradice el principio causa/efecto.

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  2. Está claro que la suerte, mala o buena, se busca. Recuerdo cuando estábamos de exámenes y habíamos estudiado bastante, cualquier tema que saliera parecía que era el mejor tema que nos sabíamos y decíamos ¡qué suerte he tenido! Y así mismo ocurre con cualquier tarea que emprendamos. Si nos esforzamos, existen altas probabilidades de que la suerte nos favorezca, por el contrario, si nos estamos quietos sin hacer nada, no habrá nada, ni buena ni mala suerte.

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    1. Fernando, te digo lo mismo que a Alfredo. Viajar es incompatible con escribir con tranquilidad y sosiego.
      En cuanto a tu ejemplo, te aseguro que yo no he aprobado ningún examen que no me hubiera "currado" antes. Lo contrario ya no es tan cierto, lo cual demuestra que además de estudiar hace falta tener memoria, controlar los nervios, etc, etc.

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