19 de noviembre de 2024

La educación ciudadana y la mentalidad de cada uno

 

Escribo este artículo para expresar la teoría de que el optimismo o el pesimismo respecto a la evolución de los comportamientos sociales y de la educación ciudadana están directamente relacionados con la ideología de cada uno. Siempre lo he sospechado, pero es que desde hace un tiempo, después de haber observado con cierto detenimiento alguno de los entornos que me rodean, me quedan muy pocas dudas. Los conservadores ponen el grito en el cielo ante lo que ellos consideran un galopante deterioro de las costumbres sociales, mientras que los progresistas sostienen que la evolución del comportamiento social en su conjunto no es más que la adaptación a los tiempos que corren, y no sólo se mantiene dentro de unos parámetros aceptables, sino que además mejora. Curioso fenómeno, el de la percepción según ideologías, del que quizá pocos sean conscientes.

Supongo que detrás de esta dicotomía se ocultan los propios valores del progresismo y del conservadurismo. Mientras que para los progresistas las variaciones del comportamiento ciudadano no son más que consecuencia de la propia evolución de la sociedad, para los conservadores cualquier cambio se convierte en ruptura del estatus quo establecido y por tanto lo interpretan como un deterioro de la educación ciudadana.

Yo tengo la sensación de que lo que de verdad ha cambiado en el mundo y sigue cambiando día a día es el aumento de lo que me gusta llamar permeabilidad social, es decir el incremento de la capacidad de relacionarnos cada día con un mayor número de personas procedentes de entornos distintos al nuestro. Mientras que hace años nos movíamos en un estrecho círculo de amistades, casi todas pertenecientes al “ambiente social” de cada uno, ahora lo hacemos con multitud de personas que proceden de distintas capas sociales y con distintos grados de formación. Antes, me refiero para no ir más lejos a la primera mitad del siglo XX, era raro que alguien interactuara fuera de su entorno social más allá de lo imprescindible. Como consecuencia, convivía sólo con individuos procedentes del suyo y, si se salía de él, era por lo general bajo el prisma de la sumisión de unas clases frente a otras. Lo que en sociología se conoce como síndrome del amo o del siervo, según sea el caso.

Por tanto, la visión de lo que se consideraba educado o maleducado, refinado o chabacano, fino o grosero se percibía siempre en comparación con los estándares del grupo al que se pertenecía. Ahora, sin embargo, como consecuencia de la permeabilidad social se vive inmerso en una sociedad diversa, en la que las diferencias de educación entre capas sociales tienden a desaparecer. Debido a ello, comportamientos que siempre han existido se ven por algunos como nuevos, como signos del deterioro de las costumbres, cuando no son más que la manifestación exacta de la sociedad en su conjunto.

Dije yo el otro día en un determinado foro, muy uniforme en su extracción social y en su nivel educativo, que sigue habiendo gente bien educada en la sociedad como siempre ha habido. Alguien, de indudable mentalidad conservadora, me contestó: puede ser, pero deben de estar muy escondidos. Lo dicho, los hay que preferirían seguir encerrados en sus burbujas, en las que la mala educación, al menos como ellos la entienden, no tiene cabida. 

En lo que hay que confiar es en que la mejora de la permeabilidad social enriquezca el conjunto de la educación social y no lo deteriore, aunque ahora las varas de medirla sean distintas a las de antes.



4 comentarios:

  1. Luis, entre tanto ruido y tanta furia, un artículo sensato.
    Felicidades.
    Ángel

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  2. A esa permeabilidad ¿la podríamos llamar también tolerancia?
    Fernando.

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  3. Fernando, por permeabilidad social, expresión que me he inventado, me refiero al contacto entre las distintas capas de la sociedad, un avance que permite que nos conozcamos mejor entre nosotros. Creo que la tolerancia es otra cosa, aunque es cierto que gracias a ella la permeabilidad social va aumentando día a día.

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