Digo esto, porque estoy convencido de que Trump, a pesar de
su verborrea y de sus amenazas, no va a cambiar el rumbo del mundo. Nos va a
dar más de un disgusto, como nos lo dieron Hitler, Stalin, Mussolini y tantos otros, pero
no serán más que tormentas pasajeras, porque la contraposición de intereses
neutralizará muchas de sus intenciones. Es fácil decir que va a enfrentarse a
la amenaza china y al mismo tiempo dejar de apoyar a Ucrania, es decir a
Europa, porque son dos objetivos contrapuestos. No se puede amenazar a Irán y
al mismo tiempo compadrear con su aliado Putin. Es totalmente imposible
torpedear la economía europea mediante aranceles, sin temer que la repercusión en la economía de sus
aliados se vuelva contra sus propios intereses.
De la personalidad del presidente electo de los EEUU no voy
a hablar hoy, porque tengo la sensación de que ya está todo dicho. Yo, en mis modestas reflexiones en este blog, ya largué hace cuatro años algunas de mis impresiones. Creo que se
trata de un personaje atípico, abrupto en sus expresiones y con la idea
equivocada de que un país se dirige como una empresa. Un error garrafal, del
que ya le debía de haber alertado su incapacidad de poner patas arriba todo durante su
mandato anterior. Las urnas lo echaron y, aunque es cierto que también ellas lo
han traído ahora, en su país existe un sistema de equilibrios capaz de frenar
las grandes insensateces. Tribunales de justicia que no puede controlar la Casa Blanca,
gobernadores que no son de la cuerda del presidente de turno, prensa independiente y un sinfín de
mandos intermedios que no estarán dispuesto a jugar su juego con facilidad.
Pero es que, además, en este mundo globalizado, en el que el
equilibrio entre bloques se mantiene a pesar de los constantes cambios de
posición de alguno de sus peones, ninguna de las grandes potencias, ni siquiera
USA, puede hacer lo que le venga en gana. Habrá amagos, intentos de mover
piezas para mejorar posiciones en el tablero del juego internacional, pero con
resultados muy limitados, porque, lo decía arriba, el equilibrio cósmico se
mantiene.
Eso sí, nos va a hacer pasar malos ratos, a unos más que a otros. Porque los hay que están aplaudiendo con las orejas, convencidos de que la llegada de un nacionalista acérrimo como Trump sólo les puede traer fortuna. Pero ojo, porque a éstos les puede salir el tiro por la culata. Europa también avanza, aunque lo haga con lentitud, y no hay mayor estímulo para la cohesión que percibir un peligro exterior.
Esperemos a que se ponga en marcha su mandato y ya habrá tiempo para hablar de Trump y del inalterable equilibrio cósmico.
Luis, te veo muy optimista, mejor, pero en EE. UU. ya hay gente que está pensando en marcharse. Te envío una información al respecto, pero a tu correo que no me gusta poner enlaces en el tuyo.
ResponderEliminarAngel
Gracias, Ángel. No pierdas de vista que el optimismo es una virtud.
EliminarEn cuanto a los que se quieren ir de Estados Unidos, si tan mal ven las cosas no sé dónde querrán meterse.
Y dentro de ese inalterable equilibrio próximamente tocará hablar de las próximas elecciones alemanas, aunque seguramente me dirás que hoy no toca.
ResponderEliminarEspero que esa tormenta pasajera no se convierta en una DANA catastrófica, que ya sabemos lo que pasó con Hitler y compañía.
Fernando
Fernando, de Alemania hablaremos en su momento.
ResponderEliminarEn cuanto a Hitler, que lo cito en el artículo, el equilibrio cósmico lo eliminó. Eso es lo que quiero decir, que al final nadie puede sacar los pies del plato, porque se los vuelven a meter.
Tiempo al tiempo.