La primera conclusión es que se está utilizando
el Senado para algo que no debería corresponder a sus competencias. La cámara
alta está concebida para tratar asuntos de carácter territorial y no para
investigar la posible implicación del presidente del gobierno en casos de
corrupción que afectan a su partido. Lo que sucede es que, como el Partido
Popular tiene mayoría absoluta, la utiliza para usarla en lo que le plazca. No
digo que sea ilegal, pero supone una manifiesta violación del espíritu de la Constitución. Por tanto, creo que en este caso el escenario no
era el adecuado desde un punto de vista institucional.
La segunda es la falta de rigor intelectual de los senadores
que representaron a muchos de los partidos que intervinieron. No voy a
señalar a ninguno, porque los hubo para todos los gustos y colores. Sólo alguno se libró desde mi
punto de vista de caer en la vulgaridad. Preguntas que nada tenían que ver con
el asunto investigado, atropello en el diálogo, falta de respeto parlamentario
y actitudes ramplonas. Un malísimo ejemplo para la ciudadanía y un paso más
hacia el desprestigio de la actual política en nuestro país.
La tercera es que a los comparecientes se les veía el
plumero del lucimiento personal, muchos de ellos totalmente desconocidos por la opinión pública, con la oportunidad de darse a conocer. Algunos, además, poniendo de manifiesto que
habían recibido la consignas de leña al mono, que no se te escape, que es muy
hábil y no se puede desaprovechar una ocasión como ésta. Pero, a pesar de sus intenciones o quizá debido a ellas, casi todos dejaron la sensación de pobreza en el lenguaje y, sobre todo, de no
haber entendido el verdadero asunto que se trataba en ese momento.
La cuarta, que el presidente de la comisión dejó muy clara
su falta de imparcialidad. Cuando uno de los suyos se desviaba del asunto que
los había llevado allí, guardaba silencio, nada tenía que objetar. Pero si el
que se iba por los cerros de Úbeda era afín al gobierno, le faltaba tiempo para
llamarlo al orden, en algún caso hasta tres veces, con la consiguiente retirada
de la palabra. Un espectáculo bochornoso.
La quinta, como resumen y última por hoy, es que el conjunto se me antojó un espectáculo ramplón y me atrevería a decir que infantil, de patio de colegio.
Como suele ocurrir en estos casos, todos los partidos se han considerado ganadores de esta apuesta parlamentaria, porque en política reza el principio de
no reconocer los errores propios y magnificar los contrarios. Sin embargo, a mí me dio vergüenza,
precisamente porque creo en la utilidad de las Comisiones de Investigación y, cuando éstas se convierten en una carnavalada, cuando en vez de investigar
responsabilidades políticas sus señorías se dedican a hacer política de brocha
gorda, tengo que hacer un esfuerzo para sobreponerme a la depresión.
Pero ya lo dijo aquél, el de las armas de destrucción masiva: “el que pueda hacer
que haga”.

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