12 de abril de 2025

Matón de patio de colegio


Una vez más elijo un título prestado, esta vez después de haber oído unas declaraciones de Felipe González sobre Donald Trump, en las que, entre otros apelativos de índole parecida, lo tachaba de matón de patio de colegio. Supongo que estas opiniones del histórico dirigente socialista estarán dando vueltas por los mentideros de las redes, porque no tienen desperdicio.

Leo, en fuentes generalmente bien informadas, que la palabra revolución significa “cambio profundo y radical, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad”. Pues bien, qué duda cabe que el presidente de EE. UU. ha provocado una auténtica revolución de proporciones colosales y de final imprevisible, con todos los ingredientes que figuran en la definición anterior.

Lo malo de las revoluciones es que con harta frecuencia se les van de la mano a los revolucionarios, sin que por supuesto esa fuera su pretensión. Sus características -profundidad, radicalidad y violencia- provocan la inevitable reacción de los afectados, en este caso los gobiernos del mundo entero, lo que todavía agrava más la situación. Sorprende, además, que en este caso sean los presuntos beneficiarios de la revolución, la plutocracia americana, los que parece que más van a sufrir las consecuencias de esta locura revolucionaria.

Lo que no se acaba de entender es que los que rodean a Trump no sean capaces de hacerle ver que las cosas no están saliendo como él quisiera. Eso me preocupa, porque me hace pensar que pudiera haber gato encerrado, en este caso que los intereses especulativos de la minoría más cercana al presidente, no sólo animen a éste a poner el mundo patas arriba, sino que además les importe muy poco el bienestar de su propio país. Si así fuera, estaríamos ante una colosal estafa promovida nada más y nada menos que por la administración de la primera potencia del mundo.

Yo estoy de acuerdo en que Europa está obligada a comportarse con prudencia y no precipitarse a la hora de contrarrestar los efectos de esta salvaje revolución. Pero al mismo tiempo estoy convencido de que está obligada a mostrar el músculo económico que tiene y avanzar a pasos agigantados en la construcción de una auténtica supranacionalidad capaz de plantar cara a los matones de patio de colegio de turno.

Confío, ya lo he dicho aquí en más de una ocasión, en que las políticas de check and balance -control y equilibrio- que recoge la constitución de los Estados Unidos vayan poco a poco reequilibrando la situación. Vamos a ver que decide el presidente de la reserva federal con los tipos de interés, porque Trump le está pidiendo que los baje y hasta ahora no ha conseguido su pretensión. Además, dentro de dos años se renovará una parte de las dos cámaras legislativas norteamericanas y pudiera suceder que los “trumpistas” perdieran la mayoría que ahora tienen. Por último, veamos como evoluciona el índice de popularidad del presidente Trump, porque a corto plazo puede caer como consecuencia del batacazo económico que se va pegar la clase media de aquel país.

No quiero dejarme llevar por el optimismo que siempre me ha caracterizado, pero creo que esta revolución está condenada al fracaso. Si Europa hace bien los deberes, quizá incluso salga beneficiada. 

8 de abril de 2025

Asaltar los cielos

 

Creo recordar que fue Pablo Iglesias quien dijo al principio de su andadura política que se proponía asaltar los cielos. De ahí el título que encabeza este artículo, porque ahora parece ser que Irene Montero pretende intentarlo de nuevo. Acabo de oír a Ione Belarra anunciar la candidatura de su compañera de filas como cabeza de lista de Podemos en las próximas elecciones.

Como demócrata, sólo puedo decirle que bienvenida sea a la confrontación política. Ahora bien, como progresista no tengo más remedio que advertirle de lo que en su momento dije, que cuando la pólvora ya está inventada para qué marear la perdiz. La izquierda necesita unión y no divisiones artificiosas. No hace falta ser muy sagaz para reconocer que estas pretensiones personalistas lo único que consiguen es hacer daño a lo que dicen defender, que en este caso no es otra cosa que el progreso social de nuestro país. Las derechas deben de estar frotándose las manos.

Puede ser que estas divisiones sean un mal endémico del progresismo, por aquello de que yo soy más de izquierdas que tú. Pero a mí me resulta incomprensible esta evidente ceguera política que en vez de promover el progreso lo ralentiza, porque en política no hay nada más inútil que no detentar el poder y por consiguiente ser incapaz de llevar adelante los programas que se proponen, en este caso la defensa de los más necesitados.

Por eso, cuando veo estos movimientos no puedo evitar pensar que se trata de espurios intentos de mantener viva una formación política para defender el estatus de algunos. Está claro que unos cuantos escaños conseguirán y, aunque hayan perjudicado a la izquierda en su conjunto, los que los ocupen tendrán unos años por delante de seguridad.

Sé muy bien que lo que he dicho suena muy duro, incluso puede que para algunos insultante. Pero cuando echo en falta el realismo político, cuando observo que determinadas maniobras ponen en peligro la esencia de lo que se pretende defender, se me llevan los demonios. Lo siento.

En la derecha pasa lo mismo, por supuesto. Si alguien cree que la aparición de Vox va a conseguir más "seguridad" y más "patria" de la que defiende el PP está muy equivocado. Lo único que hasta ahora han logrado los de la ultraderecha es debilitar al partido conservador tradicional y apartarlo del poder central. No sólo eso, sino además desprestigiar a los segundos por sus alianzas con los amigos de Trump.

Si la izquierda no se une está condenada al fracaso electoral. Pero, ojo, no valen los acuerdos poselectorales, porque pueden significar pan para hoy y hambre para mañana. Lo único que de verdad es útil es el triunfo de un gran partido, cuya ideología recoja los principios básicos de la lucha por la igualdad, en el que se sientan identificados desde el centro progresista hasta el progresismo radical. Los matices hay que dejarlos aparte, no porque no sean importantes, sino porque en política es necesario ser prácticos.

Señora Montero, debería usted dejar de intentar una vez más asaltar los cielos, porque ha quedado claro que son inaccesibles. 

4 de abril de 2025

¡Cómo gritan estos bellacos!

Las últimas elecciones alemanas han tenido en vilo durante un tiempo a muchos demócratas europeos. La posibilidad de que la ultraderecha de aquel país pudiera llegar a gobernar con los cristianodemócratas de la derecha moderada provocaba inquietudes, porque algunas declaraciones del candidato de la CDU habían insinuado esta posibilidad. Una vez escrutados los resultados y oídas las intenciones del nuevo canciller, Friedrich Merz, las aguas se tranquilizan, al menos de momento. Habrá coalición, pero no con los ultras sino con los socialistas. El llamado cordón sanitario se ha impuesto.

Pero aquello es Alemania y esto es España. Que ahora el PP y Vox den la sensación de andar a la gresca son sólo apariencias. Los dardos que se lanzan entre ellos no son más que intentos de la ultraderecha por hacerse con los votos conservadores y defensa de los populares para mantener su hegemonía. Pero todos sabemos que cuando llegue la hora de la verdad pactarán, porque es posible que por separado no tengan la mayoría necesaria para gobernar. Aquí no caben acuerdos entre socialistas y conservadores, porque las diferencias de pensamiento son abismales. El PP no es la moderada CDU.

Cuando llegue el momento de la campaña electoral, ni el PP ni Vox reconocerán explícitamente que tienen la intención de pactar, porque intentarán mantener su propia identidad frente a sus correspondientes caladeros de votos. Pero en cuanto termine el escrutinio y si los números les salen, empezarán a darse besos en la boca. No es un vaticinio, sino la constatación de la experiencia vivida en los gobiernos autonómicos. Es más, el PP no sólo entrará en el juego porque no contará con más aliados que los de la ultraderecha de Vox, sino además porque en las filas populares hay muchos cuya ideología está muy cerca de la que guía a los ultras. Los votantes de centro, esos que navegan entre dos aguas, deberían pensar que si su voto se decanta hacia el PP, en realidad estarán votando la entrada de Vox en el gobierno, es decir al señor Abascal como vicepresidente.

A mí nunca me ha gustado la expresión cordón sanitario, porque prefiero hablar de defensa de la democracia y de los derechos humanos. Lo primero me parece pasivo, lo segundo activo. Las ultraderechas de todos los países del mundo parecen cortadas por un mismo patrón, son cesaristas, despóticas y totalitarias, además de racistas, homófobas y xenófobas, ideologías que un demócrata debe combatir con todos los recursos que permita la legislación. Las alianzas para evitar que gobiernen es uno de ellos.

La Historia es machacona y repetitiva. Cuando oigo los mensajes de Trump, de Abascal o de Le Pen, me parece estar oyendo los de Mussolini o de Hitler, cuyas consignas se impusieron en casi todo el continente europeo durante decenios, y a los que sólo se pudo derrotar tras una sangrienta guerra mundial, gracias, por cierto, a que EE. UU. intervino en defensa de las democracias occidentales. Da miedo pensar qué hubiera sucedido si en el gran país americano en vez de tener a Roosevelt como presidente hubieran tenido al actual.

No, no es un cordón sanitario lo que se necesita para frenar el avance de la extrema derecha, sino un decidido empeño democrático de parar los pies a los fascistas. ¿Estarían el PP y el PSOE dispuestos a ello como sus colegas alemanes? Mucho me temo que no. 

1 de abril de 2025

Los eslabones de la vida

Recuerdo que hace algún tiempo escribí en este blog un artículo con el título de “Pequeñas casualidades”, encabezamiento que tomé prestado de una película cuya trama ponía en evidencia que la vida está constituida por una secuencia de circunstancias sobrevenidas que van marcando su rumbo. La pregunta que algunos se hacen, ¿qué hubiera pasado si en vez de aquello hubiera sucedido esto otro?, no tiene ningún sentido, porque lo hecho, hecho está. Pero pone de manifiesto que somos conscientes de que nuestra existencia discurre por caminos marcados por las pequeñas casualidades.

De esto, pero aplicado a un caso concreto, voy a hablar hoy. En Semana Santa de 1955, mi padre, recién ascendido a comandante, se incorporó a un nuevo destino, esta vez en Madrid. Él se había adelantado y los demás de la familia nos trasladamos unos días después en tren desde Barcelona, dónde habíamos vivido los dos últimos años. Yo estudiaba tercero de Bachillerato y todavía no había cumplido los trece años de edad. Como el curso escolar no había acabado, a mi hermano Manolo y mí nos matricularon en un nuevo colegio, el Calasancio.

El primer día de clase me colocaron junto a un compañero, José Miguel. Como es natural, y teniendo en cuenta que yo allí no conocía a nadie, no tardé en establecer una buena amistad con mi vecino de pupitre, que poco a poco me fue introduciendo en mi nuevo ambiente escolar. Con el tiempo, aquella amistad, en principio puramente escolar, se convirtió en más general, porque me integré en el grupo de los amigos de mi amigo.

A través de José Miguel conocí a un primo suyo por parte de madre, Juan Luis, algo mayor que yo, que, a diferencia del resto de los integrantes de nuestra pandilla, no estudiaba en el colegio Calasancio. A su vez, éste nos presentó a otro de sus primos, en este caso por parte de padre, que se llamaba José Antonio.

Los años fueron pasando, se acabó el colegio y empezó la universidad.  Cuando yo ya había cumplido los 19 años, en noviembre de 1961, José Antonio llevó un día a su hermana Ana Mary a uno de nuestros guateques. Tenía 16 años y hasta entonces no la había visto nunca o quizá me hubiera pasado desapercibida. Pero lo cierto es que ese día sí reparé en su presencia, hasta el punto de que quedamos en asistir juntos a un baile en la facultad de medicina, donde actuaban los Pekenikes, un grupo musical muy de moda en aquella época.

Podría alargar el relato de las pequeñas casualidades que terminaron en boda en 1969, con dos hijos y cinco nietos, pero me parece innecesario para el propósito que me guía hoy. Si no fuera porque aquel día de abril de 1955 el padre prefecto decidió que me sentara junto a José Miguel, si José Miguel no me hubiera presentado a Juan Luis, si Juan Luis no hubiera integrado a José Antonio en nuestra pandilla y si José Antonio no hubiera llevado a su hermana a uno de nuestros guateques, mi vida hubiera sido completamente distinta a como ha sido y, por supuesto, también la de otros muchos que me rodean, algunos de los cuales ni siquiera habrían nacido.

La vida es un carrusel de pequeñas casualidades que van trazando su recorrido. El libre albedrío existe, claro que sí, pero siempre estará condicionado por la dirección que tomemos en cada una de las bifurcaciones. Es verdad que el camino se hace al andar, pero se anda por donde el terreno lo permite. La topografía marca los senderos y las pequeñas casualidades trazan el discurrir de la vida. 

27 de marzo de 2025

Perdona, pero no te escucho

No es la primera vez que traigo aquí este asunto, el de la confusión cada vez más extendida entre los verbos oír y escuchar. Si escribo lo que viene a continuación no es para enseñar a nadie a hablar correctamente, sino para darme el gusto del pataleo. Porque resulta que esta incorrección lingüística ha llegado a tal extremo, que es muy difícil encontrar un presentador de televisión o un locutor de radio o un guionista de doblaje cinematográfico que sepa distinguir entre oír -percibir sonidos- y escuchar -poner atención a lo que se oye-. De hecho, ya casi nadie oye, todos escuchan.

La confusión a veces resulta esperpéntica. El otro día le oí decir a un famoso presentador de televisión que acababa de conectar con su corresponsal en Kiev, “perdona, voy a cortar, porque no te escucho”. Quería decir, por supuesto, que no le oía por culpa de las interferencias. Pero, arrastrado por la incorreción, en realidad lo que le dijo fue que, como no prestaba atención a sus comentarios, cortaba la comunicación. ¡Será maleducado!

Otro ejemplo, esta vez procedente de un corresponsal de guerra, que ni corto ni perezoso nos explica micrófono en mano que se despertó porque empezó a escuchar las explosiones de las bombas. Vamos a ver, si estaba dormido, no podía estar prestando atención a los sonidos que llegaban a sus oídos. Le despertaron los estruendos que oyó, pero no podía estar escuchándolos porque, según confiesa, estaba completamente grogui. Quizá, una vez despierto, se pusiera a escucharlos para averiguar en qué zona de la ciudad estaban cayendo las bombas.

El otro día, en una película española, un policía le preguntaba a un testigo que si había escuchado los disparos del asesino. Una vez más confusión, porque a no ser que estuviera pendiente del asesinato, no podía estar escuchando. La pregunta correcta hubiera sido, ¿oyó usted los disparos?

Otra frase incorrecta, que oigo con mucha frecuencia, es "el otro día escuchamos". Esta frase implica que quien la expresa está seguro de que, además de él, sus interlocutores también prestaron atención, cuando en principio no lo sabe. 

Yo a mis nietos, cuando les corrijo la confusión, les aconsejo que si tienen dudas sobre qué verbo utilizar analicen la situación. Oirán o escucharán en función de la misma. Si hay voluntad de prestar atención a los sonidos que llegan a sus oídos estarán escuchando. Si sólo hay percepción de sonidos, estarán oyendo. Luego, si atienden escucharán y si no seguirán oyendo sin prestar atención.

Es verdad que en ocasiones se pueden utilizar los dos verbos, porque cuando se escucha algo es porque se oye. Tan correcto es decir que se oye la radio como que se escucha, porque lo segundo implica lo primero. Pero no al revés, porque se pueden estar oyendo la radio sin escucharla.

Se me ocurre que entre oír y escuchar existe la misma diferencia que entre ver y mirar. Pero hasta ahora no le he oído decir a nadie expresiones como "no me gusta conducir de noche, porque en la oscuridad no miro bien".

 

24 de marzo de 2025

Alcaldes y faraones

Tenía yo una amiga catalana, muy progre ella, que un día hace ya muchos años me dijo algo así como que otra cosa no, pero que la derecha cuando estaba en el poder se hinchaba a hacer obras públicas. Cada vez que veo una de esas actuaciones para mejorar las infraestructuras, que solemos calificar de faraónicas, me acuerdo de ella, cuya reflexión naturalmente no acababa ahí, porque añadía que con menos impuestos y con tantas pirámides quedaba poco dinero para la realización de obras sociales.

A mí la creación y la mejora de las infraestructuras de cualquier orden siempre me han fascinado,  porque evidentemente significan progreso. Suelo seguir con interés eso que algunos llaman “megaproyectos”, otros “megaparanoias”, bastantes “megadisparates” y muchos “obras faraónicas”, porque en las opiniones sobre el desarrollo urbanístico hay de todo como en botica. Ahora mismo en Madrid están en marcha varios de estos proyectos, con centenares de millones de euros comprometidos, (Chamartín, línea 11 de metro, intercambiador de Conde Casal, soterramiento del Paseo de Extremadura, etc.).

Por lo general las críticas que reciben este tipo de actuaciones suelen ser de orden estético o técnico. Recuerdo la construcción de las torres de la ciudad deportiva del Real Madrid, proyecto que parte de la opinión pública calificaba de disparate urbanístico, porque según ellos iban a congestionar una zona de la ciudad hasta entonces bastante tranquila. Los rascacielos se hicieron, su silueta se ha incorporado al skyline de Madrid y ninguna de las predicciones catastróficas se ha cumplido.

Tampoco se me olvida el túnel de la M 30, que en su momento levantó ampollas en parte de la opinión pública. Pues ahí está descongestionando el tráfico, creando espacio para el Madrid Río, un bonito parque fluvial, y abriendo a la urbanización barrios que hasta entonces parecían no existir.

Yo nunca le pondré pegas a las inversiones públicas en infraestructuras, porque soy un convencido de que la mejora en las comunicaciones y en el urbanismo mejoran la vida de los ciudadanos y la hace más confortable. Lo que sucede es que, como decía mi amiga “rojeras”, si se disminuye la recaudación porque se bajan los impuestos y al mismo tiempo se gasta el dinero a raudales en obras, necesariamente se estará detrayendo presupuesto para la sanidad pública, para la enseñanza o para las ayudas sociales a los más necesitados. Es de cajón aritmético.

Pero tampoco estoy de acuerdo con lo contrario, con abandonar la creación de infraestructuras y el embellecimiento de las poblaciones en beneficio exclusivo de las políticas sociales, porque no se puede olvidar que el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos es una mejora social.

En éste como en tantos asuntos públicos hay que buscar soluciones intermedias. Pero mucho me temo que en el Madrid de mis amores el equilibrio se esté rompiendo a favor del espejismo faraónico y en perjuicio de las ayudas sociales a los más necesitados. 

20 de marzo de 2025

Sólo 4.143 muertos por COVID en las residencias de ancianos de Madrid

Tenía yo un amigo negacionista del holocausto, que sostenía que la cifra de víctimas judías en los campos de exterminio alemanes fue muy inferior a los casi seis millones que reconocían las estadísticas oficiales. Se trataba en su opinión de una patraña inventada por Israel para engordar la cifra de las indemnizaciones. Un día le pedí que, ya que parecía estar tan enterado, pusiera él el número. Naturalmente no me lo dio, porque sabía que ponerlo, fuera el que fuese, significaba reconocer que el genocidio existió.

Isabel Díaz Ayuso sí ha dado su cifra de ancianos fallecidos por COVID en las residencias de la comunidad que preside, exactamente la de 4.143, frente a los 7.269 que maneja el INE. Yo no voy a entrar aquí en la discusión de cifras, sino en la circunstancia de que la presidenta de la CAM, al dar la suya, reconoce la mayor, que los protocolos que se siguieron no fueron los adecuados, porque propiciaron la muerte de un número considerable de residentes, muchos de los cuales, si se los hubiera trasladado a un hospital podrían haberse salvado, al mismo tiempo que los fallecidos habrían sido atendidos hasta el último momento como seres humanos. 

A diferencia de mi amigo, doña Isabel ha caído en su propia trampa. Éste es un asunto que debe de estar dándole muchos quebraderos de cabeza a la ínclita política conservadora. Prueba de esta inquietud es que el otro día se despachó en la asamblea de Madrid con “basta ya de mierdas”, expresión que, además de vulgar, trasluce un sentimiento de temor a las consecuencias.

En la pandemia hubo precipitaciones obligadas por las circunstancias. En todo, en las compras de material a precios especulativos, en la construcción de hospitales innecesarios y en los protocolos establecidos deprisa y corriendo. La situación no era fácil, es cierto, y por consiguiente se actuó con urgencia. Lo digo porque muchos de los escándalos que están apareciendo ahora se amparan en la anómala situación que vivimos en 2020. Pero esta circunstancia no puede servir de justificación para eludir responsabilidades, entre otras cosas porque es preciso corregir lo que se hizo mal. Situaciones de emergencia pueden volver a surgir en cualquier momento y, por consiguiente, es preciso aprovechar la experiencia para tomar medidas preventivas.

Yo no me atrevo a asegurar que en el caso de las residencias de ancianos existan responsabilidades penales, porque para eso están los tribunales de justicia que dirán la última palabra. Pero lo que sí afirmo es que negarse a aceptar la evidencia de que se cometieron gravísimos errores es la peor de las actitudes que puede adoptar un político. Como consecuencia, creo que doña Isabel Díaz Ayuso, con su corrección del número de muertos y con su escatológica expresión “basta ya de mierdas”, ha puesto de manifiesto su nulo interés por rectificar los errores que se cometieron en las residencias de ancianos. 

No sé como acabará este asunto, puede que en los archivos judiciales y parlamentarios como tantos otros escándalos. De lo que sí estoy seguro es de que si uno de mis seres queridos hubiera muerto en las mismas condiciones que aquellos 4.143 ancianos que confiesa doña Isabel, a pesar de mi edad, y aunque tuviera que acudir en silla de ruedas, me iban a estar oyendo ella y sus colaboradores hasta que me quedara afónico. No tengo la menor duda.

16 de marzo de 2025

No hay mal que por bien no venga

 

Parece que algo se está moviendo en la conciencia de los líderes europeos. Tengo la sensación de que gracias a la deriva en las relaciones internacionales que ha tomado Trump, los mandatarios de la Unión Europea están considerando abandonar la sumisión a los EE. UU. que se adoptó tras la segunda guerra mundial, cuando los americanos y los rusos decidieron dividir en dos zonas de influencia nuestro continente. Ha sido muy cómodo mantenerse bajo el abrigo y la tutela de la gran potencia americana durante décadas, pero empiezan a sonar tambores de autonomía y autosuficiencia geoestratégica.

No es fácil romper bruscamente los lazos que nos unen a EE. UU. ni creo que a Europa le convenga. No se trata de enfrentarse a la gran potencia, sino de hablar de tú a tú a quienes pretenden cambiar bruscamente el orden mundial, pensando sólo en su propio beneficio e ignorando por completo los intereses de sus tradicionales aliados. Europa no debe entrar en una dinámica de confrontación, sino en la de poner en evidencia su fortaleza. No creo que haya mejor forma de hacer las cosas, cuando la diplomacia resulta ineficaz.

La era Trump terminará algún día, porque la propia dinámica de la democracia americana obligará tarde o temprano a pasar página. Pero mucho me temo que las secuelas sean duraderas. Si mientras tanto Europa reacciona, avanza en la integración y empieza a comportarse como una potencia independiente de los caprichos de los demás, se habrá dado un gran paso. Potencial existe, mucho más cuando estamos observando que tanto el Reino Unido como Canadá nos consideran aliados frente al rumbo que está tomando la política norteamericana. Creo, por tanto, que ha llegado la ocasión de sacudirse las tutelas de otros y empezar a pensar en nuestra autonomía como bloque independiente.

Enemigos de esta política hay y seguirá habiendo muchos, países de la UE con gobiernos de extrema derecha que miran con simpatía a Putin y a Trump (Viktor Orbán), partidos ultra conservadores que prefieren la sumisión a potencias extranjeras que la independencia geoestratégica de Europa (Vox), oposiciones que anteponen sus intereses partidistas a los intereses del país (PP) y formaciones de izquierda radical que se oponen a que se invierta en defensa, porque subestiman la importancia de la capacidad disuasoria, sin entender que el progreso social requiere seguridad para protegerlo (Podemos). Un error por cierto muy extendido.

Pero a pesar de todo creo que Europa está ante la oportunidad de salir del letargo institucional en el que había caído, porque la política exterior de la administración Trump está poniendo en peligro su supervivencia como área de mayor nivel de bienestar social y económico del mundo. Es una oportunidad para avanzar con rapidez hacia la creación de un auténtico estado supranacional.

Si esto es posible lo vamos a saber muy pronto, porque las fichas en el tablero internacional se están moviendo a gran velocidad. ¿Sabrá la Unión Europea mover las suyas? Si así fuera, es muy posible que podamos decir aquello de que no hay mal que por bien no venga.

11 de marzo de 2025

¡Ya está bien de señoritas!

 

Dicen que tener el “oído largo” facilita la inspiración. No sé si será cierto, pero lo que sí puedo afirmar es que yo, cuando oigo algo que me llama la atención, no tardo en abrir el ordenador y ponerme a teclear. Esta vez la inspiración me ha llegado cuando tomaba una cerveza con Ana Mary en una terraza cubierta, muy cerca de una mesa en la que una pareja de mediana edad hablaba de lo humano, de lo divino y... del gobierno. En un momento determinado ella, alzando la voz para que todos pudiéramos oír sus puntos de vista, le espetó a su compañero: como dice Feijóo, ya está bien de señoritas.

Ese mismo día Trump acababa de anunciar que retiraba ipso facto la ayuda militar a Ucrania, lo que había motivado una comparecencia ante los medios de Úrsula Van der Leyen para informar que proponía un aumento de la capacidad defensiva de la Unión Europea valorada en 800.000 millones de euros, nada más y nada menos. Por otro lado, se acababan de conocer las últimas estadísticas del empleo en España, según las cuales el número de afiliados a la seguridad social había aumentado en sólo un mes en 100.000 trabajadores. Por si fuera poco, llegaban noticias de que en Siria se había perpretado una matanza de unos 1.000 alauitas.

Pero para mi vecina de mesa las noticias importantes del día no eran las que acabo de señalar, sino los comentarios del señor Feijóo haciéndose eco de las acusaciones sin pruebas de Víctor Aldana, el empresario implicado en muchos de los varios casos de corrupción abiertos en nuestro país. Tiene sentido que a esta señora le inspiren en sus apreciaciones de carácter político las señoritas y no las noticias destacadas, porque al fin y al cabo es lo único que oye decir al jefe de filas de los conservadores. Si sigue el curso de la actualidad a través de las intervenciones de este último, no puede hablar de otra cosa.

Por cierto, en los últimos días hemos visto al presidente del gobierno español asistir a varias reuniones de altos cargos de la Unión Europea, interviniendo en ellas en inglés. Cuando pienso que en vez del señor Sánchez pudiera estar representando a España el señor Feijóo, me entra una inquietud tremenda, porque supongo que se tendría que limitar a decir good morning o a esperar a que la traducción simultánea lo pusiera al corriente de por dónde iban los tiros. Que un alto mandatario en estos tiempos de globalización no sepa hablar inglés supone una limitación que sus votantes deberían tener en cuenta, porque se trata de un hecho que puede dejarnos fuera de las decisiones que se tomen en las altas esferas internacionales.

Volviendo al tema que hoy me ocupa, qué duda cabe de que es mucho más fácil hablar de señoritas que de empleo o de conflictos internacionales. Lo de las amiguitas lo entiende muy bien mi vecina de mesa, lo otro es muy posible que la dejara sin capacidad para emitir juicios políticos, lo que a su vez a mí me dejaría sin la oportunidad de estar entretenido oyendo juicios ajenos mientras me tomo una cerveza a la hora del aperitivo. No sé si son "oído largos", pero sí que a mí la capacidad auditiva me incita a entrar aquí de vez en cuando para dar mi opinión sobre lo humano, lo divino y... el gobierno.

8 de marzo de 2025

Mamarrachadas infantiloides

Yo creía que con el vídeo de Trump sobre Gaza ya no volvería a ver en mi vida mayores mamarrachadas infantiloides. Pero me equivocaba, porque el de La isla de las corrupciones, creada, emitida y difundida por las cabezas pensantes del Partido Popular, supera con creces la estupidez infantil del primero. Tengo la sensación de que los creativos populares se creen que los ciudadanos españoles somos idiotas o, al menos, que nos gustan los juegos sin ingenio.

Parece ser que la causa de esta mamarrachada infantiloide está en la consigna que el señor Feijóo lanzó hace poco a la cúpula conservadora, la de que había que estar en las redes sociales más activos que los de Vox. Debe de ser que los líderes del PP entienden por más activos más infantiles, porque el video de marras se las trae.

Confieso que en ocasiones, cuando oigo decir que el partido que preside don Alberto carece de ideas, que en su proyecto de país hay más agujeros que en un queso de Gruyere, me entran dudas de si no serán acusaciones malintencionadas esgrimidas por el gobierno. Pero cuando me encuentro con decisiones como las que han originado este video, se disipan mis dudas, porque se trata de una iniciativa que pone de manifiesto que no son capaces de contraatacar políticamente, sólo de propagar videos maliciosos, repetir insultos hasta la saciedad y acogerse a la anécdota en vez de a la categoría.

La realidad que subyace detrás de todo esto es que temen que les adelanten por la derecha. El PP está estancado en intención de voto, mientras que Vox, aunque con lentitud, sigue creciendo. Lo que significa que, ya no sólo se está partiendo el voto conservador, sino que el partido que fundó Fraga Iribarne corre el peligro de ser superado por el de los seguidores de Abascal.

No, don Alberto no lo tiene fácil, porque puede suceder que durante su presidencia se pierda la hegemonía en la derecha que hasta ahora ha disfrutado su partido. Por eso patalean en vez de hacer política; por eso caen en el populismo barato, en vez de actuar como partido de estado; por eso acuden a la difusión de mamarrachadas, en vez de ejercer de oposición seria.

Pero es que, además, el señor Feijóo se está apoyando en personajes como Miguel Tellado y Cuca Gamarra, políticos que en ocasiones parecen extraídos de los dibujos de un caricaturista. Caras alargadas, sonrisas aviesas y miradas perdonavidas, imagen contraria a la que debe dar un líder europeo moderno. Porque en política hay veces que la imagen vale más que cien palabras.

En resumidas cuentas, los partidos de derechas andan a la gresca entre ellos, lo que no sólo no les conviene, sino que además los induce a mantenerse en una espiral de actitudes infantiles, con lo cual cada vez agravan más su situación de debilidad.

Allá ellos. 

4 de marzo de 2025

El marrón de Mazón

 

Por más vueltas que le dé el señor Mazón, su incompetencia lo ha metido en un laberinto del que no puede salir. Lo hizo mal el día de la DANA y continúa demostrando que no está preparado para gobernar. No sólo cae constantemente en contradicciones, sino que además pierde la serenidad frente a los medios de comunicación y acrecienta la sensación de que está más quemado que una falla en la noche de la cremá.

Su comportamiento se está convirtiendo en un espectáculo entre patético y bochornoso para la mayoría de los españoles y de los valencianos en particular. El PP y su presidente lo sostienen a duras penas, intentando no comprometer sus palabras demasiado. El señor Feijóo, en un alarde de clarividencia, dijo hace unos días que su dimisión podría dar paso a un gobierno de la izquierda progresista, por lo que ahí estaba y ahí se quedaba… de momento.

Sin embargo, cuánto más tiempo dure esta esperpéntica interinidad de facto peor para los intereses de los populares, porque las contradicciones y las mentiras para tapar mentiras, no sólo perjudican la imagen del señor Mazón, también la de los que lo protegen. Por mucha cautela que pongan estos últimos cuando se refieren a su compañero de filas, su silencio y sus palabras a medias ponen de manifiesto su complicidad.

Tengo la sensación de que el tiempo juega en contra de los intereses conservadores. El ovillo se ha enredado y el señor Mazón cada vez que intenta deshacer los nudos los aprieta más. No tiene salida, porque su ausencia en el centro de emergencias es injustificable. Es cierto que los daños materiales habrían sido los mismos si la señal de alarma se hubiera dado antes, pero a medida que se van conociendo detalles de las muertes causadas por la catástrofe, van quedando menos dudas de que muchas de ellas se hubieran podido evitar.

Uno de los argumentos que esgrimen algunos preclaros dirigentes del PP es que el señor Mazón está centrado ahora en la recuperación de las zonas afectadas y que las urnas lo juzgarán en función del éxito de ésta. Pero la pregunta que se hacen muchos es cómo se juzga la vuelta a la normalidad, porque no hay una unidad de medida para cuantificarla. Si a esta circunstancia le unimos que muchos de los afectados tardarán años en recuperar sus vidas anteriores a la catástrofe, es fácil concluir que no puede confiar en que una buena gestión le salvará de la situación de descrédito en la que ha caído.

Alguien debería aconsejarle al señor Mazón que dimita, que deje de dar tantas explicaciones esperpénticas y que se retire con la máxima dignidad posible. A no ser que lo que pretenda es mantenerse como aforado cuando lleguen las acciones judiciales que le amenazan.

28 de febrero de 2025

Recuerdos olvidados 36. El huerto ya no está abandonado

Contaba yo en otro momento en estas páginas cómo y por qué me vino un día a la cabeza la idea de recuperar nuestro huerto de Castellote. Estaba abandonado desde hacía más de veinte años y lo único que se había hecho en él era, aprovechando una de las muchas obras de mantenimiento y modernización de la casa, construir una pérgola y plantar a su alrededor hiedra trepadora para que con el tiempo quedara cubierta y se convirtiera en una especie de cenador. Al mismo tiempo, entre la pérgola y la casa se había acondicionado, mediante un solado rústico, una zona de unos sesenta o setenta metros cuadrados, donde colocar unas hamacas para poder tomar el sol por la mañana o disfrutar de la frescura del atardecer.

Yo empecé a utilizar aquel espacio con frecuencia. Aunque me bajaba un libro, en realidad pasaba horas y horas analizando cada rincón y pensando cómo podría sólo con mis manos acondicionar aquellos casi mil quinientos metros cuadrados cubiertos de malas hierbas. Lo único que tenía claro es que no quería un huerto en el exacto sentido de la palabra, sino una zona ajardinada, con árboles y con zonas diáfanas cubiertas de césped. Los tiempos de las patatas, de las lechugas y de las judías verdes habían pasado y ahora lo que me apetecía era disfrutar de una vegetación ornamental, aunque tuve muy claro desde el principio que aquel espacio no podía perder la rusticidad que siempre lo había caracterizado.

Un día encargué que me llevaran hasta el huerto un camión cargado de piedras de buen tamaño, con el objeto de habilitar unos grandes alcorques paralelos a la fachada de la casa, lo que motivó la alarma de alguno de mis hermanos que debió de pensar que me había vuelto loco. Además, decidí instalar unas bocas de riego repartidas de trecho en trecho y llevar luz eléctrica hasta un par de puntos estratégicos. Sabía que todo aquello sería necesario, pero seguía sin tener ni idea de por dónde empezar.

Los alcorques los construí con la ayuda de Ana Mary, colocando y calzando piedra sobre piedra hasta completar dos pequeños bancales sobre los que empecé a plantar algunos arbusto y media docena de rosales. Pero enseguida me di cuenta de que necesitaba la ayuda de alguna persona con ciertos conocimientos de jardinería y decidí contratar los servicios de una persona que trabajaba en el mantenimiento de las plantas que adornan las medianas de las autopistas. Pedro Pablo, mi nuevo colaborador, fue plantando setos, árboles frutales y arbustos.

Lo que vino a continuación, cuando me di cuenta de que todo aquel empeño había dejado de ser un entretenimiento pasajero y se estaba convirtiendo en un trabajo de cierta envergadura, fue sustituir al jardinero inicial, que me había confesado que no disponía de tiempo suficiente para atender el huerto como yo le exigía, por una persona más cercana, pero sobre todo disponible. Toni, nuestro ahora “hombre para todo”, es quien en estos momentos maneja las riendas del proyecto, siguiendo mis indicaciones.

Toni ha reconstruido escaleras y cerramientos, ha instalado riego por goteo y por aspersión, ha establecido un calendario de podas de árboles, de siegas de césped y de limpieza de alcorques. Ahora conoce el huerto mejor que yo, lo que me permite un cierto relax que antes, cuando quería y veía que no podía, no tenía.

En estos momentos el huerto ya es un jardín frondoso, con más de treinta árboles -olivos, prunos, cipreses y frutales de varios tipos-, con un viñedo y con una hermosa pradera verde. El aspecto ha cambiado por completo, ya no está abandonado y se ha convertido en un apacible lugar de estancia. Aquello, que en su momento fue un proyecto inconcreto, casi una ilusión inalcanzable, se ha convertido en una realidad, aunque para ello haya sido preciso que transcurrieran veinte años. Confío en que las nuevas generaciones no pierdan nunca de vista su valor y por consiguiente no permitan que se vuelva a abandonar.


24 de febrero de 2025

Europa y su debilidad

Ahora, cuando Trump ha empezado a mover las fichas del tablero internacional a su propia y exclusiva conveniencia, la Unión Europea da muestras de ponerse nerviosa. Cuando creía que el nuevo presidente de EE. UU. no se atrevería a tomar medidas geoestratégicas sin contar con sus aliados europeos, descubre de repente que ni siquiera la convoca para informar. El mandatario norteamericano se pone en contacto directamente con Putin, da la espalda a sus socios y empieza a hacer de su capa un sayo. Incluso, y esto no se lo podían imaginar ni las mentes más calenturientas, acusa al presidente Zelensky de ser el causante de la guerra de Ucrania.

Se le puede dar muchas vueltas a lo que está sucediendo, pero al final sólo hay una explicación, que Europa es muy débil desde el punto de vista de la defensa en el contexto internacional. Es verdad que sus miembros disponen en mayor o menor medida de fuerzas armadas bien entrenadas y equipadas, pero la integración entre ellas es baja. Se entienden dentro del entorno OTAN, pero fuera de este paraguas no hay ninguna conexión.

Pero en la OTAN está EE. UU., de manera que si Trump decide hacer su política internacional sin contar con sus socios atlantistas, la fortaleza militar de Europa se queda en agua de borrajas. Por eso ahora ha aparecido de repente entre los líderes europeos una enorme preocupación por aumentar el gasto militar y salir de la tutela americana. Se empiezan a oír truenos y se invoca a santa Bárbara.

Desde mi punto de vista, sin perjuicio de que inevitablemente es necesario reforzar las capacidades militares de cada uno de los países de la UE, esto no basta. Lo que de verdad urge es la unificación del mando, la creación de unos estados mayores conjuntos y el establecimiento de planes de defensa comunes. Es decir, que Europa se dote de unas fuerzas armadas propias, al servicio de su defensa colectiva y de la disuasión frente a las amenazas de terceros.

Es verdad que conseguir lo anterior cuesta dinero y no lo es menos que la radicalidad de cierta izquierda se opondrá con vehemencia y tachará estos planes de belicistas. Pero si Europa no se dota de unas fuerzas armadas que permitan que no se la ningunee en el panorama internacional, quedará a merced de los caprichos de las otras dos grandes potencias, EE. UU. y Rusia.  De manera que de nada servirá que seamos un club de países prósperos, porque nuestro bienestar estará siempre subordinado a los intereses de otros.

En definitiva, hay que integrar capacidades antes de incrementarlas. Es preciso coordinar esfuerzos, porque una vez más la economía de escala se impone. De nada sirve gastar más si no se racionaliza el gasto. Tampoco es útil reorganizar las estructuras funcionales de los ejércitos de cada país sin tener en cuenta la global. Dos y dos pueden sumar tres o cinco. Depende de la integración de los sumandos.

Supongo que ya hay planes, pero convendría que, antes de que los partidos se enzarcen en discusiones sobre las políticas de defensa, se informe a la ciudadanía. Porque, aunque estoy convencido de la necesidad de aumentar el gasto militar, si Europa es capaz de hacer las cosas bien, quizá no sea tanto el incremento. Aunque será inevitable hacer un esfuerzo económico, no en perjuicio del gasto social, sino en beneficio de su protección frente a las locuras de otros.

20 de febrero de 2025

Los desmemoriados

 

Parece mentira que una idea tan civilizada como la de no dejar en el olvido nuestro pasado colectivo desate tanta polémica. La Historia con mayúsculas nunca ha sido objetiva, es cierto, unas veces porque se ha redactado a conveniencia de los poderes de turno y otras debido a que los historiadores han introducido en el relato su propia subjetividad. Pero una cosa es la falta de rigor y otra que se niegue el derecho a investigar y conocer lo que sucedió en un momento determinado en nuestro país.

La llamada ley de memoria histórica persigue, entre otros objetivos, que no permanezcan en el olvido muchas de las trágicas situaciones que se vivieron como consecuencia de la guerra civil. No discrimina entre unos y otros, entre vencedores y vencidos, porque es evidente que en los dos lados se cometieron barbaridades. Lo que sucede es que, mientras los primeros tuvieron cuarenta años para restañar sus heridas, los segundos estuvieron sometidos durante un largo periodo de tiempo a un obligado silencio. Por eso ahora, mucho después de todo aquello, gracias a esta ley, se les brinda a los sucesores de los derrotados la posibilidad de investigar lo que sus padres y abuelos no pudieron.

Produce escalofríos observar como determinados grupos políticos se oponen a que se desentierren y se analicen los restos de tantas y tantas víctimas, sepultadas en fosas comunes en las cunetas de las carreteras o junto a las tapias de los cementerios. Escalofríos y también estupefacción cuando se les oye argumentar que la intención que mueve a los que buscan los restos de sus antepasados no es otra que un ánimo revanchista, un intento de demonizar a los verdugos o un propósito de dividir a la sociedad. No se les ocurre pensar que lo que verdaderamente subyace tras el afán de identificar los cadáveres de sus ascendientes es no permitir que aquellos represaliados permanezcan en el más triste de los anonimatos.

A los desmemoriados por vocación se les ve a la legua su complejo. Siguen defendiendo que las depuraciones franquistas fueron necesarias y temen que estas búsquedas de restos humanos acaben poniendo de manifiesto la realidad de lo que sucedió. Saben que cráneos destrozados por balas a quemarropa, manos atadas a la espalda por correas o por cuerdas, esqueletos con posturas forzadas u otras evidencias del salvajismo que se empleó no favorece el relato como les gustaría. Por eso, porque no pueden justificar su oposición a la ley de memoria histórica de otra forma, tergiversan la intención y acusan de revanchistas a los que buscan a sus muertos y a quienes les ayudan.

Ojalá llegue un momento en el que nadie ignore qué le sucedió a su abuelo o a su bisabuelo durante aquel triste periodo de nuestra historia. Pero, sobre todo, ojalá sirvan estas investigaciones para evitar que salvajadas como aquellas se vuelvan a repetir.

16 de febrero de 2025

¡Cuántos inmigrantes hay!

Hoy voy a empezar planteando un reto a los que leéis estas ocurrencias mías. Os sugiero que os molestéis en contar y apuntar los inmigrantes que os encontráis a lo largo de un día cualquiera y los servicios que os prestan. Analizad también la calidad de su trabajo, su atención, su amabilidad y, por qué no, su profesionalidad. Es muy posible que, como me sucede a mí, os quedéis maravillados, siempre y cuando dejéis a un lado posibles prejuicios xenófobos.

Decía el otro día una prestigiosa publicación norteamericana, cuyo nombre no recuerdo, que el buen crecimiento del Producto Interior Bruto que está experimentando España en los últimos años en comparación con otros países de su entorno, se debe entre otros factores a la buena adaptación de los inmigrantes que llegan  aquí a nuestra forma de hacer las cosas. A mí no se me había ocurrido, pero esa opinión me ha hecho abrir los ojos y los oídos para observar el fenómeno.

Que todavía haya en España grupos de desatados xenófobos produce sorpresa. No me refiero sólo a la ultraderecha, porque de estos se conocen sus premisas, la de que se trata de delincuentes que vienen a quitar el trabajo a los españoles, sino a muchos conservadores moderados e incluso a algunos que se consideran progresistas. Yo me imagino que a estos últimos las sensaciones se les quedan en la epidermis y que en consecuencia no procesan correctamente la idea de lo que para nuestro progreso económico está suponiendo este fenómeno.

Se suele utilizar con frecuencia la dicotomía inmigración controlada versus inmigración incontrolada. Es verdad que estos profesionales que nos atienden día a día forman parte de la primera de las categorías, porque tienen “papeles”, pagan impuestos y cotizan a la seguridad social. Pero no lo es menos que si analizáramos su llegada aquí, en algún momento formaron parte de la segunda.

De lo que se trata, por tanto, no es de poner freno a la inmigración, sino de canalizarla adecuadamente. Con independencia de que estamos hablando de seres humanos que vienen a España a ganarse la vida y salir de la miseria de sus países, resulta, además, que son útiles para una sociedad como la nuestra que padece un crecimiento demográfico preocupante y cuya pirámide de población muestra claramente el envejecimiento en su conjunto.

El PP, en vez de reclamar que se envíe a la flota para evitar la llegada de cayucos y pateras (Miguel Tellado), debería ponerse de acuerdo con el gobierno para establecer un plan viable de inmigración ordenada. El problema está en que la palabra orden admite muchas interpretaciones, desde, como decía mi abuela, la de que tranquilidad viene de tranca, hasta la de establecer un sistema de acogida inteligente, pero sobre todo un esquema de inserción, de adaptación y de asimilación.

Sé que se trata de una batalla difícil de ganar. En primer lugar, porque sería un programa que habría que dotar de recursos económicos suficientes para no convertirlo en un fracaso. Por si fuera poco, porque los prejuicios xenófobos no son fáciles de extirpar. Pero sobre todo, porque pedirle al PP que colabore con el actual gobierno es algo así como intentar vaciar los océanos.

Pero a nuestra sociedad le va mucho en ello y, si no se afronta el problema con inteligencia, terminaremos perdiendo una magnífica oportunidad y pagaremos las consecuencias de nuestra torpeza. Una vez más se impone el sabio consejo de hacer de la necesidad virtud.

Por cierto, lo dejo aquí porque es la hora del aperitivo y a continuación me voy a tomar una cerveza en una terraza atendida por unas encantadoras camareras rumanas y, si me da tiempo, me pasaré por el chino del barrio para comprar unos cuadernos que necesito y que venden a un buen precio. 

12 de febrero de 2025

¡Dios bendiga a Trump!


Supongo que quien lea estas líneas y me conozca sabrá que el título que he escogido encierra alguna trampa. Lo leí el otro día en un chat frecuentado por la extrema derecha, en realidad una retahíla de estupideces que cayó en mis manos cuando brujuleaba por aquí y por allá, y me ha parecido que podía utilizarlo para llamar la atención del lector. En esa extensa conversación a través de Internet, los charlistas, no sólo le dedicaban al actual presidente de los EE. UU. la jaculatoria anterior, sino que además lo calificaban de salvador de la humanidad, de garante de las libertades y de látigo de los depravados. No encontré por ningún lado la palabra Mesías, lo cual es lógico, porque como la mayoría son devotos cristianos, para ellos el enviado de Dios ya estuvo en la tierra y la invocación podría convertirse en blasfemia.

El 15 de noviembre de 2024 escribí en este blog un artículo que titulé “Trump y el inalterable equilibrio cósmico”, en el que sostenía la idea de que, por mucho que el ahora presidente norteamericano quiera cambiar el mundo, los equilibrios geoestratégicos internacionales no se lo iban a poner fácil. También sostenía que disgustos nos iba a dar muchos, pero que serían pasajeros. Incluso me atrevía a vaticinar que las reacciones en el mundo entero pueden ser tan inesperadas, que los europeos incluso a lo mejor salimos ganando.

Dice un conocido refrán que solo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena. Si traducimos santa Bárbara por Unión Europea y suponemos que los truenos son las amenazas del ínclito Trump, el refrán puede servirnos. Europa tiene que reaccionar, no enfrentándose a EE. UU., lo que sería una insensatez, sino fortaleciendo su unión, a pesar de que las ultraderechas y los neofascismos que nos rodean estén trabajando en contra, no ya sólo con discursos ambiguos como los del PP, sino de manera explícita y amenazadora como los de Vox. La “internacional facha" que se celebró el otro día en Madrid no deja lugar a dudas sobre sus intenciones.

No se acaba de entender como los “patriotas” aplauden a un presidente que nos amenaza con unos aranceles que pueden debilitar nuestra economía de manera sustancial. Es incomprensible que se pongan a favor de un enemigo de nuestro bienestar. Sólo hay una explicación, la de que van a lo suyo, a medrar en las políticas europeas y que el bienestar de los ciudadanos de sus países se la refanfinfla.

Lo de convertir Gaza en la Riviera del Próximo Oriente es tan descabellado, por no decir desalmado, que, si no fuera porque de los irresponsables se puede esperar cualquier disparate, yo me lo tomaría a broma. En cuanto a Ucrania, la paz que quiere imponer Trump significaría una clara victoria de Putin, por supuesto en perjuicio de los intereses de la Unión Europea. Otra ocurrencia que, de llevarse a cabo, nos dejaría a los europeos una vez más a merced de las dos grandes potencias.

Yo sigo pensando lo que decía en aquel artículo de hace unos meses, que la realidad de los equilibrios internacionales no permite tanta estulticia. Pero, lo confieso, no las tengo todas conmigo, porque en ocasiones los salvadores de la humanidad hunden el mundo.

8 de febrero de 2025

Una experiencia "whatsappera"

Siempre he considerado que la comunicación escrita implica el riesgo de no acertar con las palabras precisas y en consecuencia dar lugar a equívocos interpretativos. Con la oral es distinto, porque al estar presente el receptor o los receptores, se puede rectificar inmediatamente si se perciben equívocos. Yo, aunque procuro comunicarme de palabra siempre que puedo, recurro inevitablemente al WhatsApp de vez en cuando.

Hace seis años, un buen amigo mío y antiguo compañero de colegio y yo nos propusimos contactar con el mayor número posible de nuestros antiguos condiscípulos, para, de vez en cuando, reunirnos a comer y charlotear. Como medida complementaria, creamos una lista de WA en la que incluimos la media docena de nombres que habíamos localizado hasta entonces y que con el tiempo se ha ido incrementando hasta sobrepasar la quincena.

Naturalmente, el propósito de esta lista era el de facilitar la comunicación entre nosotros, pensando en las convocatorias de comidas, lo que no es óbice para que, ya que existe, se aprovechara para enviar a los demás alguna información que pudiera ser de interés general o incluir algún simpático chascarrillo. También, por qué no, para felicitar santos y cumpleaños.

Sin embargo, como existe tan mala cultura de la utilización de esta útil herramienta de comunicación, evidente contagio de la bazofia que circula por las redes, pronto empezaron a aparecer escritos de carácter político, de esos de “enviado muchas veces”, por supuesto no escritos por el remitente, sino simplemente “catapultados”. Por cierto, entre ellos fake news, pero sobre todo insultos y burdas descalificaciones. Añadiré, además, que los dardos siempre iban dirigidos en la misma dirección, desde posiciones conservadoras y de ultraderecha hacia el gobierno actual y sus socios. Nunca me he encontrado ninguno en sentido contrario, lo que resulta curioso y da que pensar, teniendo en cuenta que en esta lista hay no pocos progresistas.

Yo intenté cortar aquello hasta en tres ocasiones, simplemente recordando que nuestro grupo de WA no se había creado para “desunir”, sino para “unir”. Obtuve buenas respuestas y, lo más importante, durante un tiempo cesó el bombardeo. Pero poco a poco fueron reapareciendo estos reenvíos, hasta convertirse en una avalancha de burlas, insidias y maledicencias, escritos con el desparpajo propio de quienes están convencidos de que todos piensan como ellos. Ya se sabe que hay profesionales de la elaboración de agravios, al servicio del populismo y de la demagogia.

El otro día, tras el reenvío de una “malévola” lista prefabricada de agravios a todo lo que suene a Pedro Sánchez, en la que no faltaba de nada -incluso acusaciones de insultos al rey e insinuaciones de actitudes anticlericales-, puse una cuarta advertencia del riesgo de convertir la lista en una herramienta peligrosa para nuestra permanencia como grupo de viejos compañeros. No ha habido muchas respuestas, sólo alguna dándome la razón, otra contemporizando y achacándole al infundio la categoría de broma, una tercera diciendo que no nos dividamos que para eso ya está el gobierno. Incluso, y esto resulta llamativo, alguna sacando a relucir la libertad de expresión, como si este tipo de actuaciones representara la quinta esencia de la democracia.

En cualquier caso, hablé a continuación con el autor del último envío, una persona a quien le tengo un gran aprecio y respeto personal. No nos veíamos desde la época escolar y los dos sabemos que ahora estamos en las antípodas políticas. Pero eso para mí no es ningún inconveniente, siempre que respetemos las ideas del otro como personas civilizadas que somos. Y, si entre nosotros hay debate en algún momento, que sea en otro foro, no aprovechando una lista de WA que no se creó para desunir sino para unir. Dejé claro que mi comentario no va dirigido contra las ideas de nadie, sino contra que se expresen en este grupo. 

Como decía más arriba, han pasado varios días desde que envié mi advertencia. Al principio observé un cambio de estilo que prometía tranquilidad y sosiego, pero lamentablemente han vuelto a aparecer los viejos soflamas, los burdas insultos y la misma mala baba "reenviada muchas veces". De otras listas de WA ya me hubiera dado de baja hace tiempo, pero de ésta, que me une a una época escolar inolvidable, no lo voy a hacer. A pesar de que tentaciones tengo muchas.

4 de febrero de 2025

El nuevo socialismo

 

Desde hace algún tiempo, desde que un congreso socialista nombró a Pedro Sánchez secretario general del PSOE, se oyen voces, más o menos recurrentes, elogiando las figuras de los socialistas “históricos”, Felipe González y Alfonso Guerra entre otros, invocaciones que naturalmente persiguen el agravio comparativo con la actual cúpula del partido. Suelen proceder de la derecha, aunque también es frecuente oírselo decir a antiguos votantes socialistas, que en su momento fueron progresistas pero que los años los han derechizado.

En mi opinión, aquel PSOE de actitudes “tibias” de los años ochenta y noventa fue necesario, porque veníamos de donde veníamos y la mentalidad de los españoles no estaba preparada para atragantarse con los grandes cambios que necesitaba España. Yo, lo confieso, le di mi confianza al PSOE de entonces en las cuatro elecciones generales que precedieron a las correspondientes legislaturas que gobernó Felipe González. Su manera de hacer las cosas, sin prisas, pero sin pausas, me parecían prudentes. España estaba cambiando sin necesidad de que se produjeran sobresaltos.

Pero aquella época de prudencia y de pies de plomo pasó, y el electorado progresista empezó a reclamar más contundencia y más valentía a la hora de resolver los problemas de los españoles con menos recursos económicos. La derecha crecía, la ultraderecha empezaba a asomar la cabeza y el PSOE se había apoltronado, por no decir desinflado en sus convicciones progresistas. El electorado de izquierdas empezó a movilizarse y originó un terremoto, cuyo signo más visible fue la aparición de Podemos.

A pesar de esa señal de alarma, de ese evidente toque de atención de las bases progresistas, algunos dirigentes históricos del PSOE ignoraron las señales de alarma, como si aquello no fuera con ellos. Pedro Sánchez, que representaba una clara renovación dentro del partido socialista, tuvo que abandonar momentáneamente la primera línea, se recluyó en sus cuarteles de invierno y reinició la batalla por hacerse democráticamente con las riendas de la organización. Hubo un congreso, salió elegido secretario general y los socialistas iniciaron una nueva época, sacudiendo el árbol para que se cayeran las hojas secas.

Este PSOE responde a una nueva época, en la que ya no es necesario andarse con paños calientes. Por supuesto, ha provocado la reacción enfebrecida de las derechas y ultraderechas españolas, que se sentían mucho más tranquilas con la tibieza a la que había llegado el partido socialista. Además, como el parlamento se ha fraccionado como nunca lo había estado, los socialistas se han visto obligados a hacer de la necesidad virtud y a pactar con todos aquellos que puedan ayudarlos ha sacar el país adelante y a alejarlo de la peligrosa amenaza de los neofascistas emergentes.

Por cierto, aunque las acusaciones de pactos anticonstitucionales circulan por las redes sin recato ni pudor, yo no he visto hasta ahora que se haya acordado nada que vulnere la legalidad.  Son infundios, falsedades y bulos sin más fundamento que la desesperación de los conservadores cuando ven que han perdido el control de la situación. En cuanto a Cataluña, si comparamos la situación actual con la que sobrevino tras los errores cometidos por los gobiernos del PP, creo que a nadie le quedará la menor duda de que esta manera de hacer las cosas es la más conveniente para garantizar la unidad de España.

Por eso, que Felipe González continúe en los nuevos círculos a los que lo ha llevado su deriva conservadora y que Pedro Sánchez y sus nuevos colaboradores continúen adelante con valentía progresista.

31 de enero de 2025

Los despropósitos de don Alberto

Se lo tienen dicho, pero él ni caso. Sus barones más centrados, o menos descentrados, le han advertido por activa y por pasiva que en política la coherencia es un valor que hay que preservar, porque de lo contrario se pierde credibilidad. Pero el señor Núñez Feijóo erre que erre, porque está convencido de que ya es mayorcito y no necesita consejos de nadie. Además, como unos le dicen una cosa y los otros la contraria, ha debido de pensar que lo mejor es hacer de su capa un sayo y aquí paz y después gloria.

Las explicaciones que dio el otro día para justificar el apoyo a la propuesta parlamentaria del gobierno, no las superaría en humor surrealista ni el mismísimo Groucho Marx. Si en vez de salir al estrado con el rictus marcado por el mal rato que debía de estar pasando por culpa de la indiscutible incoherencia, lo hubiera hecho con un puro en la boca y flexionando un poco las corvas, se le hubiera confundido con el inolvidable humorista. Pero naturalmente el peso de la contradicción era tan grande, que no debía de estar en ese momento para muchas bromas.

Después de haber votado en contra de la aprobación del decreto de revalorización de las pensiones hace tan sólo unos días, con el único y exclusivo propósito de castigar al gobierno, ahora, cuando se ha puesto de manifiesto que la ley sale adelante aun con su voto en contra, intenta justificar el cambio de criterio con argumentos contradictorios entre sí. Por un lado, invoca a los pensionistas, a los usuarios del transporte y a los damnificados por la DANA, de los que se había olvidado en la votación anterior, y por otro argumenta que si vota ahora que sí es para que Pedro Sánchez no se salga con la suya y lo acuse de antisocial. Pero, don Alberto, ¿no percibe usted en sus argumentos la más que evidente contradicción que observamos el resto de los mortales?

Lo cierto es que se ha puesto de manifiesto una vez más que el gobierno cuenta con resortes suficientes para seguir gobernando, y al mismo tiempo que a la oposición no le queda más recurso que el del pataleo, como les sucede a los niños cuando se les quita de la boca un caramelo que estaban a punto de saborear. La derecha de Feijoo se frotaba las manos y su satisfacción se ha convertido en patente decepción. Se han quedado con el culo al aire, permítaseme la expresión coloquial. 

Es verdad que los apoyos parlamentarios que sustentan al gobierno constituyen un batiburrillo difícil de manejar. Pero no lo es menos que la mezcolanza es consecuencia de los nuevos tiempos, en los que, al haberse acabado el bipartidismo, no es fácil formar mayorías sólidas. Pero Pedro Sánchez hasta ahora está manejando bien la situación, sin que sea cierta la acusación de la oposición sobre presuntas concesiones anticonstitucionales a los separatistas. A no ser que le llamen así al esperpéntico berrinche que les ha entrado con la devolución del palacete de París al gobierno vasco.

El próximo hito serán los presupuestos del Estado. Pero visto lo visto, a mí no me extrañaría que se terminaran aprobando por mayoría suficiente. Entonces vendrá el crujir de dientes de la derecha y de la ultraderecha, en su constante pugna para ver quien la tiene más grande.

27 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 35. Las cuadras y el huerto abandonado

Supongo que algunos de los que leen mi blog se habrán preguntado que de dónde saqué en su día el título de “El huerto abandonado”. Como es una historia que a mí me parece curiosa, le voy a dedicar unas líneas. Pero antes necesito exponer algunos antecedentes para que se entienda mejor el relato, pensando sobre todo en aquellos que no conozcan Castellote.

Nuestra casa del pueblo, propiedad que compartimos los cuatro hermanos, dispone como la mayoría de las antiguas edificaciones de Castellote de cuadras, no en vano proceden casi todas de una época en la que la mayoría de sus habitantes se dedicaban al campo. Desde hace años, desde que desaparecieron las caballerías y los animales domésticos se concentraron en grandes granjas, las cuadras perdieron su utilidad como tales. Por eso, algunos de sus propietarios, entre ellos nosotros, las hemos reconvertido en estancias para la diversión y el entretenimiento. Las nuestras, de unos ciento cincuenta metros cuadrados, constan de bodega, comedor y cocina, tres estancias contiguas que hemos ido amueblando y decorando poco a poco con aportaciones de cada uno de nosotros, pero sin eliminar los pesebres, que permanecen como vestigios del pasado.

Pero de lo que no disponen la mayoría de las casas del pueblo es de un huerto como el nuestro, de cerca de mil quinientos metros cuadrados, al que se accede directamente desde la casa precisamente a través de las cuadras. Este huerto, que cuando yo era un niño constituía el escenario principal de nuestros juegos, estuvo siempre al cuidado de medieros, el último el bueno del “tío" Emilio, una auténtica institución en nuestra familia. Pero Emilio se jubiló hace ya muchos años y nadie entró para sustituirle, por lo que el huerto quedó abandonado y, poco a poco, se fue asilvestrando hasta convertirse en un lugar casi inaccesible o, al menos, poco atractivo para pasar ratos en él.

Una noche de hace más de treinta años -aquí empieza la historia que hoy pretendo relatar-, estaba yo con un grupo de amigos y familiares cenando en las cuadras de unos primos nuestros. Observé que entre los elementos de decoración habían colocado sobre las paredes unas celosías pintadas en verde, con macetas colgadas que contenían plantas artificiales, una manera muy ingeniosa y al mismo tiempo vistosa de quitarle aspereza a la visión de unas viejas estancias con poca prestancia. Me quedé con la idea, porque la decoración de interiores siempre ha llamado mi atención. 

Otro día, cuando esta vez la cena tenía lugar en nuestras cuadras, le comenté a una de las propietarias de la casa que acabo de mencionar que me había gustado mucho la solución de las celosías y que quería hacer algo parecido allí. Me miró con ojos sorprendidos y me dijo algo así como, "si nosotros tuviéramos un huerto como el vuestro, no habríamos colocado flores artificiales en las cuadras".

El mensaje estaba claro y encendió una luz en mis inquietudes, siempre en estado de alerta. Nuestro huerto no podía seguir abandonado, había que reconvertirlo en una zona ajardinada que nos sirviera de lugar de esparcimiento, como lo había sido hasta hacía poco. Las cuadras, cuya utilización ya estaba en marcha, seguirían su camino y el huerto empezaría su propia andadura.

Aunque tenía las ideas claras y como consecuencia el firme propósito de recuperar el huerto abandonado, lo cierto es que la tarea se me antojaba ardua, por no decir imposible. Algunos frutales se habían secado, las malas hierbas se extendían por todas partes y el suelo en verano estaba más seco que un secarral. Cuando lo recorría buscando por dónde empezar, se me caía el alma a los pies incapaz de decidirme.

Pero el relato de la historia de la recuperación del huerto tendrá que esperar a otro día, porque creo que merece un cierto detalle y porque aquí sobrepasaría la extensión que me he marcado para estos artículos Entonces, cuando le toque el turno, explicaré cómo dejó de estar abandonado.