La subjetividad en algunas ocasiones procede de confundir la
excepción con la norma, la anécdota con la categoría, la parte con el todo.
Cuando el otro día una señora a la que conozco muy poco, y con la que coincido de vez en vez como vecina de mesa en una terraza a la hora del aperitivo -¡cómo me inspiran estos
encuentros fortuitos!- me espetó, no sé a cuento de qué, “es que a los
catalanes con sus manías separatistas no hay quién los aguante”. Naturalmente
no respondí a la torpe generalización, consciente de que se trataba de un caso perdido. Allá ella
con sus prejuicios, pensé.
Cuento esto porque el caso de mi accidental vecina de mesa
es mucho más general de lo que pudiera uno imaginarse. Una parte de la
población española no catalana nunca ha entendido ni nunca entenderá que el
catalanismo -apego a lo catalán- nada tiene que ver con el separatismo. Los
separatistas existen, por supuesto, pero no toda la población ni mucho menos lo es.
Me he preguntado muchas veces cuál puede ser el origen de
esta visión tan subjetiva de la realidad catalana, que afecta a una región de más de ocho millones de
ciudadanos, pero nunca he encontrado una respuesta. que me convenza. Quizá proceda de la ignorancia, de la falta de conocimiento de la personalidad de aquella región, porque observo que muchos de los que ejercen este prejuicio nunca han
pisado aquellas tierras o, de haberlo hecho, sólo como simples visitantes
ocasionales.
Hay quienes no aceptan que tengan otro idioma, porque ven en
ello un intento forzado de hacerse notar, de demostrar que son diferentes.
Otros, cuando les hablas de Historia te contestan que no hay que remontarse a
la época de los visigodos, con lo que demuestran no ser duchos en la materia. También existen los que no acaban de aceptar que una
parte muy importante de nuestro progreso se haya introducido en el resto de
España a través de Cataluña y, como consecuencia, sienten un cierto rencor de
carácter envidioso. Por último, las balandronadas del señor Puigdemont y
compañía han exacerbado en los últimos años el anticatalanismo de muchos de los
anteriores. Por cierto, algunos rechazan lo catalán porque su padre se lo inculcó.
En mi opinión se trata de uno de los mayores problemas que tiene España, la incomprensión de unos sobre otros, la de los separatistas con respecto a la realidad española en su conjunto, la de los separadores con respecto a la catalana en particular. Creo que fue Unamuno quien dijo en una ocasión algo así como que tanto daño hacían a la unidad de España los que querían separarse como los que, con su rechazo, los impulsaban a ello.
La subjetividad es inevitable. Basta ver cómo comentan una misma jugada de fútbol dos aficionados de equipos contrarios.
ResponderEliminarRespecto a lo que se dice en el artículo sobre la catalánofobia, también estoy plenamente de acuerdo.
Otra cosa es que una minoría de catalanes, los independentistas, pretenda crear un estado catalán, ya sea de hecho, o de derecho. La estrategia de Pujol, inteligente por supuesto, es ir cortando ligaduras, una a una, poco a poco. La estrategia de las rodajas del salchichón. Creo que les ha dado buen resultado, mejor que la locura de Puigdemont. Por eso me preocupan las concesiones de Sánchez a cambio únicamente de que le soporten en el poder. A veces las críticas de la derecha tienen algo de razón, aunque hay que recordar que muchos miembros notables del PSOE comparten las críticas.
Alfredo :Creo que Sánchez y la Constitucio española pretenden seguir repartiendo rodajas del fuet adaptadas a los tiempos que corren.Puigdemont hace su trabajo para no perder votos.Un saludo.
ResponderEliminarPedro, bienvenido a este modesto blog. En otra contestación, opino como tú. No hay nada anticonstitucional en seguir transfiriendo competencias. Es más, forma parte parte del espíritu de la Constitución Española.
EliminarAlfredo : El anónimo anterior soy Pedrobelloberlin @gmail.com.Perdona.Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Alfredo, por tu comentario. Supongo que con el símil de las rodajas de salchichón te refieres a la paulatina cesión de competencias que recoge la constitución de 1978. En este sentido, no sólo los catalanes sino también el resto de las autonomías intentan avanzar en sus respectivos autogobiernos. Por mi parte, nada que objetar.
EliminarPuigdemont, además de haber cometido una locura como tú bien dices, es el líder de un partido legal, Junts. Por tanto, negociar con él es absolutamente legítimo.
En cuanto a las concesiones de Sánchez que mencionas, nos podrán gustar más o menos, pero no hay ninguna que no sea constitucional.
Yo tengo confianza en la fortaleza de la democracia española y los voceríos separatistas no me asustan. Por eso creo que la mejor política es la de la negociación y no la del rechazo sistemático.
Nadie niega la legitimidad de negociar con Junts, lo que nos preocupa algunos es la propia negociación y los repetidos gestos donde el Estado pierde su dignidad, tan importantes en política. ¿Qué se recibe en contrapartida? Porque eso es negociar. La única que veo es mantener a Sánchez en el poder.
EliminarAlfredo, a mí me parece que "mantenerse en el poder", como tú dices, es la única manera de seguir desarrollando tu programa. No hay nada más inútil en política que pasar a la oposición cuando puedes evitarlo.
EliminarEn cuanto a la dignidad del Estado, mientras se respete la Constitución, sigue intacta.