1 de abril de 2025

Los eslabones de la vida

Recuerdo que hace algún tiempo escribí en este blog un artículo con el título de “Pequeñas casualidades”, encabezamiento que tomé prestado de una película cuya trama ponía en evidencia que la vida está constituida por una secuencia de circunstancias sobrevenidas que van marcando su rumbo. La pregunta que algunos se hacen, ¿qué hubiera pasado si en vez de aquello hubiera sucedido esto otro?, no tiene ningún sentido, porque lo hecho, hecho está. Pero pone de manifiesto que somos conscientes de que nuestra existencia discurre por caminos marcados por las pequeñas casualidades.

De esto, pero aplicado a un caso concreto, voy a hablar hoy. En Semana Santa de 1955, mi padre, recién ascendido a comandante, se incorporó a un nuevo destino, esta vez en Madrid. Él se había adelantado y los demás de la familia nos trasladamos unos días después en tren desde Barcelona, dónde habíamos vivido los dos últimos años. Yo estudiaba tercero de Bachillerato y todavía no había cumplido los trece años de edad. Como el curso escolar no había acabado, a mi hermano Manolo y mí nos matricularon en un nuevo colegio, el Calasancio.

El primer día de clase me colocaron junto a un compañero, José Miguel. Como es natural, y teniendo en cuenta que yo allí no conocía a nadie, no tardé en establecer una buena amistad con mi vecino de pupitre, que poco a poco me fue introduciendo en mi nuevo ambiente escolar. Con el tiempo, aquella amistad, en principio puramente escolar, se convirtió en más general, porque me integré en el grupo de los amigos de mi amigo.

A través de José Miguel conocí a un primo suyo por parte de madre, Juan Luis, algo mayor que yo, que, a diferencia del resto de los integrantes de nuestra pandilla, no estudiaba en el colegio Calasancio. A su vez, éste nos presentó a otro de sus primos, en este caso por parte de padre, que se llamaba José Antonio.

Los años fueron pasando, se acabó el colegio y empezó la universidad.  Cuando yo ya había cumplido los 19 años, en noviembre de 1961, José Antonio llevó un día a su hermana Ana Mary a uno de nuestros guateques. Tenía 16 años y hasta entonces no la había visto nunca o quizá me hubiera pasado desapercibida. Pero lo cierto es que ese día sí reparé en su presencia, hasta el punto de que quedamos en asistir juntos a un baile en la facultad de medicina, donde actuaban los Pekenikes, un grupo musical muy de moda en aquella época.

Podría alargar el relato de las pequeñas casualidades que terminaron en boda en 1969, con dos hijos y cinco nietos, pero me parece innecesario para el propósito que me guía hoy. Si no fuera porque aquel día de abril de 1955 el padre prefecto decidió que me sentara junto a José Miguel, si José Miguel no me hubiera presentado a Juan Luis, si Juan Luis no hubiera integrado a José Antonio en nuestra pandilla y si José Antonio no hubiera llevado a su hermana a uno de nuestros guateques, mi vida hubiera sido completamente distinta a como ha sido y, por supuesto, también la de otros muchos que me rodean, algunos de los cuales ni siquiera habrían nacido.

La vida es un carrusel de pequeñas casualidades que van trazando su recorrido. El libre albedrío existe, claro que sí, pero siempre estará condicionado por la dirección que tomemos en cada una de las bifurcaciones. Es verdad que el camino se hace al andar, pero se anda por donde el terreno lo permite. La topografía marca los senderos y las pequeñas casualidades trazan el discurrir de la vida. 

4 comentarios:

  1. ¡Por fin poesía en tu blog!
    ¡Enhorabuena!
    Angel

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    1. A veces se me escapa la vena lírica. Pero lo mío es la prosa.

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  2. Fernando Alba Guijarro02 abril, 2025 18:51

    Como bien dice Ángel, muy poético te ha quedado el relato, Luis.
    Me han dado ganas de ver esa película que mencionas: "Pequeñas causalidades". A ver si la consigo. Por supuesto ¿quién no se ha preguntado cómo hubiera sido mi vida si en vez de esta carrera hago la otra o si en vez de este trabajo escojo ese otro? No tiene sentido pensarlo sino para la fantasía, la literatura, la filosofía, etc.
    Fernando

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    1. Fernando, yo voy a más. Hemos elegido las carreras a las que las pequeñas casualidades nos han llevado.

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