4 de abril de 2025

¡Cómo gritan estos bellacos!

Las últimas elecciones alemanas han tenido en vilo durante un tiempo a muchos demócratas europeos. La posibilidad de que la ultraderecha de aquel país pudiera llegar a gobernar con los cristianodemócratas de la derecha moderada provocaba inquietudes, porque algunas declaraciones del candidato de la CDU habían insinuado esta posibilidad. Una vez escrutados los resultados y oídas las intenciones del nuevo canciller, Friedrich Merz, las aguas se tranquilizan, al menos de momento. Habrá coalición, pero no con los ultras sino con los socialistas. El llamado cordón sanitario se ha impuesto.

Pero aquello es Alemania y esto es España. Que ahora el PP y Vox den la sensación de andar a la gresca son sólo apariencias. Los dardos que se lanzan entre ellos no son más que intentos de la ultraderecha por hacerse con los votos conservadores y defensa de los populares para mantener su hegemonía. Pero todos sabemos que cuando llegue la hora de la verdad pactarán, porque es posible que por separado no tengan la mayoría necesaria para gobernar. Aquí no caben acuerdos entre socialistas y conservadores, porque las diferencias de pensamiento son abismales. El PP no es la moderada CDU.

Cuando llegue el momento de la campaña electoral, ni el PP ni Vox reconocerán explícitamente que tienen la intención de pactar, porque intentarán mantener su propia identidad frente a sus correspondientes caladeros de votos. Pero en cuanto termine el escrutinio y si los números les salen, empezarán a darse besos en la boca. No es un vaticinio, sino la constatación de la experiencia vivida en los gobiernos autonómicos. Es más, el PP no sólo entrará en el juego porque no contará con más aliados que los de la ultraderecha de Vox, sino además porque en las filas populares hay muchos cuya ideología está muy cerca de la que guía a los ultras. Los votantes de centro, esos que navegan entre dos aguas, deberían pensar que si su voto se decanta hacia el PP, en realidad estarán votando la entrada de Vox en el gobierno, es decir al señor Abascal como vicepresidente.

A mí nunca me ha gustado la expresión cordón sanitario, porque prefiero hablar de defensa de la democracia y de los derechos humanos. Lo primero me parece pasivo, lo segundo activo. Las ultraderechas de todos los países del mundo parecen cortadas por un mismo patrón, son cesaristas, despóticas y totalitarias, además de racistas, homófobas y xenófobas, ideologías que un demócrata debe combatir con todos los recursos que permita la legislación. Las alianzas para evitar que gobiernen es uno de ellos.

La Historia es machacona y repetitiva. Cuando oigo los mensajes de Trump, de Abascal o de Le Pen, me parece estar oyendo los de Mussolini o de Hitler, cuyas consignas se impusieron en casi todo el continente europeo durante decenios, y a los que sólo se pudo derrotar tras una sangrienta guerra mundial, gracias, por cierto, a que EE. UU. intervino en defensa de las democracias occidentales. Da miedo pensar qué hubiera sucedido si en el gran país americano en vez de tener a Roosevelt como presidente hubieran tenido al actual.

No, no es un cordón sanitario lo que se necesita para frenar el avance de la extrema derecha, sino un decidido empeño democrático de parar los pies a los fascistas. ¿Estarían el PP y el PSOE dispuestos a ello como sus colegas alemanes? Mucho me temo que no. 

4 comentarios:

  1. Bueno, ahora, por una vez, se ponen de acuerdo gracias a Trump.
    Fernando

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  2. Fernando, yo no soy tan optimista. Ante un ataque de carácter económico como el de Trump, el PP no puede mirar para otro lado. Pero ya ha empezado a criticar las medidas de urgencia y a advertir que este giro no supone apoyar al gobierno. Una parodia y un sí pero no.

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  3. A algunos nos preocupa que haya gente que vota a Vox. Ante eso, una opción es apartarlos de la política y considerarlos enemigos. Otra es tratar de ver por qué se les vota y qué se puede hacer para cambiar la mentalidad de sus votantes. No me hago ilusiones; ya se que esto es muy difícil.
    De los votantes de Vox hay un porcentaje importante que no tiene solución. Son como los hinchas de un equipo de fútbol, que solo ven las faltas del contrario. Pero del resto tal vez se pueda hacer algo. Hay - creo yo - dos cuestiones políticas que hacen que haya gente se vuelque a la extrema derecha: La inmigración, que ellos ven como un peligro, y los límites al derecho de propiedad.
    La inmigración es necesaria y lo que sería conveniente es intentar ordenarla y publicar números. Comunicar que "se está en ello", que no se va a resolver de un día para otro, pero que se están tomando medidas para que los inmigrantes vengan en forma y número adecuado y en avión o barco, no es mortales pateras.
    Respecto al derecho de propiedad, hay que comunicar que no se van a tomar medias confirmatorias, sino algunas mínimamente limitatorias para atenuar el hecho de que la economía de mercado crea riqueza, pero es débil en lo relativo a la distribución del riqueza creada.
    Y finalmente haya que olvidarse de considerar enemigos y referirse a ellos como tales, a los que piensan distinto, por muy extremas que sean sus ideas. Mientras no incumplan la Ley toca convivir saludablemente.
    Si el PP quiere aprovecharse de los votos de Vox para controlar algunas Comunidades, está en su derecho. También el PSOE se ha aprovechado de los votos independentistas. Lo mismo, mientras se atengan a la Ley, no hay problema.
    Hay que refrescar la historia del siglo XIX, bueno y parte del XX para ver a donde nos lleva la intransigencia.
    Lo dicho se refiere a España, pero algo hay aprovechable en el ámbito internacional.

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    1. Querido Alfredo, extenso e interesante comentario que con toda sinceridad agradezco.
      Creo que olvidas que cuando hablo de combatir la que yo considero perniciosa influencia de la ultraderecha en Europa, me refiero siempre a hacerlo dentro de la legalidad. Yo no los considero enemigos, sino peligrosos para la democracia. Sus razones -inmigración, pérdida de la identidad nacional, amenaza de la propiedad privada, etc.-las conozco bien, pero me suenan a cantos de sirena populistas.
      Que el PP los necesite para gobernar me preocupa mucho, porque pudiera derivar en un gobierno central antisocial y antieuropeo, lo peor que nos puede suceder en esta España que, a trancas y barrancas, avanza hacia la modernidad.
      La comparación con el apoyo de los separatistas al gobierno actual me sugiere un comentario, el de que hasta ahora no he visto, sino todo lo contrario, que el soberanismo avance, mientras que las alianzas del PP en las comunidades están suprimiendo derechos sociales y creando un clima autoritario.
      Me mantengo en la idea de que hay que hacerle frente a la ultraderecha, siempre dentro de la legalidad constitucional.

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