Cuenta La Iliada que Ulises se hizo atar al mástil de su barco cuando regresaba de la guerra de Troya, para no sucumbir ante los cantos de las sirenas que lo llamaban desde los acantilados de la costa, con sus dulces e irresistibles voces. El PSOE debería hacerse atar al mástil de su larga trayectoria de moderación y capacidad de gobierno, para no caer en la tentación de llegar a extrañas alianzas, como le proponen ahora los que hasta hace muy poco lo denigraban. Supongo que de todo esto se discutirá en el Congreso Federal que acaba de inaugurarse, y quizá, por tanto, no debería meterme yo en camisa de once varas. Pero como modesto observador de la cosa pública no puedo evitar reflexionar sobre un asunto que me parece de trascendental importancia.
Que la aritmética no propicia desbancar en estos momentos a la derecha que gobierna es un hecho cierto, una situación que algunos traducen en la necesidad de coaliciones variopintas para romper la realidad de los números. Pero que eso sea así hoy no significa que tenga que serlo mañana. Por eso, lo que el partido socialista debería marcarse como primera prioridad es recuperar la confianza de los electores que lo abandonaron, aquellos que en un momento determinado contemplaron otras opciones porque no reconocían en el PSOE las virtudes características del socialismo, su capacidad de lucha a favor de los más desfavorecidos. Eso fue así, pocos lo dudan, porque las circunstancias obligaron a sus dirigentes a tomar unas decisiones completamente opuestas a su ideario político. Pero lo importante no son las causas sino los efectos; las primeras pueden servir de justificación, pero los electores toman las decisiones a la vista de los segundos.
Lo que debería hacer ahora el partido socialista es oposición, tan exigente como se pueda, no mediante algarabías callejeras sino desde el Congreso de los Diputados. El interregno por el que ha pasado el PSOE en los últimos meses puede justificar la poco menos que inexistente actividad de su grupo parlamentario en las cámaras durante los últimos meses, pero eso es algo que debería quedar atrás a partir de ahora, cuando los socialistas cuenten con una nueva ejecutiva y unos nuevos líderes, no sólo en Ferraz, también en el resto de la estructura federal, donde doy por hecho que se producirán grandes cambios a partir de ahora.
Éste es el momento de la puesta a punto del partido socialista y de ganar confianza entre los electores, y no de precipitaciones. Querer recuperar el tiempo perdido de la noche a la mañana es una tentación que deberían resistir sus dirigentes. Las prisas no son buenas consejeras, y aunque a muchos se los lleven los demonios por la situación de deterioro institucional que sufre nuestro país en los últimos tiempos, no debería olvidarse aquello de que pan para hoy puede ser hambre para mañana. Una gran parte del electorado está muy pendiente de los movimientos políticos de Pedro Sánchez, a quién en algún momento se acusó de tener demasiadas prisas por llegar a la Moncloa.
Itaca, el destino de Ulises, está ahí, quizá más cerca de lo que algunos quisieran; pero el PSOE para llegar a buen puerto tendrá que rechazar bastantes cantos de sirena.
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