1 de julio de 2018

¿Desajustes neuronales o profesión de comediante?

Si no fuera porque Willy Toledo es un actor y sé que todo lo que hace un profesional  de la comedia frente a una cámara o sobre un escenario es puro fingimiento, yo hubiera llegado a pensar al oír sus últimas opiniones que padece alguna psicopatía de carácter agudo y persistente. Al principio, cuando empecé a observarle en esta nueva faceta -¿rol?- de progre contestatario, de blasfemo mal educado y de provocador insumiso, me quedé fascinado por lo que parecía la pura imagen de la transgresión llevada al límite. Pero poco a poco, a medida que seguí oyendo alguno de sus discursivos sermones, comprendí que detrás de tanta palabrería no había más que oficio de comediante consumado.

En cualquier caso, y dado que este blog existe para que yo pueda dar rienda suelta a lo que me venga en gana en cada momento, voy a dedicar al inquieto personaje una pequeña reflexión. El señor Toledo no estaría tan en candelero en los últimos meses si no fuera porque un grupo de carácter católico ultraconservador lo ha denunciado ante los tribunales por  delito de ofensa religiosa. Dicho de otra forma, de no existir esa denuncia, don Guillermo, en vez de aparecer con tanta frecuencia en algunas televisiones, estaría buscando trabajo de teatro en teatro y de plató en plató como tantos otros profesionales de su honorable profesión.

Pero como la intransigencia de algunos crea esperpentos, lo que para mí no fue más que una manifiesta vulgaridad, una zafia ordinariez, una innecesaria expresión de mal gusto -que por conocida no voy a repetir-, la intolerancia de aquellos la ha convertido en motivo de denuncia. Estoy de acuerdo en que el actor no escogió las palabras más adecuadas para expresar su incredulidad respecto a determinado dogma cristiano. Pero sus denunciantes deberían entender que, aunque con palabras groseras y mal sonantes, lo único que hizo el denunciado fue hacer uso de la  libertad de expresión que gozamos en España.

Con todo este caldo de cultivo a su favor, Willy Toledo lleva un tiempo despotricando contra todo lo que se mueva. Según el conocido actor, nuestro sistema político es fascista, la alcaldesa de Madrid pertenece al régimen -¿a cuál?-, Cuba es el paraíso de la democracia, Gadafi fue un progresista vilmente asesinado por los poderes fácticos capitalistas, los padres de nuestra constitución vestían todos camisa falangista, el comunismo real es el único sistema que de verdad defiende los derechos humanos, los medios de comunicación españoles están todos conchabados con el sistema -¿qué sistema?, y así todo. Si no fuera –ya lo he dicho al principio- porque uno sabe que se trata de un actor, tendría que pensar que en su sistema neuronal se ha producido algún cortocircuito.

Lo malo de estas cosas es que dejan huella. No son pocos los que aplauden la actitud de Willy Toledo. Confunden la denuncia de las injusticias con las actitudes antisistema. Eligen el camino de la insumisión generalizada como única vía para resolver los problemas sociales. Se apartan de las reglas del juego y caen en la anarquía. Revuelven todo y no arreglan nada. Mucho ruido y pocas nueces. Demasiada algarabía inútil, desde mi punto de vista.

Le deseo mucha suerte a Willy Toledo en sus cuitas con la justicia. Pero, al mismo tiempo, le sugiero que deje de decir sandeces y se dedique a lo suyo.

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