13 de julio de 2018

Trescientos artículos

Éste será el tricentésimo artículo que publico en el blog. Empecé a escribir en sus páginas el día 9 de diciembre de 2014, es decir hace poco más de tres años y medio. Salvo alguna breve interrupción coyuntural, he procurado reflejar mis impresiones con bastante frecuencia, tanta como las ideas me han ido viniendo a la cabeza. Por supuesto sin orden ni concierto, porque el propósito que en su día me llevo a meterme en esta aventura supuestamente literaria no preveía que las cosas se hicieran de otra manera. No se trata por tanto de un blog monográfico, sino todo lo contrario. No es más que una colección de ocurrencias esporádicas, algunas basadas en la realidad del momento, otras con pretensiones más atemporales y generalistas. Pero todas bajo mi exclusiva responsabilidad personal.

Decía Oscar Wilde –o eso dicen que decía- que cuando alguien escribe lo primero que hace es pensar a quién quiere atacar. Pero no es mi caso, lo confieso. Aunque es cierto, no lo voy a negar, que a veces detrás de alguno de mis escritos se esconde el espíritu de alguien, del que me haya inspirado la idea o de aquel a quien en un momento determinado quiera transmitir un mensaje de discrepancia o de coincidencia con sus ideas. No  siempre son personas concretas con nombres y apellidos, a veces colectivos más abstractos.

A través de ciertas estadísticas que me suministra el sistema informático que utilizo, tengo una idea del número de lectores que siguen el Huerto abandonado. Sé que no son muchos. Pero también que algunos de ellos se sienten defraudados si tardo tiempo en publicar, no necesariamente porque compartan mis ideas, sino porque les gusta conocer mis puntos de vista, sean o no de su agrado. Eso me estimula, porque si bien es cierto que no me importaría escribir aunque nadie me leyera, no voy a negar que saber que hay quien lo hace me produce cierta satisfacción.

Al principio de esta andadura -que ya va siendo larga-, de vez en vez, y siempre a iniciativa de los lectores, se publicaban algunos comentarios de coincidencia o discrepancia con las ideas que exponía. Pero pronto dejaron de aparecer, lo que pone en evidencia que un blog, al menos como yo lo concibo, no es un sistema de comunicación bidireccional, como puedan serlo las redes sociales al uso. Lo que no quiere decir que no me lleguen las impresiones de los que lo leen, pero por fuera de las páginas del blog, algunas de viva voz y otras a través del correo electrónico. Lo que me permite rectificar malentendidos, corregir defectos de expresión o, por el contrario, “mantenella y no enmendalla”.

De momento voy a continuar escribiendo, aunque no sé hasta cuándo. Quizá hasta que un día me dé cuenta de que estoy haciendo el panoli, jugando a pensador y a filósofo barato, a periodista del tres al cuarto, a columnista aficionado. Aunque lo malo de estas situaciones es que, como sucede con los cuernos, el interesado es el último en enterarse. Lo que podría originar que siguiera viviendo durante algún tiempo en la ignorancia, en el convencimiento de que lo que escribo interesa a algunos.

Lo dicho: ahora, pasito a pasito, a por los cuatrocientos

1 comentario:

  1. Sigue pasito a pasito...
    La verdad es que me gusta lo que piensas y cómo lo dices en tu blog.
    Aunque en algunas cosas no esté muy de acuerdo.



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