A mí no me ha sorprendido la intransigencia de los de Aznarñán y los tres mosqueteros de la derecha española con su política de oposición furibunda, ni la cerrazón de los separatistas catalanes con sus intransigentes ensoñaciones. Aunque, si tengo que ser sincero como me gusta serlo, debería añadir que a los primeros no los creía tan sectarios e irresponsables ni a los segundos tan utópicos y tercos. Pero la realidad se ha impuesto y no tengo más remedio que aceptar que vivo en un país fanatizado, en el que resucitan las actitudes rancias de una derecha que añora el franquismo y los comportamientos desmadrados de un nacionalismo que ha perdido el norte y es capaz de elegir como estrategia el “cuanto peor, mejor”.
Ahora, en cualquier caso, lo que importa son las urnas. Tengo la sensación de que, con independencia de lo que adelanten las encuestas, se va a producir un intenso movimiento de votos de uno a otro lado, desde la derecha a la izquierda, desde la izquierda a la derecha, entre las izquierdas y entre las derechas, mucho mayor de lo acostumbrado. El periodo "sanchista" ha sido rico en experiencias y a los ciudadanos, por mucho que se les intente engañar, no se les escapan ciertas cosas. Ahora más que nunca son conscientes de que Pablo Casado está dando al PP un peligroso giro a la ultraderecha, un cambio que a sus seguidores más templados no les gusta; de que a Albert Rivera todavía le quedan chaquetas por probar, ninguna de ellas centristas como dice que las prefiere; de que a Santiago Abascal se le han abierto las puertas de par en par y que lo suyo no ha hecho más que empezar; de que a Pablo Iglesias se le están acabando las pilas de la credibilidad; y de que a Pedro Sánchez, aunque se le han visto con absoluta claridad los modales progresistas y su inequívoca posición frente a las pretensiones anticonstitucionales de los secesionistas, le ha quedado mucho por hacer.
Yo también hago encuestas, en este caso basadas en la intuición y no en la estadística, pero mirándole a la cara a los encuestados que no son otros que mis amigos. Y lo que me dicen es que la derecha está tan dividida que el resultado en escaños será peor que el vaticina la suma de sus votantes; y que en el otro lado, en la izquierda, se prevé una vuelta hacia el PSOE de muchos de los que en su día lo abandonaron, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que Podemos vaya a desaparecer.
Si esto fuera así, el resultado de estos comicios será muy apretado. Todos sabemos que la ley d´Hont -los algoritmos que calculan el número de escaños a partir de los votos recibidos- favorece a la concentración y castiga a la dispersión. Por eso la campaña va a ser decisiva, porque no olvidemos que, si bien son muchos los que no modifican sus intenciones electorales con facilidad, hay una franja de votantes muy amplia que entiende perfectamente eso que algunos llaman el voto útil, que no es otra cosa que reconocer que, si quieres que se hagan las cosas de la forma más parecida a lo que ti te gustaría, no debes nunca desperdiciar tu papeleta. Lo anterior lo saben todos –derechas e izquierdas-, pero quizá en estos momentos la derecha esté tan desunida que no pueda evitar las consecuencias de su dispersión.
Queda poco para verlo.
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