La utilización de la cifra de muertos por la epidemia como arma arrojadiza contra el gobierno me deja perplejo, por no decir indignado. La oposición sabe perfectamente que cuando se utilizan valores estadísticos es obligado establecer criterios previos, porque si éstos no se determinan con precisión se corre el riesgo de tergiversar la realidad que se intenta explicar mediante números. Todos los países que forman parte de nuestro entorno, no sólo España, han decidido incluir en la lista de fallecidos sólo aquellos de los que se tiene constancia fehaciente de que la causa de su muerte haya sido el coronavirus. De esa manera, cuando se comparan las cifras entre países se hace con datos homologables. Lo contrario daría lugar a comparar peras con manzanas y por tanto a crear desconcierto.
Todos sabemos, y el gobierno no lo oculta, que la cifra oficial de fallecidos no coincide con la real. Pero es que no es posible dar ésta con rigor, porque, salvo por comparación con las registradas en años anteriores, resulta del todo imposible precisarla. Sin embargo, el PP, Vox y Ciudadanos no dejan de utilizar esta discrepancia para alimentar su estrepitosa campaña de desprestigio, intentando empañar los aspectos positivos de la gestión del gobierno, que han sido muchos. No están dispuestos a dar cuartel y no les importa manejar a los fallecidos por la epidemia con fines partidistas.
Ahora, cuando los que rodean a Pablo Casado empiezan a darse cuenta de que tanta agresividad, tanta deslealtad y tanta mentira les está haciendo daño, intentan cambiar de estrategia. Digo que intentan, no que consigan. Se han involucrado tanto en el tenebroso mundo de las falsedades y los bulos que les cuesta recular. Alguna frase amable, acompañada siempre de reproches, y apoyo a la aprobación de determinadas leyes en el Congreso, rodeándolo del consiguiente autobombo como si hubieran sido ellos los artífices de la iniciativa. En definitiva, un forzado intento de cambiar de imagen, después de meses de ensañamiento.
Lo que sucede es que hay derivas que cuesta mucho modificar. Tanto ha ido el cántaro a la fuente que al final se ha hecho añicos y ya no hay quien lo repare. La sensación de deslealtad institucional y de oposición inútil está ya instalada en la conciencia de muchos ciudadanos, que han sido testigos durante estos pasados meses de unos ataques basados en mentiras, exageraciones e insultos que no se correspondían con la realidad que percibían. Y cambiar esa imagen no es fácil, por mucho que ahora lo intenten Pablo Casado y sus más inmediatos colaboradores.
Sin embargo, sí hay asuntos en los que podrían ser más críticos, concretamente en denunciar el desconcierto con el que se está combatiendo esta segunda oleada de la pandemia. Lo que sucede es que ahora están involucradas las comunidades autónomas, algunas de ellas gobernadas por el PP. Éste es un asunto que a mí me parece muy grave, porque cuando analizo lo que está sucediendo me quedo con la sensación de que no se ha aprendido nada de la experiencia anterior y, como consecuencia, se está volviendo a improvisar, pero ahora con el agravante de que no se parte de cero. Un país como el nuestro debería haber establecido ya procedimientos ágiles para gestionar los rebrotes y previsto al mismo tiempo los recursos necesarios para que la triste historia no volviera a repetirse. Y, por no haber, no hay ni rastreadores.
El gobierno central no debiera permanecer más tiempo sin volver a tomar el control de las medidas como lo hizo en la etapa anterior. Ya sabemos que la oposición no se lo pondría fácil, porque suficientes muestras de insolidaridad partidista vimos durante los meses anteriores. Pero o lo hace o nos vamos todos al carajo.
Últimamente se muestran las cifras oficiales y también las estimación de las reales, pero sólo últimamente, lo que en su momento me pareció criticable. Dicho eso, es cierto que hay que hacer comparación entre datos homogéneos y no aprovechar la situación para atacar al contrario. No es probable que PP-Ciudadanos hubiese hecho una gestión de la pandemia mejor que la del actual Gobierno.
ResponderEliminarEs difícil evaluar la gestión de la pandemia. De hecho parece que se va a hacer una evaluación constructiva de la gestión por parte de entidades internacionales, no para criticar sino para entender mejor qué debe hacerse en España y en otros países. Aún con los datos oficiales, los números de la pandemia en España son negativamente llamativos. Mi opinión personal es que el modo de vida de España y el turismo de fuera y de dentro tienen más que ver con los malos números que la gestión del Gobierno.
Coincido con el artículo en la necesidad de que el Gobierno retome el control de la gestión de la pandemia; la verdad es que cuando se lo confió a las Comunidades Autónomas me dio la impresión de que sólo intentó quitarse de encima un asunto que no daba prestigio; ese tipo de conductas las he visto a menudo en la vida profesional.
Lo que no me ha gustado ha sido la imagen de gestión exitosa que se ha querido dar. Pienso en lo ridículo montaje de aplausos a Sánchez en el Congreso.
Aclaro que exijo mucho más a quien doy mi voto que a quien se lo niego.
Gracias, Alfredo. Creo recordar que los aplausos a Pedro Sánchez en el Congreso fueron por las negociaciones en Bruselas. Se trató de una especie de contrapartida a los ataques que estaba recibiendo desde la oposición. A quien sí aplaudieron los grupos parlamentarios que sustentan el gobierno fue a Salvador Illa. Merecidos aplausos, desde mi punto de vista.
EliminarOjalá llegue a formarse un grupo internacional que analice sin prejuicios lo sucedido durante la pandemia, para que el mundo entero pueda sacar conclusiones objetivas. Mucho me temo, sin embargo, que todo está tan politizado, en el sentido más canalla de la palabra, que estas iniciativas se queden en agua de borrajas.