Le oí decir hace muchos años a la escritora Elena Soriano que no creía ni en la Cafiaspirina, simpática manera de expresar mediante un ejemplo inventado su profundo escepticismo existencial. Traigo aquella frase hoy aquí, porque yo, llevado por mi tendencia a desconfiar de todo aquello que no esté demostrado, contrastado y defendido por la comunidad científica, hasta ahora no me he vacunado nunca de la gripe. Mi decisión se ha basado en que todos los años veo a mi alrededor a muchos que habiendo recibido la vacuna contraen la gripe, como veo a otros, también en gran número, que sin haberse sometido al tratamiento preventivo no sufren la enfermedad, por lo que no he encontrado hasta ahora una relación evidente entre causa y efecto. Si a eso le uno que unos médicos simplemente se limitan a decirme que si me vacuno no pierdo nada, mientras que otros me advierten de que las constantes mutaciones del virus hacen muy difícil dar en la diana con la fórmula apropiada, mi decisión durante muchos años ha sido la que ha sido. Por cierto, llevo tiempo sin sufrir más allá de un ligero catarro, de esos que se pasan en tres días.
Ahora que todos esperamos como agua de mayo la disposición de una nueva vacuna que nos proteja contra el coronavirus y evite que contraigamos la COVID-19, mis razonamientos anteriores se tambalean, lo que no quiere decir que no vaya a estar muy pendiente de lo que digan los que de esto saben. Mi escepticismo sigue ahí, en alerta constante; y aunque yo sea uno más de los que la están pidiendo a gritos, mucho me temo que al final acepte como inevitable que me inoculen algo de cuya eficacia no estaré convencido. Ya se empiezan a oír voces críticas procedentes del mundo de la ciencia alertando de que su posible eficacia quizá sea muy limitada, porque en realidad poco se sabe de este virus y de sus efectos sobre el ser humano; y es evidente que si se ignora lo que se pretende combatir, la eficacia del remedio tendrá sus limitaciones. Lo que sucede en esta ocasión es que el destrozo que está causando la epidemia es tan impresionante, que la aparición de remedios que mitiguen sus efectos se contempla con esperanza, sin ponerse uno a pensar si al final será lo que se espera. Ojalá la ciencia dé pronto con la vacuna y ojalá podamos comprobar enseguida sus buenos resultados.
Pero seamos cautos y no echemos a volar las campanas antes de tiempo, porque una cosa será la disponibilidad teórica y otra muy distinta la real. Las guerras comerciales entre países y laboratorios, las dificultades para que la industria farmacéutica disponga de capacidad que satisfaga la extraordinaria demanda que se prevé y las limitaciones reales de los sistemas de distribución pueden alargar el proceso varios años. Cuando se dice que a principios de 2021 estará disponible, significa que quizá algún laboratorio anuncie que ha dado con la fórmula magistral, como ya han hecho los rusos. De eso a que el ciudadano de a pie pueda comprarla en la farmacia hay un trecho.
Lo que no creo que vaya a hacer este año, a pesar de todo, es vacunarme de la gripe. Cada vez que oigo a alguien intentar justificar que por culpa del coronavirus ahora se hace más que nunca necesario vacunarse de aquella, me encuentro ante una absoluta falta de razonamientos que avalen la relación entre una y otra. Hasta ahora no he oído a ningún responsable que me merezca confianza relacionar estos virus, por lo que es muy posible que me mantenga en mis trece. Otra cosa será que la recomendación me llegue con tal fuerza que sea incapaz de resistir la presión social.
Si la reserva personal ante la conveniencia de vacunarse contra la gripe se reduce a eso, a una convicción personal sin base científica, hay que respetarla; todos tenemos ese tipo de ideas preconcebidas, que en alguna ocasión - rara, eso sí - incluso resultan ser acertadas.
ResponderEliminarPero parece fuera de discusión que la opinión mas generalizada de los médicos es que la vacuna de la gripe ofrece unos resultados globales muy beneficiosos.
Esto no es generalizable a una futura vacuna anti-Covid sobre la que habrá que esperar bastante tiempo.
Si hablo de escepticismo es precisamente porque a priori nunca estoy convencido de nada. Por tanto, no tengo ideas preconcebidas, como tú das a entender. Sólo creo en lo demostrado cientificamente. Mis fuentes de información médicas deben de ser distintas de las tuyas, porque yo no he encontrado una 2opinión generalizada". Hay de todo, como en botica.
ResponderEliminarEn cualquier caso, mi artículo no pretende ser un alegato contra la vacuna de la gripe, ¡Dios me libre!, porque doy por hecho que en algunos casos, quizá muchos, dará en la diana. Simplemente digo que, llevado por mi escepticismo, por mi duda constante hacia lo no demostrado, "hasta ahora" no me he vacunado de la gripe. Otra cosa será lo que haga en esta ocasión, ante la amenaza del coronavirus.