Le oí decir hace un tiempo a un político español, cuando en el transcurso de una entrevista en la SER le preguntaron sobre las consecuencias que la salida de Trump traería a la ultraderecha, que se les había caído el muñeco. Me hizo gracia la expresión y por eso la traigo aquí. El anterior presidente de los Estados Unidos se había convertido en una especie de ídolo venerado por algunos y de personaje de comic a imitar por muchos otros. Mientras estuvo en el poder, sus constantes salidas de tono estimulaban a una gran masa de ciudadanos de mentes conservadoras y comportamientos primitivos, no sólo dentro de su país, también en otros muchos del llamado mundo occidental, entre ellos España.
Es cierto que el muñeco se ha
caído o, mejor dicho, que la democracia se lo ha quitado de encima. Sin
embargo, mucho me temo que el paso de Trump por la política haya dejado un
sedimento de mal estilo, de hosca agresividad, de inconformismo antisistema y
de división social con tintes “guerracivilistas” que perdurarán en EEUU durante
muchos años y que intentarán resurgir del ostracismo en cada ocasión que puedan o
cada vez que se les dé la más mínima oportunidad. Los estereotipos en política, los
populismos simplones, las políticas de trazo grueso suelen tener muchos
adeptos, porque son fáciles de asimilar, como les sucede a las corrientes
sociales de cualquier tipo que se abren paso a toque de corneta. No hay nada
más efectivo para movilizar a los durmientes que llamar a rebato. Las mentes se
obnubilan y los instintos animales se desatan.
Joe Biden tiene ahora una labor
ingente por delante para reparar los daños causados. Como la política es el
arte de lo posible (algo que deberían tener muy presente algunos de nuestros políticos), no podemos esperar milagros durante el mandato del nuevo
presidente. Sin embargo, sus primeros movimientos parecen indicar que el actual
presidente se ha propuesto desde el primer momento deshacer los entuertos más
importantes que dejó como herencia su antecesor. Volver a la disciplina del
Acuerdo de París de 2016, que Trump había abandonado como si el calentamiento
global no afectara a su país, ha sido una de sus primeras decisiones. Además,
ha dejado claro que se propone recuperar el buen tono en las relaciones con
Europa, completamente destrozadas por el anterior mandatario, obsesionado con
su “America first”. Y, por si fuera poco, ha decidido que subirá los impuestos a los ricos y que promoverá toda una ristra de medidas de carácter social.
El “impeachment” no fue adelante por falta de apoyos del partido republicano. Sin embargo, Trump tiene abiertas varias causas en los tribunales cuyos resultados pudieran todavía perjudicarle más que la inhabilitación política. En cualquier caso, a mí me cuesta creer que vuelva a presentarse como candidato dentro de cuatro años, no sólo por su edad, también porque durante este tiempo saldrán a relucir muchos de los errores que cometió, algo que en democracia se termina pagando.
Habrá que observar qué sucede
ahora en el partido republicano, que se encuentra en estos momentos inmerso en
una enorme duda, si deshacerse por completo de la imagen que dejó el anterior
presidente o por el contrario aprovechar el tirón popular que en su momento provocó Trump y
cabalgar a lomos del “trumpismo”. Supongo que, como en botica, habrá de todo. Pero
yo me inclino a pensar que, aunque en el senado hayan impedido el “impeachment” en un
intento de salvar algunos muebles del incendio, poco a poco se vayan
desprendiendo de su memoria. Y sin alientos procedentes de las filas
conservadoras, el tiempo acabará borrando la triste memoria del paso de este estrambótico
personaje por la Casa Blanca. No olvidemos que los extremos suelen ser desprendimientos
provocados por las inoperancias de la moderación. No hay más que echar un
vistazo a nuestro alrededor para comprobar lo que digo, porque aquí también disponemos de nuestros propios muñecos y muñecas, para que no nos falte de nada.
¿Has escrito "muñecas", así en plural, por error?
ResponderEliminarAngel
No: con intención. Adivina, adivinanza...
EliminarMe gustaría estar convencido de que no volveremos a ver a un Trump dirigiendo USA, o a una IDA presidiendo la Comunidad de Madrid. Pero no lo estoy. Afortunadamente en la mayor parte los países existen mecanismos de contrapoder que reducen las consecuencias de la mala elección de los gobernantes por parte de los votantes. Alfredo
ResponderEliminarEs cierto: los mecanismos de contrapoder suelen funcionar y mitigan los destrozos. Pero también lo es que el paso de los populistas por el poder deja siempre un rastro de mal estilo difícil de borrar.
ResponderEliminarLos presidentes republicanos de EEUU, en los útimos tiempos, siempre de mal en peor.
ResponderEliminarFernando, mis preferencias siempre han estado en los demócratas. Pero Trump ha roto moldes. Sus políticas y sus maneras se sitúan a la derecha de la derecha del más derechista de los republicanos.
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