Yo no estoy muy seguro de que este comportamiento aporte alguna ventaja a quien lo usa, sino todo lo contrario. Me temo que muchos de ellos sean tildados de cantamañanas, tarambanas e irreflexivos, cuando no de irresponsables. La discreción, esa virtud que consiste en la reserva y cautela para no contar lo que no hay necesidad de que conozcan los demás, suele brillar por su ausencia en estos usuarios de las redes. Ser discreto significa ser sensato, prudente y moderado, unas características por lo general muy valoradas en las sociedades civilizadas por lo que suponen de fiabilidad de quien las ejerce. Por el contrario, el exhibicionismo vanidoso no aporta ningún valor, sino que por el contrario inspira desconfianza.
Sin embargo, es curioso descubrir todos los días el cúmulo de testimonios de autocomplacencia que circula por las redes. No porque uno las busque, sino porque están por todas partes, ya que la universalidad de las comunicaciones hace imposible protegerse de estos ataques. Suelen ser rebotes de rebotes de rebotes, que acaban entrando en tu dispositivo cuando menos te lo esperas, en el móvil, en la tableta o en el ordenador. Se han convertido en virales, una manera como otra cualquiera de que el exhibicionista consiga su propósito de que cuantos más se enteren de sus supuestas virtudes mejor.
A mí, como supongo que a muchos de los que lean estas líneas, me educaron en la discreción, en el comportamiento que hace gala del proverbio “en boca cerrada no entran moscas”. Quizá por eso me sonroje cuando veo fotos o leo escritos que se basan en la autosatisfacción, en mira que guapo soy y que guapos son los míos, venga a cuento o no lo venga. Siento una especie de vergüenza ajena, algo así como si fuera yo el exhibicionista, como si me hubiera dado por abrirme la gabardina en un parque público, dicho sea en un sentido figurado. Porque los exhibicionistas de las redes lo que muchas veces hacen, aun sin darse cuenta, es mostrar sus intimidades a la humanidad, aunque ellos crean que lo que están enseñando es la parte bonita de sus vidas.
Por supuesto que no todos los que usan con profusión las redes son así, porque hay muchos que lo hacen con la mesura y el tacto que se requieren cuando uno es objeto de atención. Pero si me he decidido a escribir este artículo es porque he observado una cierta tendencia hacia la vertiente peligrosa de esta clase de exhibicionismo, incluso en gentes sensatas. Tengo la impresión de que como nadie pone freno a tal deformación, pueda llegar a apoderarse de las mentes desprevenidas, sin que ni siquiera se den cuenta. Por es me atrevo a dar una señal de alarma, por lo menos a mis amigos, quiero decir a los que lean este blog.
Después, que cada uno haga de su capa un sayo o de su red un escaparate.