Creo que fue Unamuno quien en una ocasión dijo que temía más a los separadores que a los separatistas. No estoy seguro de que fuera él, pero en cualquier caso me adhiero a esta reflexión, sea de quien fuera. Al separatismo se le combate con políticas adecuadas, y si fuera necesario imponiendo la ley, pero el daño que hacen los separadores, los que toman la parte por el todo y demonizan a una región porque en ella haya separatistas, suele ser irreparable. Y estos abundan como las amapolas en primavera.
Muchas veces me he preguntado a cuento de qué proliferan tanto los separadores. Pero la respuesta no es sencilla, porque en esto, como en tantas otras cosas, las causas pueden ser muy diversas. En el caso de Cataluña, estoy convencido de que muchos lo son por razones históricas, al haber heredado a lo largo de los siglos un legado de rebeldía contra el centralismo catalán. La Corona de Aragón tuvo durante un gran periodo de su existencia a Cataluña como epicentro de las decisiones políticas y como consecuencia en el resto de los territorios de aquella confederación se recelaba del poder catalán. Me estoy refiriendo a los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y, en menor medida, al de Mallorca.
Otra causa, muy distinta de la anterior, aunque en algunos casos la realimente, es la de considerar al separatismo catalán como un agravio contra el resto de España, pero sobre todo creer por extrapolación simplista que cualquier catalán es separatista. Es el caso de los que boicotean a los productos catalanes o el de los que menosprecian a su cultura, incluida en ésta el idioma catalán. Son los que recelan de los catalanes por el mero hecho de serlo. ¡Uf, catalán! Me decía alguien cuando le propuse comer en un conocido restaurante de Madrid, famoso por su escalibada.
Sin embargo, no es lo mismo no ser separatista que ser separador. Los no separatistas combaten el separatismo desde la racionalidad política, intentando acercar posturas, procurando llegar a acuerdos o buscando puntos de encuentro. Los separadores abren las heridas de la discordia, reafirman a los separatistas en sus convicciones y con su actitud aumentan el número de adeptos a la independencia. Consiguen todo lo contrario de lo que en principio dicen perseguir, porque separan más.
No sé qué va a suceder ahora con la llamada mesa de negociación, porque el desencuentro entre las dos partes que van a dialogar ha llegado a tales extremos que parece muy difícil conseguir acuerdos. Pero lo que sí tengo claro es que es una vía que hay que explorar, quizá la única que en estos momentos pueda aportar algo positivo al proceso catalán. Hay algunos que opinan que mejor dejarlo estar, porque la reivindicación separatista morirá por inanición. Craso error desde mi punto de vista, porque lo que pudiera suceder es que se produjera un cierto aletargamiento por cansancio, pero las reivindicaciones reaparecerían tarde o temprano, como ha sucedido a lo largo del tiempo, cuando la herida se ha cerrado en falso tantas veces.
A los separadores no les gustan las negociaciones, porque al fin y al cabo suponen un reconocimiento de que el conflicto existe. Posiblemente preferirían una actitud pasiva por parte del Estado, porque en su fuero interno consideran que a los catalanes -no a los separatistas- hay que negarles el pan y la sal. Deben de sentirse más felices viviendo en medio de la discordia entre españoles.
Definitivamente, me dan más miedo los separadores que
los separatistas. Con los primeros no hay nada que hacer, porque lo llevan
grabado en su genoma; a los segundos se les puede convencer por la vía de la
racionalidad. Por eso espero con expectación el resultado de la mesa de negociación, aunque tardemos tiempo en comprobarlo. Los inicios no pintan mal.
Luis, estoy totalmente de acuerdo en que hay que negociar.
ResponderEliminarTe diría que más todavía. Como en la canción "A cántaros" : "que hay que negociar, que hay que negociar, que hay que negociar".
(Confío en que te acuerdes todavía de Pablo Guerrero).
Sin embargo no lo estoy en tu apreciación final sobre que unos "lo llevan grabado en su genoma; a los segundos se les puede convencer por la vía de la racionalidad".
Me temo que la dificultad de hacerles cambiar de posición es igual de difícil en ambos casos. Solo se me ocurren las tres grandes fuerzas que en relación con la edad funcionan casi siempre: sexo, poder o dinero.
(Si quieres cambia sexo por amor).
Angel
No se trata tanto de convencer a los separatistas "irredentos", como de de quitarles el argumento de que el Estado se niega al diálogo. Una parte muy grande de la sociedad catalana está viendo con buenos ojos este intento, porque está convencida de que se puede llegar a algún acuerdo que, manteniendo a Cataluña dentro de España, reconozca su identidad.
EliminarEstaremos al tanto
ResponderEliminarLos palos en las ruedas van a ser muchos. Habrá que esperar para ver el resultado.
EliminarA lo largo de la Historia vemos que hay tendencias centrípetas que unen regiones para formar estados mas grandes, que al serlo, suelen ser mas ricos y mas capaces de hacerse respetar. Pero hay también fuerzas centrífugas que tratan de separar unas regiones del estado que se formó. Eran las de los “nobles”, mejor dicho los oligarcas, que perdían poder al estar sujetos a un poder central. Es decir que lo de ahora no es nuevo. Por eso las constituciones de los diferentes países son muy claras y muy duras respecto a cualquier intento separatista. Cuando se produce un intento, aplican la Ley.
ResponderEliminarEstá bien hablar con los independentistas, pero no cuando se dan gestos - en política los gestos son muy importantes - que aumentan las expectativas de los que se quieren separar.
No voy a negar que detrás del separatismo haya intereses olígarcas. Lo que sucede es que existe y no se puede negar que una parte de la población catalana mantiene posiciones separatistas. Esa es una realidad que hay que combatir con inteligencia. En mi opinión, ya lo he dicho, el diálogo puede ayudar mucho a desmontar los equívocos.
EliminarEstoy fuera de mi lugar habitual de "trabajo". Pero cuando vuelva contestaré vuestros amables comentarios.
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