1 de febrero de 2022

La Historia, con mayúscula

Siempre me ha gustado el conocimiento de la Historia, aunque mucho más desde el punto de vista de los grandes esquemas evolutivos que desde el de los datos concretos. No digo que no me interese conocer las vidas de los personajes, los detalles de los acontecimientos y las fechas en las que vivieron aquellos y sucedieron éstos, sino que para mí lo importante es entender el desarrollo de la sociedad a lo largo del tiempo. Sucede sin embargo que no es fácil encontrar libros que traten la Historia como a mí me gusta leerla, porque casi toda la historiografía se basa en los detalles, aunque su contenido intente abarcar grandes periodos.

Hace cuatro o cinco años, un buen amigo me recomendó la lectura de un libro que se titula SPQR (Senatus Populus que Romanus), el Senado y el Pueblo de los Romanos, escrito por Mary Beard, una escritora británica, catedrática de Clásicas en la universidad de Cambridge, miembro de la Academia Británica y de la Academia Americana de Artes y Ciencias y premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016. Lo compré inmediatamente, pero, como suele ocurrirme a veces, lo coloqué con mucho cuidado en una estantería, a la espera de que me llegara el momento de leerlo, momento que depende siempre de las circunstancias, pero sobre todo de lo que esté leyendo en el momento. Y ahora le ha llegado el turno.

Sin saberlo, SPQR responde a lo que explicaba arriba, al esquema de los grandes flujos históricos, en este caso a lo largo de un periodo de casi mil años de la civilización romana, desde antes del siglo VII a.C. hasta principios del III d.C. La construcción del relato es fluida, con una descripción esquemática de los distintos subperiodos de la llamada civilización romana, sin entrar en el detalle de los personajes, salvo en contadas excepciones que ayudan a no perder el hilo de la evolución histórica. Por tanto, personajes sí, pero como ilustraciones de la Historia. La autora nos advierte en varias ocasiones que los relatos sobre las vidas de los prohombres suelen ser interesados, a favor o en contra, o inventados de acuerdo con la imaginación del historiador. La subjetividad es una constante en los textos históricos, lo que obliga a tomar precauciones, no sea que uno se empape de información que nada tiene que ver con lo que realmente sucedió en su momento. Este libro está escrito para que el lector aporte su propio valor añadido y no acepte en principio como cierto lo que nos quieran contar.

Por sus frutos los conoceréis, dice el Evangelio, una máxima muy aplicable al estudio de la Historia, porque si se entiende bien qué sucedió en cada época, como vivía el pueblo, cuáles eran sus venturas y desventuras, sus sabores y sinsabores, se deducirá con facilidad el talante de los dirigentes del momento. Por poner un ejemplo, cuando el libro habla del periodo de doscientos años posteriores a Augusto, con un total de catorce emperadores, lo hace casi como si se tratara de un solo hombre, porque lo que realmente describe son las relaciones entre los autócratas y el pueblo, entre los altos dignatarios y la sociedad. Claro que se dan nombres y sucesos, incluso algunos detalles de cada uno de los césares, pero sólo para ilustrar el conjunto. Hay un hilo argumental, la evolución de la sociedad, y unos detalles accidentales o, si se prefiere, accesorios.

Como decía arriba, se trata de un libro que derrocha escepticismo, porque, aunque contiene muchas citas, la autora pone en duda bastantes de las afirmaciones que se mencionan, lo cual, en contra de lo que pudiera parecer en principio, obliga al lector a cuestionar constantemente el relato y por tanto le ayuda a reflexionar sobre la realidad que pudiera ocultarse detrás de cada dato. Pero el conjunto es instructivo, además de ameno. Con la lectura de este libro, uno entiende muy bien cómo fue la civilización romana sin necesidad de memorizar nombres y efemérides, aunque el libro rebose erudición. Pero, sobre todo, despierta las ganas de profundizar todavía más en el estudio de la Historia de la civilización romana, de la que tantos vestigios nos quedan, no sólo en las ruinas, sino sobre todo en nuestra forma de pensar.

Gracias, Fito, por tu recomendación. Te aseguro que no cayó en saco roto.

 

2 comentarios:

  1. Será difícil encontrar pruebas, pero creo que somos muchos los que vemos bastante evidente el "tamayazo" y me pregunto si la oposición - el PP en concreto - cree que con este tipo de actuaciones va a ganar el favor de los votantes.
    ¿No sería preferible abstenerse y explicar a su electorado que, aunque preferían la ley tal como estaba, en atención al buen funcionamiento del país, no rechazarían los cambios? Con todos los problemas que España tiene delante ¿es patriótico perder el tiempo en vez de pensar en cómo afrontar la inmensa deuda pública, la escasa participación de España en las decisiones de la OTAN y de UE, o en la peligrosa relación con Marruecos, por ejemplo?
    ¡Ah! no comparto el tono crítico a Ciudadanos por sus "veletísticos" cambios de criterio en los apoyos a la derecha y a la izquierda. Esa es precisamente su misión, reforzar a unos y a otros en función de lo que crean que conviene al país. Tienen poco futuro, pero hay que criticarlos por cada apoyo específico; no porque cambien de criterio según las circunstancias.

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  2. Alfredo, creo que a este comentario ya te he contesatado en el artículo correspondiente, en el que hablo de los transfugas "tamayistas. En cualquier caso, gracias como siempre por dar tu opinión.

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