Han pasado muchos años desde entonces y la Unión Soviética ya no existe. Sin embargo, la bipolarización continúa. Es cierto que ha habido muchos intentos de acercamiento entre las dos partes, entre Rusia y el llamado mundo occidental, que nunca han llegado a buen puerto, porque la desconfianza mutua es ancestral. No es de ahora, viene de la Historia, que como se sabe es tozuda. Rusia mira a Europa con recelos mal disimulados y, por su parte, a la Unión Europea le preocupa la presencia de una gran potencia en sus fronteras que nunca ha disimulado sus tendencias expansionistas.
La vieja frase de cañones o mantequilla siempre me ha parecido una falacia, porque no hay mantequilla si no evitas que te la quiten por la fuerza. La neutralidad, por otra parte, no es otra cosa que intentar mirar para otro lado y procurar que no te vean, algo imposible en un mundo globalizado donde las dependencias son inevitables. Cuando los polos existen, si estás en uno no puedes estar al mismo tiempo en el otro. Y España está imbricada en el llamado mundo occidental, dentro de la Unión Europea y con férreos lazos económicos con Estados Unidos. Ésta es una realidad que, si no se tiene en cuenta, cualquier otra consideración se tambalea.
Algunos dicen que la OTAN es un instrumento al servicio de Estados Unidos, lo cual desde mi punto de vista no es del todo cierto, porque, aunque es evidente que a USA le interesa mantener sólidos vínculos con los restantes miembros de la organización para asegurar mejor su defensa frente a las amenazas rusas, eso es algo que les sucede también a los demás países miembros. Se trata por tanto de una necesidad mutua, donde todos somos instrumentos de los demás. Hay países en Europa en los que no se han olvidado de que, si no fuera por la intervención de los americanos en la Segunda Guerra Mundial, es muy posible que nuestro continente hubiera terminado bajo las botas de los “nacis” de Hitler o de los comunistas de Stalin.
La OTAN ha pasado por muchas situaciones. El presidente Trump, llevado por su ultranacionalismo, estuvo a punto de cargarse la organización. Sus delirios megalómanos le aconsejaban una política exterior independiente de sus aliados europeos, a los que menospreciaba sin disimulos. Pero Trump ya no está, y confío en que no vuelva, y la actual administración americana le ha dado un vuelco a la situación, consciente de que, en el plano defensivo, necesitan tanto a Europa como Europa a ellos.
Yo también soy pacifista, pero no idiota. La mejor paz es la que, gracias a los cañones disuasorios, te permite seguir comiendo mantequilla. Todo lo demás son ingenuidades, cuando no malas intenciones. La paz sólo se consigue si tu capacidad defensiva impide a tus enemigos atacarte. Porque enemigos, que nadie lo olvide, haberlos haylos. El mundo es como es y no como nos gustaría que fuera.
Estoy de acuerdo con el contenido del artículo. Creo que el dilema Cañones o Mantequilla está bien traído. Ese dilema lo plantea Samuelson en su “Curso de Economía Moderna” para introducir el Coste de Oportunidad. Su aplicación en el artículo es muy clara: si produzco solo mantequilla, no tengo cañones y me la pueden robar; si produzco sólo cañones, no tendré mantequilla. Así que habrá que encontrar un punto de equilibrio produciendo algunos cañones y alguna mantequilla. Ese punto será aquel en que producir un kilo mas de mantequilla conlleve la no-producción de un cañón necesario para la defensa.
ResponderEliminarGracias Alfredo. No recordaba que la reflexión fuera de Samuelson, cuyo "Curso de economía moderna" también leí durante los años universitarios. Se ha extendido tanto, que me ha venido a la memoria sin pasar por los filtros de la autoría.
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