7 de julio de 2022

Sanidad pública, sanidad privada

Siempre he defendido a la sanidad pública porque la considero un bien social irrenunciable. Creo que se trata de uno de los mayores logros de las sociedades modernas, de manera que, por muchos esfuerzos que se hagan para mejorarla, siempre me parecerán insuficientes. Por eso, cuando observo involuciones o pasos atrás en el desarrollo de nuestro sistema público de salud, me hago cruces, por no decir que se me llevan los demonios de la indignación. Los gobiernos conservadores tienden a disminuir las dotaciones presupuestarias para la sanidad pública, quizá porque en su pensamiento político figure la privada como su modelo asistencial ideal. Suele haber una clara correlación entre el color de los gobiernos autonómicos de turno y la preocupación de los mismos por la sanidad pública. Cuanto más azules, menos interés.

Desde hace muchos años, en realidad desde que empecé a trabajar y como consecuencia a ganar un sueldo, he dedicado una parte de mis ingresos a pagar un seguro médico, que con los años cada vez supone mayor cuantía, porque las aseguradoras calculan las primas en función del riesgo y éste aumenta con la edad. Se trata de una de las llamadas sociedades médicas, en las que la póliza está en función de las contingencias cubiertas. Con los coches, no cuesta lo mismo un seguro a todo riesgo que otro contra terceros. Con los seguros médicos sucede, como es lógico, otro tanto.

Yo soy usuario de la sanidad pública y también de la privada. En cada momento elijo dónde ir a que me curen o a que, al menos, lo intenten. No voy a entrar en detalles de cómo tengo repartidas las preferencias, primero, porque no viene al caso, y, segundo, porque depende de las circunstancias. Lo que sí me interesa es exponer que no creo que se deban contraponer los dos tipos de sanidad. Tanto la una como la otra están ahí, y cada cual, si dispone de ambas, elige la que le interesa en cada momento, en función de sus condiciones personales.

Cuento esto, porque he observado que algunos han convertido su elección por una o por otra en casi un precepto religioso de obligado cumplimiento. Estoy harto de conversaciones bizantinas en defensa o en ataque a alguna de las dos, como si al haber optado por una de ellas la otra resultara contaminante. En mi opinión se trata de un burdo maniqueo, que consiste en defender a capa y espada el sistema que se utiliza, al mismo tiempo que como consecuencia se denigra al otro.

En estos tiempos en los que la práctica médica se atiene escrupulosamente a los protocolos establecidos, y teniendo en cuenta además que los profesionales de la medicina, médicos y enfermeros, suelen ser los mismos, o al menos con conocimientos similares, poco sentido tiene hablar de diferencias de calidad entre la sanidad pública y la privada. Otra cosa es la accesibilidad, porque si algo diferencia a una de otra son las listas de espera, cada vez más largas en la primera, hasta el punto de que no es raro tener que esperar seis meses para que a uno le hagan una colonoscopia. En la privada, basta un volante del especialista para que en unos días el asunto quede resuelto. Y éste no es más que un ejemplo.

También está la comodidad, porque mientras que los hospitales públicos suelen estar abarrotados, con salas de espera repletas hasta la bandera, en los privados es algo que se cuida con esmero, ya que sus gestores son conscientes de que a los pacientes les cuesta un ojo de la cara las primas de sus seguros. Al fin y al cabo, se trata de un negocio en el que hay que atender la calidad si no se quiere ahuyentar a los clientes, en este caso pacientes.

Lo repetiré cuantas veces sean necesarias. Soy defensor de la potenciación de la sanidad pública, hasta el punto de que no voto a partidos que no la defiendan sin vacilación. Ojalá llegue un día en el que los factores accesibilidad y comodidad no supongan una diferencia con la privada, lo que difícilmente se conseguirá bajando los impuestos como piden los partidos de derechas. 

6 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. En mi caso, al ser funcionario, tengo derecho a elegir cada año a qué seguro sanitario prefiero suacribirme, incluída la seguridad social. De momento y desde que empecé a trabajar hace muchos años también, he elegido una compañía privada y siempre me ha ido bien, aunque he conocido compañeros que han optado por la pública y también se encontraron satisfechos. Ojalá la inversión pública sanitaria se encuentre siempre entre los objetivos prioritarios de partidos y gobiernos.

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    1. Gracias por tu comentario. Veo que a ti la posibilidad de elegir en cada momento te resulta útil. Mi caso es distinto, porque yo dispongo de las dos al mismo tiempo, de la pública y de la privada, y de las dos estoy satisfecho.
      Luis Guijarro

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  2. Luis, en la privada (vía Muface) también se encuentran ahora salas de espera repletas y eliminación de servicios de atención médica y no te digo en las zonas rurales. Que el negocio es el negocio.
    Angel

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    1. Ángel, como bien sabes, mi experiencia no es en el mundo rural sino en Madrid. Lamentablemente, en las zonas rurales hay muchas carencias y entre ellas una buena asistencia sanitaria, pública y privada. Los seguros médicos son como los demás. Por muy asegurado que esté tu coche, si el perito tarda una semana en verlo, el taller te hará esperar. Si además hay pocos talleres, ni te digo.
      Luis Guijarro

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    2. Luis, te hablo de Zaragoza y Madrid. En las zonas rurales ya no hay ni salas de espera.
      Angel

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  3. Si yo tuviera esa experiencia, hace tiempo que hubiera dejado de pagar un seguro médico, que me permite acudir a docenas de hospitales y a centenares de médicos de todas las especialidades, y utilizaría la Seguridad Social exclusivamente. Acabo de acudir a la cosulta de un otorrino en Chiclana de la Frontera (que no es Zaragoza ni Madrid), quien me recibió, después de pasar por una sala de espera cómoda y sin aglomreraciones, a la hora acordada. Yo no tengo tu experiencia.
    Luis Guijarro

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