Los comentarios que por uno u otro conducto me han llegado con respeto a mis reflexiones anteriores en este blog sobre el “problema catalán”, me sugieren volver una vez más al mismo tema para ampliar algunas de las ideas expuestas allí, que quizá, dada la brevedad obligada, pudieran estar faltas de clarificación.
Vaya por delante que quien esto escribe no desea que Cataluña se separe del resto de España. Y si no lo desea, no es por un prurito de sentimentalismo patriótico, sino debido al convencimiento de que la escisión supondría un paso atrás en el desarrollo de nuestra sociedad, la española en general y la catalana en particular, una disminución de “masa crítica” que a unos y a otros nos haría perder influencia en el concierto internacional donde estamos obligados a desenvolvernos, además de una pérdida de confianza del mundo hacia nosotros.
Lo que está sucediendo desde mi punto de vista es que dos visiones antagónicas del problema se están enfrentando sin miramientos ni contemplaciones, los unos fomentando la secesión desde Cataluña en beneficio de intereses partidistas y los otros dando lugar a que los primeros vayan ganando terreno poco a poco, incapaces de darle al conflicto un tratamiento adecuado, con la mirada sólo fija en las próximas elecciones generales. Los primeros se apoyan en una hipotética indignación o hartazgo por el trato recibido y a los segundos les ciega la pasión centralista, incapaces de reconocer la realidad de la España plural. Ya lo he dicho en algún lugar: separatistas unos y separadores los otros, dos tendencias que se autoalimentan y nos están llevando al borde de la catástrofe.
Uno de los amables lectores que han dejado su comentario en este blog reflexionaba que a su juicio la situación no tiene remedio, a menos que cambien los políticos que ahora defienden cada una de las dos posiciones. Ojalá fuera tan fácil, pero mucho me temo que lo que tiene que cambiar profundamente es la mentalidad de los españoles que viven a uno y otro lado del conflicto, para lo cual se necesita más pedagogía y menos amenazas, más inteligencia y menos vísceras. Las amenazas asustan a muy pocos, porque a nadie con sentido común se le ocurre pensar que si se produjera la escisión acabaríamos como el Rosario de la Aurora, enemigos irreconciliables los unos de los otros, porque eso significaría ignorar el entramado social y económico que nos entrelaza de forma, me atrevería a decir, irreversible Y la visceralidad sobra, cuando lo que ahora precisamente se necesita es inteligencia y racionalidad.
He intentado no poner nombres de políticos en estas reflexiones, no porque me asuste referirme a ellos, sino porque creo que no son más que parte del problema. Porque el conflicto proviene fundamentalmente de la falta de conocimiento de las realidades española y catalana por parte de muchos, ignorancia que, es verdad, alimentan las arengas separatistas de Artur Mas, con sus consignas victimistas, y la inoperancia centralista de Mariano Rajoy, con su política de aquí no pasa nada. El primero ha convertido un puesto institucional en plataforma de sus interese de partido y el segundo no es capaz de resolver un problema de Estado de esta magnitud. Porque el separatismo en Cataluña siempre ha existido, no lo olvidemos, pero hace mucho tiempo que no alcanzaba cotas tan relevantes.
Sí es cierto que en Cataluña hay un cincuenta por ciento que no está de acuerdo con el curso que siguen últimamente los acontecimientos, pero cuando se les oye hablar manifiestan desilusión, como si se vieran condenados a la separación por falta de entendimiento de los españoles no catalanes. De la misma forma que no es falso que en el resto de España se oyen voces a favor de un entendimiento razonable entre las dos tendencias, pero expresadas con tan poca intensidad, y sobre todo con tan escasa concreción, que se antojan prédicas en el desierto.
Decía en el artículo anterior que prejuzgar los acuerdos que se pudieran alcanzar en una posible negociación para modificar la Constitución es opinar antes de tiempo. Insisto en que defender que los españoles somos todos iguales ante la ley es fácil de pronunciar por pura obviedad. Pero, ¿alguien se ha puesto a pensar en que si Cataluña se separara de España los catalanes dejarían de ser iguales a los españoles ante la ley y ante cualquier otra cosa? Simplemente ya no serían españoles. ¿Es eso lo que queremos? Yo, desde luego, no.
Querido Luis, tu no quieres que Cataluña se separe de España, como muchos otros, pero hay otros que si quieren. Para ellos no es obvio que una "España unida", bajo la monarquía, la bandera y la constitución de 1978, redunde en una mayor felicidad personal.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, el viejo problema del separatismo catalán, no se habría convertido en uno de los mayores problemas que afronta la monarquía, si no fuera por la falta de confianza en que el estado autonómico sea capaz de superar la crisis económica, sin realizar profundas reformas políticas y administrativas. Fundamentalmente, hay que reducir a la mitad, o menos, el volumen de la deuda publica, para liberar a los presupuestos del enorme coste de intereses que lastran toda política que pudiera emprenderse de recuperación, En mi opinión, los partidos de izquierda, incluido el PSOE, solo contemplan la vía de incrementar la recaudación fiscal, pensando que puede lograrse y resolvería el problema de la deuda, yo no lo creo, "Mas estado", llaman algunos a esta solución, lo veo incompatible con una recuperación económica basada en un sistema capitalista de libre mercado, y tenemos la experiencia de que no han tomado una sola medida desde el poder para reducir duplicidades políticas ni administrativas del estado autonómico, lo que para ellos no parece un problema. La derecha, o mejor diríamos el PP, si que tiene un plan para afrontar este problema, no nos dice cual, porque estamos en periodo preelectoral, pero lo ha practicado durante tres años y lo retomará, tan pronto como gane las elecciones. Consiste en que las clases medias y los trabajadores carguen con todo el peso de la austeridad necesaria. Hasta ahora, esta solución no ha dado resultados, pero no cejan, convencidos de que el pueblo se acostumbrará a la miseria salarial y el empleo precario y que por ese camino y una pequeña ayuda del banco central europeo, se alcanzará un equilibrio presupuestario, suficiente para la viabilidad del sistema, sin necesidad de cambios estructurales profundos. En España cosas peores se han visto, por lo que todo es posible, pero creo que con este panorama, las tensiones separatistas seguirán creciendo y hay cada vez menos tiempo para emprender soluciones esperanzadoras.
Sigo confiando en la sensatez de los españoles para que, sean las que sean las circunstancias que se produzcan, se mantenga la paz y todo se arregle por la vía de la negociación,
Querido Anónimo, en primer lugar agradezco tu extenso comentario.
EliminarLo menos importante es que yo prefiera que Cataluña permanezca en España. Si lo menciono es sólo con la intención de que se entiendan mejor mis reflexiones. Es bueno saber qué opina quien se manifiesta.
Por supuesto que hay muchos catalanes que quieren separarse de España, como también hay muchos que no. Lo que propugno es que se negocie una reforma de la Constitución que pueda satisfacer a todos, catalanes y no catalanes, porque al resto de los españoles también nos va mucho en este asunto. Lo decía el otro día: el estrecho entramado de relaciones de todo tipo -económicas, sociales y familiares- nos involucra a todos. Pensar que esto es exclusivamente cosa de una parte de la población catalana es desvirtuar la esencia del problema, una manipulación a la que nos quieren someter algunos.
Respecto a las consideraciones económicas que expresas en tu comentario, aunque estoy de acuerdo con la mayoría de ellas, y ganas me entran de apostillar algunas, preferiría no mezclarlas ahora con lo que aquí me ocupa. Tiempo habrá para que hablemos en este blog de las mismas, porque se avecina un interesante periodo preelectoral y hay que ir afinando la pluma.
No conocía este blog, pero algunas entradas que he leído me han gustado. Enhorabuena. Respecto a Cataluña, tampoco a mí me gustaría que se separara. Pero como los fanáticos separatistas sigan insistiendo con sus mentiras y los irresponsables separadores no cambien su actitud de absoluto desconocimiento de la realidad catalana, me temo que la independencia será inevitable. Un drama que nos lo hemos buscado entre todos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario inicial. Espero que una vez descubierto el blog sigas entrando en él. Nada para mí más estimulante que saber que se leen mis opiniones y sobre todo que se opina sobre ellas. De acuerdo completamente contigo en lo de la irresponsabilidad de unos y el desconocimiento de la realidad catalana de otros. Confío no obstante en que la sensatez termine triunfando y que un cambio ordenado de la Constitución acabe de una vez por todas con esta situación de inestabilidad, que sólo favorece a los pescadores en río revuelto.
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