23 de febrero de 2017

Por qué y para quién escribo en este blog

Me han preguntado en alguna ocasión por las razones que me llevaron en su día y me siguen llevando hoy a escribir en este blog. Mi contestación ha sido por lo general vaga e imprecisa, lo reconozco, porque si hubiera sido sincero del todo debería haber contestado que lo hago para satisfacer mi deseo de poner por escrito lo que pienso, una inquietud que durante algún tiempo sofoqué con la redacción de las novelas y los libros de viaje que hasta ahora he publicado. Interrumpida aquella etapa –me gustaría pensar que se trata tan sólo de un paréntesis- necesito dar salida a las ideas que circulan por mi mente, escribirlas para que no se queden en etéreas elucubraciones mentales.

La segunda pregunta –que no recuerdo que me hayan hecho nunca- sería para quién escribo. Teniendo en cuenta que la mayoría de los que se acercan al Huerto abandonado forman parte de mi entorno personal –amigos, familiares o conocidos- debería contestar, si me la hicieran, que para ellos. Pero no sería del todo cierto, porque cuando me abstraigo en una idea que trato de plasmar por escrito, me olvido por completo de que puede ser que haya quien la lea después, me sumerjo en los pensamientos que van surgiendo y sólo presto atención a no perder la coherencia entre lo que me dicta la mente y lo que escribo, entre lo pensado y lo escrito.

Pero hay una tercera pregunta -que posiblemente sólo yo me haga- que consiste en lo siguiente: ¿lo que escribo son ensayos o alegatos a favor o en contra de alguien o de algo? Mi contestación, subjetiva por supuesto, es que se trata de lo primero. Intentaré explicarme, si es que soy capaz, porque no es fácil para mí discernir entre lo uno y lo otro. Si por alegato entendemos la intención de convencer, aleccionar o influir en el pensamiento de los demás, no escribo con esa pretensión, porque modificar los criterios de otros está muy lejos de mi propósito. Si definimos como ensayo la expresión de las ideas propias con el ánimo de cuestionarlas, someterlas a la duda sistemática y a la criba del escepticismo –enredos a los que soy muy dado-, estaría ejerciendo de ensayista o, al menos, intentándolo.

Me reprochaba el otro día un amigo -cariñosamente, eso sí- que en uno de mis últimos artículos, a propósito del secesionismo catalán, no me posicionara. Le habían gustado las ideas que expresaba –me dijo- pero echaba de menos que al final no diera mi opinión. Le contesté que precisamente ese era mi propósito, el de exponer un problema, analizar sus causas, mencionar las posiciones en litigio y dejar la cosa ahí, aunque tenga mis criterios al respecto, opiniones que por cierto creo que se descubren o se intuyen si se lee entre líneas, que es como a veces hay que leer. Las opiniones propias, al existir, se escapan sin control y terminan campando por sus respetos.

Como decía arriba, escribo para dar rienda suelta a mis ideas, pero no para convencer a nadie. Mis dudas ante todo lo que sea opinable, y también mi escepticismo frente a las soluciones que se propongan para solucionar los problemas, me inclinan a permanecer al margen de ciertas controversias, no porque no tenga ideas, sino porque sé muy bien que tan sólo son las mías. O dicho sea de otra forma, me distancio de la disputa para verla con mejor perspectiva, lo que no evita que en algunas ocasiones me meta en el fregado.

Porque una cosa es proponerse permanecer al margen de las contiendas sociales y otra muy distinta no caer en la tentación de entrar al trapo de tanto despropósito y de tanta falta de rigor como le rodean a uno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.