Pero de entre todas las palabras que con el tiempo se han prostituido me quedo hoy con moderado, que algunos ahora, ante tanta alteración del léxico político, interpretan como educado, lo cual desde mi punto de vista es un error. Se puede ser moderado y al mismo tiempo maleducado, o disponer de una educación exquisita y moverse en el escabroso terreno de la inmoderación. En nuestra política, y no voy a dar nombres por innecesario, hay de todas las combinaciones posibles: maleducados moderados, bien educados inmoderados, maleducados inmoderados y bien educados moderados. Un buen ejercicio para la mente consiste en poner ejemplos conocidos entre nuestros políticos en cada una de las cuatro casillas. Yo ya lo he hecho mentalmente y no me ha quedado ninguna vacía. Animo a los demás a que también lo hagan y pasen un rato entretenido.
Moderación significa contención y freno en la conducta. Es una virtud que consiste en que, sin renunciar a la defensa de aquello en lo que se cree, se acepta que las vías para lograrlo nunca deben romper la convivencia. Por esa razón, los moderados por lo general no tienen prisa, no es la vehemencia quien los mueve. Para ellos, el apremio, la improvisación y la línea recta no son recomendables en política, porque provocan reacciones en contra, más violentas cuanto mayor sea el atajo elegido. La flexibilidad de cintura, la capacidad de negociación y la aceptación de las tesis del rival como punto de partida en las discusiones suelen aportar mayor rédito que las posiciones inmoderadas. Un moderado nunca impone líneas rojas, que al fin y al cabo no son más que dogmas.
Además, mientras que la mala o la buena educación son producto de factores exógenos a la genética, el grado de moderación suele ser congénito. La educación llega al individuo desde la familia, desde la escuela o desde el ambiente social que frecuenta, mientras que la propensión a la moderación o a la inmoderación suele estar impresa en los genes. Sin embargo, tanto la educación como el talante son moldeables. Por eso vemos con frecuencia a voceras impresentables que se han educado en buenos colegios, y por eso también observamos en ocasiones en algunos inmoderados sorprendentes giros hacia la moderación. Claro está que, para que estos cambios sucedan, es necesario que el individuo colabore. No hay más ciego que el que no quiere ver ni más maleducado que el que se regodea en el insulto ni menos inteligente que el que no sabe que desde la moderación se avanza más deprisa.
Como no quiero ser maleducado, ni
mucho menos exceder la moderación que me he impuesto en la escritura, hoy lo
dejo aquí. No vaya a ser que a base de insistir caiga en la tentación de
empezar a dar nombres, porque venirme a la memoria me vienen a raudales. Por cierto, no lo he dicho antes, de las cuatro casillas que rellené, la menos abultada era la de los moderados bien educados. Adivínese cual era la que más nombres contenía.
Últimamente la moderación es un bien escaso, no sólo en el ámbito de la política, también en el de la información.
ResponderEliminarÚltimamente la moderación es un bien escaso, no sólo en el ámbito de la política, también en el de la información.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Sin embargo, a mi juicio, la mala educación está muy extendida. Y cuando se junta con la falta de moderación el resultado es explosivo.
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