Después de haber elegido el título de este artículo -a veces empiezo a construir por el tejado- he consultado en los diccionarios el significado de la palabra carrusel, uno de cuyos sinónimos es tiovivo. No estoy seguro por tanto de que mi elección haya sido acertada, porque, como se verá a continuación, el símil que yo buscaba no debería hacer referencia a un artefacto circular y repetitivo, sino a otro tan largo como un día sin pan y tan variado como los colores de la naturaleza. Quizá hubiera sido mejor haberlo titulado “la cinta transportadora” o “el rayo que no cesa”. No obstante, por no volver atrás, lo dejo así.
Me voy a referir al llamado argumentario político del PP, esa ristra inacabada de “sucesos políticos” que utiliza la oposición para censurar al gobierno. Nacen en sus “think tanks”, en sus centros de pensamiento, y se distribuyen a través de las redes internas y externas para que sirvan durante unos días como referencia para atacar al gobierno. Se basan en alguna realidad del momento, en recientes noticias políticas del carácter que sea, nacionales o internacionales. A partir de ahí, con una ligera manipulación se convierten en argumentario, en dardo arrojadizo, en un eslabón más de la inacabable cadena sin fin.
Yo apunto sus ocurrencias todos los días, un control que me sirve de entretenimiento. Las analizo, las desmenuzo, me informo sobre su consistencia, mido las veces que se repiten, hasta que entra un nuevo asunto o una nueva vagoneta de la cinta transportadora. Ahora bien, son tantas y tan variadas, que no podría enumerarlas aquí. Sin embargo, pondré un ejemplo que sirva para ilustrar la idea que me guía, el de la dictadura de Cuba. A raíz de las manifestaciones de protesta de algunos sectores de la sociedad cubana y de la subsiguiente represión de las mismas por parte del gobierno de aquel país, el argumentario señala que hay que exigirle al gobierno que diga con claridad si aquello es o no es una dictadura, venga a cuento o no lo venga.
Naturalmente el gobierno español no cae en la trampa y elude con cautela entrar en el jardín que le propone la oposición. No lo hace por varias razones, la primera y quizá la más importante porque se trata de un asunto internacional, con la consiguiente repercusión que cualquier desliz pudiera tener en las relaciones entre dos países soberanos a los que unen, no sólo vínculos históricos, sino también relaciones económicas que pueden verse afectadas por culpa de las ligerezas verbales. Eso es algo que se enseña en primero de la escuela diplomática y que no resulta difícil de entender por los profanos en la materia.
Pero a la oposición parece no importarle el perjuicio que unas declaraciones oficiales puedan causar a nuestra economía, porque sus pensadores han encontrado una pieza más para su argumentario y los ejecutores de las consignas no están dispuestos a renunciar a una ocasión de acoso tan clara como ésta. No importa que ellos en otros tiempos mantuvieran unas magníficas relaciones con Fidel Castro, que respetaran cuando les tocaba hacerlo la prudencia diplomática exigida. Ahora no son ellos los que gobiernan y por tanto qué más les da. Si las cadenas hoteleras españolas en Cuba pasan apuros, que se aguanten. Lo que de verdad les importa es derribar al gobierno.
Cuando esta vagoneta de la cinta transportadora está a punto de pasar, llega una nueva. Ahora le ha tocado el turno a la acusación al gobierno de desacato a los jueces, por aquello de que algún ministro ha manifestado que no comparte la decisión del Tribunal Constitucional sobre la ilegalidad de la declaración del estado de alarma. Una mentira canallesca, porque no es lo mismo desacatar que discrepar. Lo primero es un delito, lo segundo un derecho constitucional, el de la libertad de expresión.
De la decisión del TC ya hablaré otro día, porque, no son sólo algunos ministros, sino también muchos magistrados en activo o retirados los que no comparten tan curiosa decisión. Yo tenía un amigo que en estos casos solía decir: da que pensar.
La única explicación - que no justificación - de algunas poco afortunadas críticas del PP a la gestión del Gobierno es que se trata de mensajes destinados a personas con poco criterio, que desgraciadamente son muchas. Y al fin y al cabo, sus votos valen tanto como los de las personas con capacidad de crítica. Es una actitud cínica, pero en política (con minúscula) ya se sabe.
ResponderEliminarAlfredo, puede que sea esa la explicación. Pero si Pablo Casado cree que se está dirigiendo a personas con poco criterio, es posible que se equivoque. Conozco a muchos votantes conservadores a los que no creo que les pueda gustar este tipo de oposición.
EliminarJoder Luis, si lo titulas “el rayo que no cesa” habría pensado que estaba escrito por Tamerlán, por lo menos, y no por un espíritu sosegado y apaciguador como el tuyo.
ResponderEliminarY “la cinta transportadora” era demasiado de ingeniero.
Mucho mejor "El carrusel de los despropósitos".
Angel
Ángel, al leer la expresiva, cercana y coloquial primera palabra de la introducción de tu comentario, me había asustado. Pero luego, cuando he leído que "El carrusel de los despropósitos" no te ha disgustado como título, me he tranquilizado.
ResponderEliminarEstupendo análisis el de Cuba, que comparto. Por otra parte ¡ya hay que tener ganas para ir apuntando, día tras día, todas las ocurrencias de la oposición! JAJAJA. Estaré atento a tus análisis políticos, Luis.
ResponderEliminarFernando, a mí me resulta muy entretenido comprobar cómo las ocurrencias no cesan. La última ha sido criticar el viaje de Sánchez a Estados Unidos, alegando que, además de no haber servido para nada, el presidente del gobierno no atiende sus obligaciones porque siempre está fuera de España. Oirles decir semejante pamplina me divierte. De momento, esta es la última vagoneta del tren de los despropósitos. Pero muy pronto nos llegará otra que hará que esta pase al olvido. Estoy expectante.
ResponderEliminarSeguimos atentos...
ResponderEliminar