11 de julio de 2021

La gallina de los huevos de oro

Si no fuera porque los índices de incidencia de la pandemia están creciendo en las capas más jóvenes de la población, yo me sentiría optimista. He observado a mi alrededor un palpable aceleramiento de la actividad económica que me ha hecho pensar que la reactivación está en marcha. Los hoteles ocupados, las playas concurridas y los restaurantes llenos. Cuando ya nos habíamos acostumbrado a no tener que hacer reservas con demasiada anticipación, volvemos a las viejas costumbres. Parece como si nuestra economía hubiera estado como las ollas a presión antes de que las válvulas de escape se abran. Es simplemente una impresión captada del entorno, pero que me ha llegado con tanta fuerza que todo me hace pensar que se trata de una realidad.

Pero la pandemia, si no se pone remedio, puede cargarse una vez más la gallina de los huevos de oro, que aquí y ahora se llama turismo. Es cierto que estos rebrotes no están trayendo, como en ocasiones anteriores, ni un aumento considerable de las hospitalizaciones ni la saturación de las UCI, pero no lo es menos que espantan al turismo. Que en el mapa europeo España esté tintada de rojo, cuando otros países lo están de amarillo o verde, no es una buena carta de presentación. Todos los días la prensa, los diarios hablados y los telediarios abren sus noticias con la famosa curva de incidencia creciendo, lo que asusta a los que ya habían empezado a hacer las maletas y pueden volver a deshacerlas en cualquier momento.

Tengo la sensación de que una vez más las autoridades no han previsto las consecuencias del levantamiento de las medidas de restricción. Confiar en que la población -así, dicho como si se tratara de un ente concreto- va a mantener las precauciones que observaba cuando las normas se lo exigían parece, como poco, una ingenuidad. El ser humano tiende al esparcimiento, a la libertad de movimiento y al contacto con sus congéneres. Es un animal sociable al que le resulta muy difícil practicar el aislamiento. Por tanto, dale la mano y se tomará el brazo. Dile que se puede quitar la mascarilla y se meterá en las discotecas cerradas, frecuentará los botellones o acudirá a los conciertos de masas.

Pero no se ha tratado de una ingenuidad, sino de un intento de reactivar la actividad económica cuanto antes, confiando en que se mantuviera un equilibrio entre riesgos y oportunidades. Lo que sucede es que no es tan fácil como algunos lo imaginan desde sus despachos. La prueba está en que algo tan lógico en principio como continuar con la tradición de los viajes de fin de curso se ha convertido en una fuente de contagios, algo que a toro pasado todo el mundo valora como insensato, pero que el mes de junio, cuando se puso en práctica, consideraba de lo más normal. Si la pandemia ha pasado, por qué no van a viajar mis hijos a Mallorca con sus compañeros de estudios como se ha hecho toda la vida.

La vacunación lleva buen ritmo, es cierto, pero, por razones obvias, no el suficiente para que nos podamos sentir seguros. Supongo que en otoño la inmensa mayoría de la población estará inmunizada, pero durante el verano, la época en la que nos las prometíamos felices, la vulnerabilidad colectiva seguirá siendo alta. Cuando creíamos que el empujón del turismo aliviaría la situación económica, vuelven los rebrotes, las curvas se empinan y los europeos nos miran con desconfianza. Lamentable, pero así es.

Sin embargo, aquí no hay culpable a quien señalar con el dedo, aunque los políticos como siempre  intentarán sacar tajada. El gobierno central ha intentado y sigue intentando mantener un equilibrio entre mejora de la economía y protección de la salud. Los autonómicos se han subido rápidamente al carro de la apertura, mirando la temporada turística con ilusión. Y la población en general ha confiado en que las señales que le llegaban fueran fiables y no ha dudado en volver a sus viejas costumbres. Entre todos la mataron y ella sola se murió.

En cualquier caso, prefiero ser optimista, porque a mi alrededor veo la alegría de volver a vivir con normalidad.


 

4 comentarios:

  1. Es el problema de la hostelería. Aguantan los fuertes, los que guardan una partida para las épocas de vacas flacas y los que no guardan. Una vez más viene a cuento la fábula de la cigarra y la hormiga. Y es lo que tiene la economía basada en el mercado. Hora es de ir encauzando la economía española hacia otros derroteros, como, por ejemplo, la educación, l sanidad, la investigación, la ciencia...

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    1. Lo que no podemos olvidar es que para España el turismo es fundamental. Es cierto que hay que cambiar el modelo productivo de nuestro país, algo que parece que entra en los planes del actual gobierno. La inyección de dinero al sector del automóvil es una muestra de lo que digo.

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  2. Creo que se hubiera podido - y en algún grado, aún se puede - mitigar el efecto del inevitable descontrol posterior a la recuperación de la actividad mediante una potente campaña de publicidad, pidiendo a todos el máximo cuidado dentro de la recuperación de la vida social. Una campaña de publicidad como la que se ha hecho a veces para reducir los accidentes de tráfico.

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  3. Campaña como tal no ha habido. Pero la cantinela de que el peligro sigue ahí se ha repetido y se sigue repitiendo constantemente.
    Es una pena, pero las últimas noticias que llegan no son nada buenas.

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