Cuanto más fino se quiere pintar, más delgado debe ser el pincel que se utilice. Con brochas gordas, con las que se usan para recubrir las paredes y las fachadas de los edificios, no se puede crear buena pintura. Con ellas sólo saldrán trazos gruesos y manchas difuminadas, pero no un retrato ni un paisaje dignos. Los detalles, los matices las precisiones cromáticas exigen utensilios adecuados.
Con las declaraciones de la oposición sucede lo mismo. Cuando un líder de los partidos opositores saca la brocha gorda para censurar la labor del gobierno, todo se queda en farfolla, en superficialidad y en canto de ranas. Suelen ser expresiones que flotan en el aire durante unos segundos, en ocasiones provocan la sonrisa aduladora de los palmeros de turno e incluso a veces se repiten en los cenáculos de los afínes, pero inevitablemente mueren en muy poco tiempo. Es decir, no sirven para nada, si acaso para zaherir o como válvula de escape del rencor y la impotencia.
En la última remodelación del gobierno, cuando todavía ni se conocía el alcance de los cambios ni a los analistas políticos les había dado tiempo a pensar sobre las intenciones subyacentes a la decisión del presidente del gobierno, los tres caballero -dos caballeros y una dama- que ostentan la dirección de las tres formaciones de derechas hoy en la oposición se apresuraron a sacar las brochas gordas, en vez de elegir los pinceles que más interesaran a la situación. Para qué perder el tiempo, debieron de pensar, si aquí de lo que se trata es de descalificar. No nos distraigamos ni un minuto, porque el gobierno se ha movido y eso nunca puede ser bueno para nosotros.
Algunos de los brochazos más curiosos que se han oído estos días han sido: “cambian los títeres, pero no el titiritero”, “Sánchez se ha hecho un voto de censura a sí mismo” o “el que tenía que irse es él”. Incluso uno tan curioso como el que salió de la boca del señor Casado el otro día: “ha nombrado a sus ministros a dedo”. Ni un solo juicio sobre el perfil de los nuevos responsables, ni un comentario sobre las causas y consecuencias de que se haya tomado esta decisión, ni una simple valoración de la gran maniobra política que comporta una remodelación de carteras a mitad de legislatura. Qué más da, pensarán, no vamos a perder el tiempo en analizar la labor del gobierno, simplemente hay que descalificarla.
Es una pena, porque en una democracia, para que funcione con eficacia, siempre debe haber un gobierno que tome decisiones y una oposición que hile fino a la hora de censurar la labor gubernamental. Pero, de la misma manera que gobernar no es nada fácil, controlar a los que gobiernan tampoco lo es. Se requiere analizar y valorar las decisiones gubernamentales, separar el grano de la paja. Los tres citados líderes y sus acólitos suelen tirar el grano y guardar la paja o, dicho de otra forma, gastan la pólvora en salvas. Mucha algarabía y ningún fundamento.
Si yo formara parte de alguno de sus gabinetes asesores– es sólo un decir, una elucubración sin fundamento, un calentón repentino de mi imaginación- les aconsejaría que no dejaran pasar los dos años y medio que todavía le quedan a este gobierno, que dejaran las brochas gordas a un lado, que sacaran los pinceles y que se pusieran a pintar fino. Lo que ocurre es que quizá me contestaran que eso no lo saben hacer y que, por tanto, hacen lo que les piden sus votantes, esta última aseveración un tanto errónea, porque, aunque entre el electorado conservador haya quienes prefieran los trazos gruesos y las manchas difuminadas, son muchos los que valorarían la finura y la exquisitez.
A Casado a Arrimadas y a Abascal
no les vendría mal darse una vuelta por alguna escuela de bellas artes. Quizá
aprendieran a distinguir los pinceles de las brochas gordas, aunque posiblemente no a utilizarlos con la maestría que se neesita para ejercer la oposición.
Parece claro que lo prioritario para la oposición es la toma del poder. Supongo que los asesores de esos partidos dicen a sus directivos que, para ello, lo mejor es denostar todo lo que haga el Gobierno, sea bueno o sea malo. Lo único que se me ocurre para defender a la oposición es que todos los partidos actúan de forma parecida cuando son oposición. Ahora bien, en mi opinión, se trata de una cuestión de grados; una oposición tan áspera como la actual sólo la recuerdo en tiempos de Aznar contra Felipe.
ResponderEliminarAlfredo, fijate que tu recuerdo de una oposición parecida a la de ahora es la del PP (de Aznar) contra el PSOE (de Felipe González). Siempre el PP en la oposición.
EliminarSin embargo, es difícil encontrar en el caso contrario "brochazos" tan esperpénticos como los que ahora se oyen. Sánchez, según Casado, elige los ministros a dedo. ¡Qué alguien le explique que así funciona un gobierno democrático!
Una cosa es hacer oposición y otra muy distinta lo que sucede en estos momentos.
Totalmente de acuerdo. La misma brocha gorda se utiliza desde la barrera del espectador, con aquellos que dicen: todos son iguales, tanto la derecha como la izquierda. Pintar con brocga gorda es muy fácil. El artista verdadero es el del pincel fino.
ResponderEliminarFernando, has dado con el meollo de la cuestión: desde la barrera, son muchos los que jalean las majaderías y las estulticias. Y eso anima a la oposición a seguir desbarrando, a continuar con la brocha gorda.
ResponderEliminarLuis, ¡qué poco has pintado!
ResponderEliminar"las fachadas de los edificios" no se pintan con brocha, sino con rodillo. Y ese instrumento quizás sí te sirva para tu próximo artículo.
Angel
Zapatero a tus zapatos, pintor de brocha gorda a tus pinturas. No, nunca he pintado una fachada. Pero bueno es saber lo de los rodillos.
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